Entre los 137 pedidos de captura a Interpol por violación a la ley de drogas aparecen narcotraficantes que habrían abandonado el país y otros que escaparon frente a las narices de la policía. Los protagonistas del Triple Crimen. Fugas cinematográficas.
Los patrones del mal, buscados internacionalmente, son cada vez más conocidos, casi como si fueran estrellas de rock. La detención de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que cayó en México luego de estar 13 años prófugo, generó hasta marchas a su favor. A raíz de su detención se divulgó que este jefe narco, uno de los más buscados del mundo, habría vivido unos meses en la Argentina, donde la cuestión del tráfico de sustancias ilícitas se impuso en la agenda cotidiana. Otra jefa narco, de menor envergadura, cayó en nuestro país: se trata de Sandra Jacqueline “La Yaqui” Vargas, muy conocida en Mendoza, acusada de liderar una banda que opera a pocas cuadras de la capital provincial. En nuestro país, de acuerdo con los expertos, todavía no se desarrollaron gavillas tan dañinas como las colombianas o mexicanas.
La reciente fuga de un sicario de la banda rosarina de Los Monos, Juan Domingo Ramírez, echó sal sobre la herida que existe en el sistema institucional argentino, debido a las sospechas que pesan sobre las fuerzas de seguridad. El delincuente se escapó de la Jefatura de Policía de Rosario a mediados de enero, lo que puso de nuevo bajo la lupa a la institución policial santafesina, cada vez más sospechada de sus estrechos vínculos con el crimen organizado. Este hombre de la banda liderada por la familia Cantero, que contaba con la participación de al menos 14 uniformados, sigue prófugo. Era encargado de regentear los “búnkers”, quioscos de venta de drogas que funcionan en las barriadas rosarinas, sin excepción, con connivencia de la policía. Ya se había escapado en seis oportunidades de la policía. Esta vez, permaneció nueve horas y logró huir.
Ramírez no es el único narco buscado. La Justicia argentina tiene librados pedidos de captura internacional a 160 personas, de los cuales 137 son por infracción de la polémica ley de drogas. Aunque muchos de los buscados no son más que “mulas”, personas que cayeron transportando drogas y no poderosos narcos, entre los inaprensibles también hay importantes delincuentes. “Veintitrés” presenta la historia y las imágenes de los más buscados:
Ojito: motos, chicas y redes sociales. Ignacio Mario Actis Caporale, alias “Ojito” o “Nacho”, es un muchacho de 25 años y ojos celestes fanático de las motos y gran seductor. Está prófugo desde el 26 de septiembre de 2012, cuando volvía de viaje de Colombia, donde había estado con su joven novia modelo. En Ezeiza lo aguardaban efectivos de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Pero alertado de que su domicilio había sido allanado, se bajó en una escala en Lima, Perú, y nunca fue encontrado. Para el juez federal Nº 4 de Rosario, Marcelo Bailaque, es el jefe de una banda narco que distribuía marihuana, cocaína, éxtasis y LSD en Rosario y la ciudad de Santa Fe. Según informa el periodista rosarino Sebastián Ortega, del portal Infojus, el apellido de Actis Caporale apareció en Tribunales por primera vez cuando la PSA desbarató la banda de Norma López, alias “La Tía”, que manejaba una decena de quioscos de droga en la zona noroeste de Rosario. “Ojito” tiene cargos por liderar una organización destinada al comercio de estupefacientes. Cuesta creerlo, pero su cuenta de Fotolog sigue abierta: allí se puede apreciar su estilo de vida. Su abogado es Carlos Varela, conocido penalista de la Chicago argentina especialista en defender a barrabravas, narcos y policías.
La banda de los guerreros eslavos. Nenad Novakovic es oriundo de Croacia, tiene 40 años y se lo busca por “tentativa de contrabando”. Se lo sospecha de ser el jefe de una banda de ciudadanos de distintos países de la ex Yugoslavia que contaba con apoyo local. El yate Maui con el que estaban por traficar dos toneladas de cocaína con destino a Europa fue descubierto en octubre de 2009 en la denominada operación “Guerrero de los Balcanes”. Fue gracias a que una tormenta impidió que la nave llegue hasta Montevideo, donde el polvo blanco iba a ser embarcado en un buque carguero rumbo al Viejo Continente. Al ser descubierto el yate, Novakovic, alias “Juric Anto”, junto a sus cómplices, de nacionalidad serbia y montenegrina, escaparon con rumbo incierto y nunca fueron atrapados. Les secuestraron dos toneladas de cocaína. La investigación se inició por un pedido de la oficina de la DEA estadounidense en Serbia. Luego, los detectives de la División Drogas Peligrosas de la Policía Federal (PFA) secuestraron casi 500 kilos de cocaína en el barrio porteño de Núñez bajo las órdenes del juez nacional en lo Penal Económico Marcelo Aguinsky, el mismo que detuvo a la modelo colombiana Angie Sanclemente Valencia y que envió a juicio a Mario Segovia, “El rey de la efedrina”. El clorhidrato de cocaína estaba en el primer caso embalado en bolsos y empaquetado con látex de globos y de piñatas, mientras que en el último se encontraba en el hueco del ascensor de uno de los departamentos que habían alquilado.
