Luego de una primera experiencia exitosa, Satellogic anuncia el lanzamiento del nanosatélite bautizado con el nombre de uno de los personajes de Mafalda. Cómo trabaja la empresa argentina detrás de estos equipos
Hace más de medio siglo, el Spunitk marcó un hito en la historia: fue el primer satélite artificial en llegar al espacio. Con él se inició una carrera vertiginosa entre las dos grandes potencias mundiales, que tuvo como punto cumbre la llegada del hombre a la Luna. Décadas más tarde, la irrupción de Internet, un desarrollo que surgió al calor de las rivalidades entre Estados Unidos y la Unión Soviética , y la constante miniaturización de los dispositivos electrónicos, permitieron que esta tecnología, propia de agencias nacionales con presupuestos astronómicos, pudiera estar al alcance de los estudiantes y entusiastas de la exploración del universo.
Así nació Satellogic , un emprendimiento argentino de base tecnológica que logró colocar en el espacio a Capitán Beto, un nanosatélite de 2 kilos de peso que fue financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, y que contó con el apoyo de Invap . “Que llegue al espacio y el nanosatélite se encuentre encendido, operativo y emitiendo alguna señal de vez en cuando, ya es todo un éxito para nosotros. No estamos en una etapa comercial, sino de experimentación y validación de la plataforma”, dice Alan Kharsansky, ingeniero en sistemas de Satellogic y responsable de la integración de los diversos componentes electrónicos de los cubesats , como se conoce en la jerga a este tipo de desarrollos.
Y en esta etapa, el desempeño del CubeBug-1 (o Capitán Beto, como quedó bautizado ante el público) permitirá que Satellogic continúe avanzando en proyectos de mayor complejidad con desarrollo local. Esta start-up con sello nacional se prepara para lanzar la segunda versión del CubeBug, que llevará el nombre de Manolito, uno de los personajes de Mafalda.
Consultado por Satellogic, el humorista Quino autorizó el uso del nombre del entrañable personaje y su firma quedará estampada en el segundo nanosatélite argentino que irá al espacio. “Manolito tiene fecha de lanzamiento para fines de noviembre de este año, desde Rusia; a diferencia de su antecesor, que tuvo su despegue desde una plataforma china”, confirma Kharsansky.
¿Para qué sirve un nanosatélite?
El desarrollo espacial no se detuvo ante la aparición de los cubesats, una iniciativa impulsada a fines de la década del ’90 por la Universidad Politécnica de California y la Universidad de Stanford. “Por lo pronto, los nanosatélites no van a a reemplazar a los satélites tradicionales, uno de comunicaciones requiere una potencia que no tiene punto de comparación”, explica el ingeniero de Satellogic, ex estudiante de la ORT que suele mantener un contacto constante con los alumnos de la institución. De hecho, se presentó en “TIC Experience”, la jornada de arte digital, videojuegos y realidad virtual realizada en la institución, para dar a conocer los desarrollos llevados a cabo con Capitán Beto. “Los nanosatélites sí van a revolucionar la comunidad científica y académica, ya que pondrán a disposición de todo el mundo la posibilidad de experimentar en el espacio. En total, se lanzaron unos 200 cubos. No son demasiados, pero la tendencia tiene un crecimiento exponencial: cuando lanzamos Capitán Beto esa misma semana salieron al espacio otros 15 cubesats, el 50 por ciento de los lanzamientos que se realizaron en el último año”, explica.
Los nanosatélites conforman una categoría de equipos cuyo peso, una variable de suma importancia en la industria aeroespacial, se encuentra limitado hasta los 2 kilos, “incluso hay más pequeños, llamados picosatélites, que son pequeñas placas electrónicas con un consumo mínimo de energía, que se asemejan a una estampilla”.
“Debido a las restricciones de su segmento, los nanosatélites son útiles para la experimentación científica. Hay muchos proyectos de este tipo en Kickstarter, la plataforma de financiamiento colectivo . A futuro, creo que toda esta experimentación le dará la base tecnológica necesaria para los satélites de 20 a 50 kilos, con el suficiente equipamiento y la potencia necesaria para tener más prestaciones para enfrentar tareas tales como el monitoreo satelital o experimentos científicos más complejos”, agrega Kharsansky.
Hay un mercado muy grande para esta incipiente carrera espacial de los entusiastas de los satélites, que va desde las partes y componentes electrónicos internos hasta la logística y el envío al espacio con brokers de lanzamiento. “Ese servicio es una especie de remisería espacial”, explica el ingeniero, divertido. Y agrega: “son exigentes con el cupo solicitado. Si no llegamos con el proyecto, nos obligan a crear una réplica exacta en tamaño y peso para no comprometer el lanzamiento del cohete con un espacio vacante”.
“Los nanosatélites nos permiten aprovechar la flexibilidad y el potencial de la tecnología actual, reflejada en la miniaturización de los componentes, que no está siendo aprovechada al máximo por la industria aeroespacial. De esta forma, queremos desarrollar el smartphone de la carrera espacial, en línea a ese fenómeno que se dio en los últimos meses, en donde los teléfonos inteligentes fueron al espacio. Desde Satellogic queremos llevar el nivel de integración de estos equipos a la industria espacial”, opina Kharsansky.