El sedentarismo y los malos hábitos en la alimentación facilitan la aparición de la obesidad entre los jóvenes.
La mala nutrición y el sendentarismo son los principales factores de riesgo para la aparición de la obesidad, una enfermedad crónica considerada por algunos organismos internacionales como una peligrosa epidemia que en 2050 afectará al 85% de la población mundial. En la Argentina, la problemática está instalada: más de la mitad de la población (53,4%) presenta exceso de peso (sobrepeso y obesidad), según cifras del Ministerio de Salud de la Nación. Ahora, un estudio del programa Seguro Público de Salud de la cartera sanitaria bonaerense indica que uno de los grupos más afectados es el de los jóvenes universitarios, donde un 37% sufre de sobrepeso.
La investigación se llevó a cabo en 16 universidades nacionales del territorio bonaerense que abarcó a 1.249 estudiantes a los que se les midió talla y peso. De ese total, las mujeres representaron el 86% y los hombres el 13,5%. Pero el dato que más llamó la atención de los especialistas fue el elevado porcentaje de jóvenes que tienen algunos kilos de más.
El ministro de Salud, Alejandro Collia, señaló que es importante comenzar a poner especial atención en la población universitaria ya que “se ven expuestos a varias horas de estudio y comienzan a tener un estilo de vida sedentario, que se agrava, además, por las modificaciones en los hábitos alimenticios y la falta de actividad física regular”. En ese sentido, Collia recordó que el Seguro Público de Salud consiste en un sistema de cobertura en atención de salud que ofrece el Ministerio a los estudiantes.
“Todo cambio de rutina implica una modificación en el esquema alimentario”, explicó Laura Sansalone, nutricionista y coordinadora del programa Armando Salud de la dirección provincial de Atención Primaria. “Por eso, el incremento de peso suele verse durante el primer año de la facultad. La mayoría se excede en el consumo de alimentos industrializados, con alta densidad calórica, ricos en azúcares simples, grasas y sodio.” A la mala calidad alimentaria se suma otro agravante: la ausencia en el número de comidas y el consumo a deshora. “Muchas veces, la falta de tiempo o de organización por la carga horaria de la facultad implica que se coma una o dos veces al día, y de manera rápida y abundante”, agregó Sansalone.
El inicio de la facultad también puede implicar un cambio drástico para quienes deben dejar sus ciudades de origen y sus familias. “En estos casos, es común que los alimentos se conviertan en un elemento de sustitución de esos afectos”, aseguró Beatriz Garat, psicóloga del programa de Tratamiento Ambulatorio de la Obesidad. Y agregó que “la comida puede llegar a cumplir una función en la vida de una persona que se vuelve necesaria para calmar, tranquilizar y hasta para acompañar”.