Los científicos están divididos sobre las implicaciones más amplias del hallazgo, que data de hace 9 mil años.
El descubrimiento de un esqueleto femenino de 9000 años de antigüedad enterrado con lo que los arqueólogos llaman un “equipo de caza mayor” en la cordillera de los Andes de Perú ha desafiado una de las ideas más extendidas entre los antiguos cazadores recolectores: que los hombres cazaban y las mujeres recolectaban.
En un artículo publicado el miércoles en la revista Science Advances, Randy Haas, arqueólogo de la Universidad de California, campus Davis, y un grupo de colegas concluyeron que esta joven se dedicaba a la caza mayor y que participaba con su gente en la persecución de la vicuña y los ciervos que eran parte importante de su dieta.
El hallazgo de una mujer cazadora es inusual, pero Haas y sus colegas hacen una aseveración aún más relevante acerca de la división del trabajo durante este periodo en el continente americano. Argumentan que la investigación adicional muestra algo parecido a una participación igualitaria de ambos sexos en la caza. En general, concluyen, “las primeras mujeres de América eran cazadoras de caza mayor”.
A otros científicos les pareció convincente la afirmación de que los restos eran de una mujer cazadora, pero algunos dijeron que los datos no respaldaban la afirmación más amplia.
Robert L. Kelly, antropólogo de la Universidad de Wyoming, quien ha escrito de manera amplia sobre los cazadores recolectores, señaló que, aunque un esqueleto femenino bien podría haberse dedicado a la caza, el análisis de otros entierros no lo convencía de que “la prevalencia de hombres y mujeres cazadores fuera algo equitativo”. La muestra de tumbas de los investigadores era reducida, dijo, y señaló que en ninguno de los otros entierros era evidente que hubiera mujeres cazadoras.
Bonnie Pitblado, antropóloga de la Universidad de Oklahoma, cuya especialidad es estudiar cómo se pobló el continente americano, dijo que los hallazgos estaban “bien fundamentados y eran una idea trascendental para futuras pruebas”. Los autores podrían cuestionar aún más los roles de género y qué los determinó, dijo; asimismo, calificó el estudio como “una contribución verdaderamente refrescante” a los estudios de los primeros pobladores del continente americano.
En la mayoría de las sociedades contemporáneas y recientes de cazadores recolectores, dijo Haas, está bien determinado que la caza la realizan predominantemente los hombres. En general, las evidencias arqueológicas han apoyado la conclusión de que los roles de género del pasado eran similares. En ocasiones, los restos femeninos se han asociado con materiales que sugerían que eran cazadoras, pero los ejemplos han sido considerados atípicos. ¿Y si no lo fueran, sugirió Haas, y debemos ajustar toda la visión general sobre la caza?
Él y otros investigadores descubrieron la tumba de la joven con los materiales de caza en un sitio llamado Wilamaya Patjxa en el distrito de Puno al sur de Perú, a una altitud de casi 4 kilómetros. Pilco Quispe, un colaborador local, encontró artefactos por primera vez en esa zona en 2013, cerca de la comunidad de Mulla Fasiri. En 2018, mientras trabajaba con miembros de la comunidad, Haas y otros colegas excavaron un área de unos 37 metros cuadrados y recuperaron 20.000 artefactos, aproximadamente. Hallaron cinco entierros con los restos de seis personas, una de las cuales era el cazador.
Ese hallazgo fue particularmente emocionante. Haas comentó que uno de sus colaboradores siguió encontrando puntas líticas y luego una colección de estas y otras herramientas de piedra, con los restos de un esqueleto. El grupo de excavadores estaba emocionado, dijo, y la esencia de la conversación fue: “Vaya, debe haber sido un gran jefe. Fue un gran cazador”.
Resultó que la persona enterrada, cuyo código de identificación científico es el WMP6, era una mujer de entre 17 a 19 años. Sus huesos eran más ligeros de lo que se podría esperar en un hombre, y un estudio de las proteínas del esmalte dental, una técnica relativamente nueva para identificar el sexo, demostró que en definitiva se trataba de una mujer.
Entonces, Haas analizó 429 entierros en el continente americano que datan de hace unos 14.000 u 8000 años e identificó a 27 individuos cuyo sexo había sido determinado y que fueron encontrados con implementos de caza mayor. Once eran mujeres y dieciséis hombres. Él y sus autores reconocieron que la información no era concluyente para estos entierros y que el único individuo que era incuestionablemente femenino y cazador era la persona de Wilamaya Patjxa. Aun así, de acuerdo con Haas, la preponderancia de la evidencia llevó a la conclusión de que las mujeres representaban entre el 30 y el 50 por ciento de los cazadores de caza mayor.
Esa es la conclusión que a Kelly le pareció que no tenía fundamento. Dos de los entierros fueron de bebés, que Haas y sus colaboradores describieron como enterrados con artefactos que sugerían que eran cazadores, y advirtió sobre la interpretación excesiva en los entierros. “La interpretación de los ajuares funerarios, como un acto cultural y simbólico, no es sencilla ni directa”.
También criticó la interpretación de los otros esqueletos y afirmó: “Si aceptamos que el WMP6 es la única cazadora femenina de la muestra, entonces el hecho sugiere que la prevalencia más probable de mujeres cazadoras es del diez por ciento. Eso no me sorprendería”.