En los barrios pobres de Montevideo, los niños imitan el trabajo de vendedores de drogas, sicarios y mulas. Viven en las ciudades más pobres y alejadas de Uruguay donde la ley que allí impera es la que imponen los cárteles. “En las escuelas los niños juegan a ser narcos, a vender y comprar drogas”, dice una investigación estatal sobre el negocio de la droga.
El informe fue dado a conocer por la Junta Nacional de Drogas de Uruguay, en el cual indica que familias enteras que se dedican a la venta de pasta base. Son familias que residen en ocho barrios de la zona metropolitana, Flor de Maroñas, La Teja, Cerro, Colón, Casavalle, Malvín Norte y Lavalleja en Montevideo; y barrio Vista Linda de la ciudad de Canelones.
Pero en todo ese escenario, están los niños, que ven y recrean la vida de los vendedores de drogas, sicarios, mulas y demás elementos que componen el mundo del narcotráfico. “Desde la introducción de la droga en Uruguay, apareció una segunda generación que vive de la comercialización. Algunos menores de edad ya trabajan en los esquemas de distribución como mandaderos, lo que en la jerga se llama perros. Otros niños sueñan con cumplir este tipo de trabajos y juegan en las escuelas a la venta de drogas, como antes lo hacían a otras cosas”, indica el informe que aún no ha sido dado a conocer por Presidencia de la República, la estructura bajo la que se rige la Junta de Drogas en Uruguay.
“Para ellos es algo tan natural, lo tienen internalizado y tan naturalizado que a veces a los docentes nos asusta oírlos hablar entre ellos”, explica la directora de una escuela pública de Casavalle. “Programan cómo ir a robar o ir a drogarse”.
En 2002 se comenzó a vender droga de forma masiva en la región. “Fue una estrategia de supervivencia para paliar la crisis económica”, asegura el secretario general de la JND, Julio Calzada. Hoy la crisis social continúa vigente en el país y las familias no pueden volver a los valores de integración social tradicionales.
En los barrios periféricos de Montevideo la policía impone “menor presión”. “En estos barrios se registran organizaciones delictivas que buscan suplir al Estado, otorgando apoyo económico a las familias, ello es parte de la estrategia para operar con más tranquilidad. En ese sentido, los niños y jóvenes hacen campaña para los narcos. Usan sus celulares para avisar de la presencia policial”, asegura el informe.