La respuesta a La Vanguardia de Manuel Valls, ex Primer Ministro de Francia.
Soy consciente del punto de vista de muchos españoles, que difiere del de la mayoría de los franceses, sobre el conflicto israelo-palestino. Esto es fruto de la historia y de la cultura de un país.
No ignoro la falta de sensibilidad en España hacia el antisemitismo e incluso hacia el impacto de la Shoah en nuestra historia europea. La expulsión de los judíos en 1492, la no participación de España en la Segunda Guerra Mundial, la huellas dejadas por el discurso antisemita del franquismo, el antisionismo de una parte de la izquierda y una comunidad judía muy reducida pueden explicar esta actitud.
Pero no oculto mi asombro ante ciertos editoriales y la forma en que se trata la guerra entre Israel y Hamás desde el 7 de octubre. Los principales errores a mi juicio son subestimar el tsunami antisemita que vivimos desde el 7 de octubre en todo el mundo, el peligro del islamismo y su odio a los judíos y a occidente y poner en el mismo nivel una acción bárbara terrorista y la respuesta legítima de un Estado democratico a pesar de todas sus consecuencias.
Con demasiada frecuencia, para muchos comentaristas, Israel es la causa principal del desorden. Un mecanismo implacable que hace de la reacción del agredido la causa de todos los males. Su política de “colonización” o de “apartheid”, e incluso el “genocidio en curso en Gaza” – palabras bien elegidas desde años para descalificar y nazificar a Israel-, ¿no han agudizado el odio? La desgracia de Israel el 7 de octubre fue para muchos básicamente obra suya…
Sí, esto es lo que leo o escucho en España. Esto es lo que algunos dicen a los 300.000 israelíes que han tenido que abandonar sus hogares en el sur y el norte del país bajo el diluvio de centenares de cohetes. Saben que el Hezbollah y el Hamas los condenan a muerte, que ya han cometido lo peor y que no ocultan su deseo de repetir sus abusos…
Pero un artículo publicado en este diario el 23 de diciembre por Robert Mur, enviado especial a Israel, despertó una indignación que no había experimentado desde hace mucho tiempo.
Los judíos no olvidan los guetos, los pogromos ni la Shoah.
No olvidan el interminable exilio de su pueblo y las humillaciones sufridas, que terminaron con la creación del Estado de Israel, proclamado por David Ben Gourion el 14 de mayo de 1948. No olvidarán las masacres del 7 de octubre de 2023.
En este artículo con el misterioso titular “Hitler en Jerusalén”, Robert Mur nos conduce hacia el odio a Israel y de hecho a los judios. Porque, según él, sin Hitler, Israel nunca habría visto la luz, y entonces es natural que quiera explicar que sin Hitler y sin los 6 millones de personas que murieron en los campos, nunca habría habido bombardeos en Gaza, ni los 20.000 muertos que se han anunciado.
¿Ha olvidado el autor los pogromos de Renania en 1096, los de Bogdán Khmelnitsky en Ucrania en 1648, el de Odesa en 1821 o el de Kishiniov en 1903? No podía ser de otra manera para combinar con tanta seguridad tal cúmulo de sofismos.
Los judíos no han olvidado y no esperaron a Hitler y su “solución final” para imaginar un lugar seguro donde vivir. En 1917, veinte años después del primer Congreso Sionista de Basilea, la Declaración Balfour confirmó la creación de un hogar nacional para el pueblo judío en la futura Palestina bajo mandato británico. “El juicio Dreyfus me convirtió en sionista”, escribió el visionario Theodor Herzl en 1899. Sin Hitler, 80 millones de almas no habrían desaparecido.
Sin Hitler, el continente europeo no habría conocido los campos de exterminio, pero sin Hitler, el Estado de Israel existiría perfectamente, embellecido por las generaciones de los seis millones de almas arrebatadas a la vida.
En una lógica de inversión victimista, el autor susurra que son “los judíos quienes quieren eliminar a los palestinos”. Estos israelíes que, según el autor del artículo, sólo sienten una “indolencia insoportable” hacia las víctimas palestinas… Pero, ¿qué sabe realmente de estos israelíes que viven en un ambiente hostil desde décadas.
Permítanme reescribir un poco en favor de la verdad. Sin Hamás, responsable del ataque del 7 de octubre de 2023 en el que murieron al menos 1.200 personas, no habría bombardeos en Gaza. Sin Hamás, la población palestina no viviría bajo el dominio del terror islamista y no serviría como escudo humano para el grupo terrorista. Sin Hamás, los miles de millones de dólares de ayuda humanitaria destinados a los palestinos no servirían para difundir propaganda falsa y odio, construir una red de túneles y comprar armas.
Sin Hamás, israelíes y palestinos podrían vivir en paz y seguridad. Sin Hamás una solución política y un Estado para los palestinos sería posible.
La Shoah nunca ha servido de pretexto para justificar la guerra de Israel contra Hamás. Basta con las víctimas de hoy para dejar en paz a las de ayer, por la sencilla razón de que el derecho del Estado a defender a sus ciudadanos y su integridad territorial violada es inalienable.
Pero reconozco al inventor de este paralelismo una gran perspicacia, que debo compartir. Sin Hitler, “el museo Yad Vashem no existiría”, explica Robert Mur. De hecho, a los judíos de todo el mundo les habría ido muy bien sin él. Y nadie debería olvidarlo.