La profanación de un cementerio judío precedió pocas horas antes a las protestas.
La unión sagrada de los representantes de las tres religiones del libro, todas las instituciones del Estado y todos los partidos políticos, con la excepcional de la extrema derecha, llevaron a cabo silenciosas manifestaciones de protesta y rechazo del antisemitismo, el mismo día que ochenta tumbas judías fueron profanadas con cruces gamadas nazis, en Quatzenheim (Bajo Rin), en Alsacia, culminando una inquietante escalada de odio racial.
La marea negra de las manifestaciones de la franquicia de los chalecos amarillos, de la extrema izquierda a la extrema derecha populista, desde mediados de noviembre, ha agravado y ha dado un tufo de odio callejero a las estadísticas oficiales: los actos antisemitas crecieron un 74 % durante los doce meses.
La violencia cruda, física y verbal, en cementerios y manifestaciones callejeras, con profanaciones de figuras emblemáticas de la mitología nacional, provocó una ola de estupor e inquietud. Ante tal marea negra de odio antisemita, Olivier Faure, líder del PS, tomó la iniciativa de convocar una manifestación nacional, en la parisina plaza de la República, con el fin de reafirmar el gran pacto nacional contra el antisemitismo.
El presidente de la República, Emmanuel Macron, sus dos predecesores en el Elíseo, Nicolas Sarkozy y François Hollande, el gobierno, en pleno, los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado, todos los partidos políticos nacionales, anunciaron su participación unánime en la manifestación parisina, en la noche de ayer.
Diez horas antes de la manifestación, Francia descubrió una penúltima provocación: ochenta tumbas profanadas, con cruces gamadas, en el cementerio de un pequeño pueblo alsaciano, Quatzenheim. Provocación firmada por una oscura organización «autonomista» de ultra derecha racista, «orgullosa de su acción» firmada con símbolos nazis.
Emmanuel Macron cambió inmediatamente toda su agenda presidencial para presentarse en Quatzenheim, con un mensaje de unión nacional y firmeza: «Francia, en pie, contra el odio antisemita. Nuestras leyes, perseguirán y castigarán a los culpables de estos crímenes odiosos. Francia, unida, es un bloque sólido, en pie».
Las más altas jerarquías de las tres religiones del Libro, cristiana, judía y musulmana, coincidieron en insistir en su solidaridad, moral, espiritual, política, social.
Como una piña
La jerarquía católica promovió una protesta común a todas las confesiones religiosas presentes en Francia: católicos, judíos, protestantes, ortodoxos, musulmanes, budistas, unidos en un rechazo silencioso y firme contra la barbarie antisemita: «Debemos estar al frente de un aldabonazo moral, a favor de la vida en común, contra todas las manifestaciones de odio».
Ante el Memorial de la Soah, en memoria de los judíos deportados a los campos de concentración nazis, Emmanuel Macron volvió a reunirse con los representantes del judaísmo francés, a última hora de la tarde de ayer, acompañado de los presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado. Tras ese acto, el presidente de la República celebró una cena de solidaridad organizada por el Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIJF), a la misma hora que los máximos representantes del gobierno y todos los partidos políticos se reunían en la parisina Plaza de la República, en un acto de solidaridad contra el odio antisemita.
Solo la Agrupación Nacional (AN, extrema derecha) de Marine Le Pen estuvo ausente en todas las manifestaciones nacionales. Ni ella ni su partido fueron invitadas a participar en ninguna manifestación. La presidenta de AN, por sus parte, calificó de «oportunismo político» las manifestaciones que se sucedieron en París y varias capitales de provincias.
En la parisina Plaza de la República, numerosos ministros y representantes de todos los partidos políticos fueron recibidos por una multitud silenciosa que paseaba pancartas que decían: «Basta». «No al antisemitismo». «Contra el racismo».
Anónimos, entre la multitud, Nicolas Sarkozy y François Hollande encarnaban la continuidad del Estado, más allá de cualquier diferencia política. Sarkozy hizo una breve declaración: «Me parece normal estar aquí, como ex presidente y como simple ciudadano. Debemos exigir firmeza, simplemente. Ahora, y rápido».
Ante los millares de hombres y mujeres reunidos, en comunión cívica, en la Plaza de la República, los políticos y sindicalistas decidieron dejar la palabra a los representantes de la sociedad civil, asociaciones humanitarias, y artistas. Al final de la manifestación, el rapero, escritor y realizador Abd Al Malik, francés de familia africana, comenzó a entonar las primeras estrofas del himno nacional, La Marsellesa, secundado a coro por las decenas de millares de manifestantes.