El primer ministro tendría pocas posibilidades de mantenerse en el poder mientras avanzan dos causas en las que se encuentra comprometido.
Hace unos meses, frente a la residencia del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, en la arbolada calle Balfour, levantaron un enorme telón negro para ocultar de la vista de las ventanas a los encendidos manifestantes, y para impedir que el público viese el ir y venir de abogados y detectives que ingresaban al edificio desde que se intensificó la investigación penal contra el jefe del gobierno.
Y ahora que uno de los más cercanos ex colaboradores de Netanyahu se ha convertido en testigo de la fiscalía en dos casos que involucran sospechas de sobornos, fraude y abuso de confianza, los israelíes de todo el espectro político ya están pensando en bajarle el telón a la larga carrera política del primer ministro.
Durante los últimos ocho años, Netanyahu ha dominado la escena política de Israel y casi se ha convertido en sinónimo de su país en el escenario mundial. Apodado “el Mago” por su capacidad de supervivencia, Netanyahu fue aplastando a sus rivales de derecha e izquierda sin ser siquiera demasiado popular entre su pueblo.
Pero Netanyahu, el primer ministro con más tiempo en el cargo desde Ben Gurion, de pronto no parece ser tan invencible como parecía.
“Todas las alianzas, las discusiones y las reflexiones sobre el día después han cobrado mucha relevancia”, dice Yoaz Hendel, ex vocero de Netanyahu y presidente del Instituto de Estrategias Sionistas, un grupo de investigaciones de derecha. “Por primera vez, la gente cree que Netanyahu no será primer ministro durante un próximo mandato, ya sea que las elecciones se celebren mañana o dentro de un año y medio.”
Netanyahu ha sorteado los escándalos que lo rodearon durante gran parte de la vida pública, pero los expertos aseguran que la firma de un acuerdo para testificar por la fiscalía de parte de Ari Harow, ex jefe de gabinete de Netanyahu y su jefe de campaña en 2015, podría tumbar la balanza.
A Harow le ofrecieron morigerarle la pena en otro caso en el que está imputado, a cambio de información sobre Netanyahu y sus vinculaciones con el Caso 1000 y Caso 2000, como los llaman los investigadores.
El Caso 1000 investiga si Netanyahu ofreció favores a cambio de regalos, como cigarros caros, champagne rosado y otros obsequios, de manos de sus amigos ricos, como Arnon Milchan, productor de Hollywood de origen israelí.
El Caso 2000 refiere a acuerdos tras bambalinas con un magnate local de los medios de prensa. Netanyahu fue grabado negociando con el editor del Yedioth Ahronoth una cobertura favorable a su gestión, a cambio de obstaculizar la circulación de un competidor libre, Israel Hayom.
La policía se topó con las grabaciones de las charlas de Netanyahu con el periódico mientras revisaba las pertenencias de Harow, según informaron medios de prensa de Israel.
Netanyahu ha negado enfáticamente cualquier delito, y en sus últimas apariciones públicas no ha hecho referencia al caso. Tanto él como su gobierno han fustigado repetidamente a los medios y a las voces críticas, asegurando que el objetivo de las investigaciones es derrocarlo en base a acusaciones sin fundamento, ya que no pueden a través de las urnas.
De todos modos, todavía no hay un claro sucesor que le dispute el cargo, y lo cierto es que sin Netanyahu en el timón del país, Israel se convertirá en un lugar casi desconocido para sus propios habitantes, Medio Oriente y el mundo en general.
Yenuda Ben Meir, experto en seguridad nacional y opinión pública del Instituto de Estudios en Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv, dice que las recientes encuestas revelan “cierto grado de erosión” en la base de apoyo de Netanyahu, pero también que hasta el momento “no hay indicadores de que su poder haya recibido un golpe mortal”.
En parte, la larga estada de Netanyahu en el poder puede atribuirse al grado de fractura en el campo de sus potenciales rivales.