El Presidente pidió a los ministros acelerar los cambios y hacer lo que incomoda. Dijo: Es el mensaje de la gente.
Mauricio Macri ya venía insinuando que la revolución de la alegría deberá esperar. Pero desde hace algunas semanas también ha venido dando señales de que, si las circunstancias no cambian, puede sentirse cómodo con la confrontación. Un cambio para los planes que tenía cuando juró como Presidente. Y un cambio que se acentuará después de las marchas del sábado.
“El mandato de la gente es que hagamos las cosas que son incómodas. Lo que nos están diciendo es que no aflojemos”, les dijo ayer a sus ministros en la reunión de Gabinete. Macri los instó, por momentos en tono monocorde pero en otros tramos alzando la voz para dejar en claro que estaba dando órdenes, a enfrentar a los sectores sindicales, empresarios y políticos que quieran trabajar para desestabilizarlo. Lo dijo – según revelaron a Clarín altas fuentes de la Casa Rosada- con una definición fuerte: “O los mafiosos van presos o nos voltean”.
No dio nombres. Pero todos entendían de qué y de quiénes hablaba. Y, sobre todo, en el momento en que lo decía: a solo 48 horas del primer paro nacional que sufrirá su administración. “La huelga será masiva”, asumen en el oficialismo. Pero agregan: “El éxito del paro está garantizado por la paralización que tendrá el servicio de transporte público y al mensaje de apriete que baja desde la CGT. No porque haya razones objetivas para una manifestación extrema”. Ayer, los ministros se enteraron en en el Salón Eva Perón, en plena reunión, de la represalia que anunciaba Omar Viviani a los taxistas que decidieran no adherir a la protesta.
“Es el país que heredamos”, dijo un ministro por lo bajo. Jorge Triaca, el titular de la cartera de Trabajo, prefirió poner la mira en el triunvirato que conduce la CGT. “El paro es una reacción para sostener la unidad. Si no hay confrontación no hay unidad”, confió. Macri inistió: “Hay que actuar y no dejarse ganar por las mafias”.
En su exposición, el Presidente trajo a colación aquella célebre frase de Luis Barionuevo: “Dijo que había que dejar de robar por dos años. ¿Nadie se enoja con eso? ¿Cuántos años pasaron?”. Macri está particularmente molesto con el jefe de los gastronómicos, acaso porque hasta no hace tanto lo consideraba un aliado. “Es un prepotente del poder”, aseguró frente a los ministros. En su entorno aclararon más tarde que la frase abarcaba a Barrionuevo, pero no solo a el.
Lo cierto es que, más allá del acento por momentos beligerante, fue una reunión de ministros atípica. Hacía tiempo que no reinaba tan claramente la sensación de que un sector mayoritario de la sociedad apoya el cambio. Ni Macri ni Marcos Peña han dudado de esa idea, pero no todos cultivan el mismo optimismo en el palacio de Gobierno. El Ejecutivo venía de semanas críticas, que se reflejaron con la caída de la imagen presidencial en sus propias encuestas. Tal vez por eso, para tratar de inyectar ánimo, la sesión se inició con un análisis de las movilizaciones. Peña fue el primero en hablar. “Lo del sábado es un fenómeno de abajo hacia arriba. La gente nos pedía un cambio y en realidad lo que se debate son valores no cuestiones coyunturales”, sostuvo.
Macri explicó: “Pasó lo que pasa en el mundo entero. Reacciones frente a los poderes que sorprenden a los que conducen. A los que tienen mucha experiencia, a los que tienen una experiencia media y a los recién llegados”. Aunque evitó el tono peyorativo, el primer mandatario no pudo soslayar las alusiones al círculo rojo.
“Le erraron. Otra vez”, aseguró. Se refería a los pronósticos agoreros previos a la convocatoria del sábado. En rigor, el pesimismo también había partido días antes de su propia tropa. No lo pasó por alto: “Acá también había quienes desalentaban la marcha”.
Macri les pidió “compromiso” a sus funcionarios. No fue una exigencia al pasar. “Hay que cumplir las metas y ser más eficientes”, afirmó. Pareció un tirón de orejas para algunos. A Francisco Cabrera, el ministro de la Producción, lo mencionó por su nombre. En el Gabinete no faltó quien celebrara esa alusión directa. “Una buena salida para Pancho sería la embajada de Estados Unidos”, arriesgó un funcionario. Los rumores se agudizaron cuando trascendió que se había reunido en su despacho con Martín Lousteau. Pero en el entorno de Cabrera dijeron que la charla estaba agendada hacía semanas y negaron un cambio de funciones.