La mujer del Triple Crimen. Los asesinatos de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, cuyos cadáveres fueron encontrados en un zanjón de General Rodríguez en agosto de 2008, provocaron un cimbronazo. Por primera vez se hablaba abiertamente del negocio de la efedrina y los precursores químicos. Esteban Ibar Pérez Corradi, de 36 años, está acusado de ser el autor intelectual del triple crimen. Interpol lo busca por “privación ilegitima de la libertad agravada por su comisión mediante violencia y amenazas en concurso real con homicidio agravado por su comisión con ensañamiento, alevosía y con el concurso premeditado de más de dos personas (tres hechos, todos relacionados entre sí), encubrimiento y lavado de dinero”. Por esa causa también está prófuga Marina Fernanda Fonseca, docente de enseñanza secundaria de 41 años, vecina de Olivos. Era socia de la Droguería Prefarm S.A., una de las empresas farmacéuticas implicadas en la causa. Fonseca está acusada de “comercialización de materia prima apta para la producción de estupefacientes agravado por la participación de tres o más personas”.
La banda del Abasto. Víctor Rodolfo Languasco Franco es un ciudadano peruano cuya banda fue desbaratada en 2009. Vendían cocaína a toda hora en un departamento ubicado en la zona del Abasto, en Gallo 340, a media cuadra de la avenida Corrientes. De acuerdo al Juzgado Nº 11, Secretaría Nº 21, de Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Eduardo Farah, “tal y como surge de las tareas que la Unidad Especial de Investigaciones y Procedimientos Judiciales de la Gendarmería Nacional desarrollara sobre el domicilio denunciado, inicialmente se logró determinar que la vivienda ubicada en Gallo 340, en cuyo interior se encontraba instalado el abonado teléfono Nº 4867-5676, era objeto de visita de una gran cantidad de personas que sólo permanecían en ella escasos minutos”. Además, “se anotició, el inmueble era habitado, entre otras, por una persona de nacionalidad peruana a la que se identificó como Víctor Languasco Franco, individuo cuyos movimientos migratorios daban cuenta de varias salidas del país por lapsos que en el mayor de los casos no superaba los tres días”. Languasco Franco era el jefe de una banda en la que participaba su mujer, Susana Izaguirre Romero, también prófuga. Está acusado de “infracción a la ley de drogas, asociación ilícita, comercialización de estupefacientes agravada por haberse cometido mediante la intervención de tres o más personas organizadas y por haber sido cometida en las inmediaciones de los establecimientos aludidos en los artículo 11 inciso ‘e’ de la ley 23.737”. Se refiere a “cuando el delito se cometiere en las inmediaciones o en el interior de un establecimiento de enseñanza (…) o en otros lugares a los que escolares y estudiantes acudan para realizar actividades educativas, deportivas o sociales”. Además, Languasco Franco está acusado de “tenencia ilegítima de documentos nacionales de identidad falsos parcialmente llenados –reiterado en cuatro oportunidades– en calidad de coautor”. Lo que no se investigó es la conexión de esta banda con la comisaría 9ª, ubicada a sólo dos cuadras del centro de expendio de drogas.
El escapista. En septiembre del año pasado, Lorenzo Vidal Benítez, que estaba detenido en la Unidad Penal Nº 4 de Concepción del Uruguay, se escapó aprovechando un corte general de energía eléctrica que afectó a esa ciudad entrerriana. Pese a ser intensamente buscado, todavía no dieron con él. Su escape fue cinematográfico y, como en otros casos similares, se sospecha de complicidad del personal penitenciario. Vidal Benítez es paraguayo y tiene 39 años. Su último domicilio registrado es en Ingeniero Budge, Lomas de Zamora. Es buscado por “comercio con estupefacientes o materias primas para su producción o fabricación o los tenga con fines de comercialización, o las distribuya, o las dé en pago o las almacene o transporte”. Se escapó anudando sábanas y arrojándolas por el murallón. Curiosamente, nadie vio cómo trepaba la pared y ganaba la calle.