El presidente francés da un nuevo paso para “reconciliar las memorias”.
Emmanuel Macron, de 43 años y crecido en una Francia que quería olvidar el trauma de Argelia, sigue adelante con su autoimpuesta misión de “reconciliar las memorias”. El presidente ha decidido facilitar, de modo amplio pero no total, el acceso a los archivos del Estado de hasta el año 1970 que estaban clasificados por razones de seguridad nacional. Eso incluye, por tanto, muchos documentos de la guerra de Argelia (1954-1962).
La apertura de los archivos fue una de las recomendaciones hechas por el historiador Benjamin Stora, que el pasado enero entregó al Elíseo el informe que le habían encargado sobre las vías para normalizar las relaciones con Argelia y para hacer las paces entre los diversos colectivos franceses afectados por la colonización del país norteafricano y su guerra de independencia. Entre esos grupos, con sensibilidades muy diversas, figuran los excombatientes y sus familias, los pieds-noirs (civiles franceses que vivían en Argelia y fueron expulsados) y los harkis (argelinos que lucharon junto al ejército francés y sufrieron por ello una cruel represión o exilio, al ser acusados de traidores en su tierra).
Según el comunicado que hizo público el Elíseo, Macron está “decidido a favorecer el respeto de la verdad histórica”. La desclasificación de documentos sigue un trámite burocrático complejo. Hasta hoy los funcionarios debían poner un tampón, hoja por hoja, a los documentos solicitados por los historiadores. Eso implicaba un control muy estricto del contenido. A partir de ahora, el tampón se pone a una entera caja de documentos, por lo que la supervisión será más ligera. Sin embargo, seguirá habiendo información sensible que no se divulgará, por ejemplo la relativa a los ensayos nucleares que se realizaron durante los años sesenta en el Sáhara argelino. El presidente estima que se trata de documentos que afectan a la seguridad nacional y deben permanecer secretos.
Hace una semana, Macron realizó otro gesto muy simbólico. Reconoció por primera vez la responsabilidad del Estado francés en la tortura y el asesinato del abogado independentista argelino Ali Boumendjel, en 1957. Hubo muchos casos parecidos. Si el proceso de reconciliación avanza, París espera reciprocidad de parte de Argel, que sus autoridades admitan las múltiples atrocidades cometidas contra civiles franceses indefensos.
No va a ser fácil realizar progresos para que Francia y Argelia se sientan cómodas con el trabajo de verdad histórica. Chocan sensibilidades e intereses políticos. Hay asuntos espinosos como los miles de desaparecidos. La guerra de la independencia es también el mito fundacional del régimen autoritario argelino, que está en crisis. En la misma Francia existen todavía sectores nacionalistas que se resisten a reconocer culpas. La ultraderecha de Le Pen siempre ha explotado estos sentimientos. Tampoco ayuda el clima de atentados yihadistas de los últimos años y la radicalización islamista, que el Estado francés quiere combatir con una nueva ley.
La guerra de Argelia actúa como combustible para el discurso victimista de una parte de los musulmanes franceses. Macron intenta precisamente que la verdad salga a la luz para que el pasado sea digerido mejor y pueda superarse.