La contaminación acústica se relaciona con hipertensión, infartos, partos prematuros, obesidad y depresión.
El conocimiento de las implicaciones que el ruido tiene sobre la salud de las personas ha evolucionado en los últimos años en dos sentidos. Por un lado, en cuanto a la gravedad de las enfermedades que se asocian a él, y, por otro, en cuanto a la proporción de personas afectadas. Así, se ha pasado de relacionar el ruido casi exclusivamente con problemas auditivos o de molestias sin más a vincularlo con infartos de miocardio o mortalidad fetal. Asimismo, de ser las personas de riesgo aquellas que trabajaban en ambientes ruidosos a llegar a afectar a cualquier habitante de una gran ciudad. En España cerca de nueve millones de personas soportan niveles medios de ruido superiores a 65 decibelios —dB(A)—, valor de protección a la salud marcado por la Organización Mundial de la Salud. Los mapas de ruido de 19 ciudades españolas reflejan que el 27,7% de la población soporta ruidos superiores a estos 65 dB(A).
Como se señalaba anteriormente, en principio, los efectos de la contaminación acústica sobre la salud se manifestaban en aquellas personas que en su ambiente laboral se veían sometidas a altos niveles de ruido y se limitaban a problemas auditivos como el desplazamiento del umbral de audición, acúfenos y la pérdida de audición. Además de estos problemas auditivos había otros conocidos como molestias: perturbaciones del sueño, estrés, dolor de cabeza…, y más tarde, también en el ámbito laboral, se comenzaron a detectar trastornos cardiovasculares y otras patologías relacionadas con respuestas hormonales. Lejos de ser problemas banales, entre los relacionados con el ruido en ambiente laboral se incluyen variaciones en la presión arterial. Se ha relacionado con la hipertensión e incluso se han establecido asociaciones entre los niveles de ruido en el ambiente laboral y un aumento del riesgo de sufrir patologías cardiovasculares más graves como ictus, infartos y, por tanto, un aumento de riesgo de la mortalidad por estas causas.
En este ámbito laboral, el tipo de exposición a este contaminante atmosférico de tipo físico generalmente estaba relacionado con altas intensidades sonoras y se regulaba con cortos periodos de tiempo. Por tanto, el problema se circunscribía a un reducido grupo de personas. Posteriores estudios mostraron que no solo la exposición a altas intensidades de ruido durante cortos periodos de tiempo producía efectos en la salud, sino que tiempos prolongados a intensidades sonoras más bajas tenían efectos similares. De este modo, se comenzó a relacionar patologías similares a las anteriormente descritas para el ambiente laboral en personas que si bien no estaban expuestas a elevados niveles sonoros, sí lo estaban durante un periodo de tiempo mayor. Se iniciaron los estudios en entornos abiertos especialmente ruidosos como son las proximidades de los aeropuertos, donde se detectaron enfermedades en los residentes en estas zonas análogas a las descritas para el ambiente laboral. Más tarde estas investigaciones se extendieron a la totalidad de los habitantes de la ciudad. El problema pasó así de ser un problema laboral a ser un problema ambiental y, por tanto, de ser un grupo reducido el de personas expuestas a ser un problema de salud pública.
Recientemente se han realizado una serie de estudios pioneros en Madrid por el Grupo de Investigación en Salud y Medio Ambiente Urbano de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III. En estos trabajos se relaciona el ruido ambiente de tráfico en la capital con un aumento de la mortalidad en el grupo de mayores de 65 años por causas circulatorias, respiratorias e incluso diabetes, destacando que el número de muertos anuales atribuibles al ruido en ese grupo es similar e independiente al producido por las partículas emitidas por los vehículos.
Este mismo grupo de investigación ha analizado el impacto que el ruido tiene sobre variables relacionadas con el parto, como un aumento de prematuros, bajo peso al nacer e incluso mortalidad fetal. También se ha constatado la incidencia del ruido en los ingresos hospitalarios urgentes tanto en población general como infantil. Otros estudios realizados en países del norte de Europa relacionan el ruido con ansiedad y depresión e incluso obesidad.
El ruido produce en el organismo una sensación de estrés o de defensa ante un ataque externo, lo que provoca el vertido en sangre de ciertas sustancias como adrenalina, noradrenalina y cortisol que explicarían de manera global los efectos anteriormente descritos.
La contaminación acústica evidencia una nueva dimensión de la contaminación producida por el tráfico, responsable del 80% del ruido en una gran ciudad, añadiendo a los efectos en salud de la contaminación química tradicional la de este contaminante físico. El desconocimiento de la población sobre las implicaciones del ruido en la salud es uno de los principales problemas con los que nos encontramos a la hora de reducir los niveles de ruido, por lo que se hacen necesarias campañas de sensibilización sobre la incidencia del ruido en su salud.