El término significa “los que pretenden ser indígenas”. Son unas 500.000 personas, del mundo de la cultura, la academia, la política y el derecho que han sido denunciados y que obtuvieron beneficios por su mentira.
Artistas de fama mundial, prestigiosos escritores, intelectuales, políticos y juristas son los autores de uno de los fraudes más dolorosos de Canadá: falsos indígenas que aprovechan su presunto origen aborigen para obtener privilegios y honores. Medio millón de personas que son “pretendians”.
A finales de octubre, la radiotelevisión pública canadiense, CBC, desveló que la cantautora Buffy Sainte-Marie, un icono cultural en toda Norteamérica y cuyas canciones han sido interpretadas por artistas como Janis Joplin, Elvis Presley o Joe Cocker, había mentido toda su vida sobre su origen indígena.
Sainte-Marie, de 82 años, siempre dijo que había nacido en una reserva indígena en la provincia de Sastkatchewan, en el oeste de Canadá, y que fue adoptada por una familia estadounidense.
La realidad es que es la hija un pareja de Massachusetts: Albert Santamaria, hijo de una familia de inmigrantes italianos, y Winifred, de origen inglés.
La revelación de que Buffy Sainte-Marie, la inspiración de generaciones de indígenas norteamericanos, era un fraude, ha sacudido Canadá y se suma a la de otras destacadas personalidades del mundo de la cultura, la academia, la política y el derecho que han sido denunciados como falsos indígenas.
La lacra de los “pretendians”
Son tantos -algunos cifran en 500.000 los estafadores- que se ha acuñado incluso un término para identificarlos: “pretendians”, “los que pretenden ser indígenas”.
A la abogada indígena Jean Teillet no le gusta este término porque considera que tiene una connotación infantil e inofensiva cuando en realidad estos falsos indígenas causan graves prejuicios a un grupo de la población canadiense que es el más castigado por discriminación, racismo, pobreza y otros problemas sociales.
La lista de agravios sufridos por los indígenas canadienses es larga y dolorosa.
Diezmados por la colonización de británicos y franceses, abusados de forma sistemática en las residencias escolares que operaron entre finales del siglo XIX y finales del siglo XX para borrar su cultura, esterilizados de forma forzosa para reducir sus tasas de natalidad y discriminados en cada aspecto de la sociedad del país.
“¡Cuando era joven, nadie quería ser indígena! Nos veían como sucios, borrachos, estúpidos, portadores de enfermedades y bastardos”, explica Teillet a EFE.
La abogada pertenece a la nación métis, uno de los tres grupos indígenas de Canadá junto con las llamadas primeras naciones y los inuit, los habitantes de las regiones árticas del país.
Los métis, unos 700.000 individuos, son los descendientes de las personas que nacieron de las relaciones entre mujeres de las primeras naciones y hombres europeos, en su mayoría franceses.
Teillet es descendiente directa de Louis Riel, un político y líder métis de mediados del siglo XIX, fundador de la provincia de Manitoba, que se rebeló contra las autoridades canadienses y fue ahorcado en 1885 por traición.
Cuando se descubren casos como los de Buffy Sainte-Marie, Teillet sufre.
“Mi gente luchó y murió por la nación métis. Cuando alguien viene y te roba esa identidad, me siento defraudada. Te sientes ingenuo, víctima de un engaño”.
Víctimas del fraude
La lista de falsos indígenas crece cada día: el famoso escritor Joseph Boyden, conocido por sus novelas en las que presume de su origen indígena; la directora de cine Michelle Latimer; la prestigiosa jueza Mary Ellen Turpel-Lafond; el político Kevin Kline.
Todos tienen algo en común: su falso origen indígena les proporciona beneficios.
“Obtienen el derecho a acceder a puestos de trabajo o becas o generosos fondos para la investigación u oportunidades para publicar. Ganan estatus y dinero”, señala Teillet.
En el este de Canadá, miles de personas se identifican falsamente como indígenas para obtener derechos especiales de caza y pesca, actividades que son muy lucrativas.
Teillet incide en que, como en todo fraude, las acciones de estos estafadores causan víctimas.
“Todo lo que ganan es a costa de los indígenas, personas que no obtendrán el trabajo o el dinero que ellos han conseguido falsificando su historia. Y en el caso del mundo académico, las investigaciones que realizan están basadas en una mentira y cuando se revela el fraude, todo lo investigado acaba en la basura”, dice.
A medida que instituciones, empresas y gobiernos han intentado corregir las ancestrales políticas de discriminación contra los indígenas, los estafadores se han multiplicado gracias a que hasta ahora ha funcionado un sistema de auto denominación: basta con que alguien se identifique como indígena para que sea reconocido como tal.
Es el caso de Kevin Kline, de 58 años, ministro de Medio Ambiente de Manitoba que se identifica como métis a pesar de que su propia familia niega cualquier vínculo con la nación indígena.
Klein, que de acuerdo a su árbol genealógico no tiene ni una gota de sangre indígena -todos sus antepasados son británicos e irlandeses- respalda su falso origen en que ha pagado 25 dólares para pertenecer a un grupo métis, Painted Feather Woodland Métis. El problema es que los métis no reconocen a este grupo como parte de su nación.
Para Teillet la solución a esta epidemia de falsos indígenas es fácil: dejar de aceptar la palabra de quien dice ser indígena y exigir pruebas para respaldarlo.