Un estudio reveló que el 80% de los adolescentes está de 4 a 6 horas diarias frente a la computadora, el celular y la TV. La cifra se duplicó en 5 años. Afirman que el fenómeno es mundial y refleja un fuerte cambio cultural.
Los adolescentes de ayer se comunicaban, con suerte, vía teléfono de línea. Los de hoy, generación 2.0, surfean sobre una multiplataforma, un mar de información en el que flotan pantallas, y desde la cual ellos hacen todo: jugar, estudiar y comunicarse. El vínculo es tal, por lo necesario, cotidiano y aceptado, que ya pasan más tiempo conectados a las pantallas que en la escuela.
El dato surge del libro “ Los adolescentes del siglo XXI, los consumos culturales en un mundo de pantallas” , escrito por Roxana Morduchowicz, directora del programa Escuela y Medios del Ministerio de Educación de la Nación. En sus páginas, la especialista da cuenta de que en un año, en promedio, los chicos pasan más tiempo con los medios de comunicación y las tecnologías (TV, Internet, teléfono celular) que con cualquier otra actividad, incluyendo la escuela.
La autora indagó entre 1.200 jóvenes de 11 a 17 años en Argentina, durante 2011, por el programa que ella dirige y comparó esas respuestas con las mismas de otros jóvenes, hechas en 2006. Allí, se refleja claramente la aceleración de los cambios. De acuerdo con el informe, ocho de cada diez chicos y chicas pasan entre cuatro y seis horas con los medios mencionados. En 2006, eran la mitad.
“Efectivamente, el gradual crecimiento de la tecnología en los hogares, en especial en relación con la aparición del celular y de la computadora, aumentó en casi una hora diaria el tiempo de exposición a los medios y la tecnología en los adolescentes”, explica la Morduchowicz en su libro. “Para las pantallas no hay feriado, vacaciones ni recesos. Por el contrario, en las pausas escolares el tiempo invertido aumenta”, detalla, y aclara que el fenómeno es universal: cita el caso de Francia, donde “los adolescentes pasan 1.200 horas por año frente a las pantallas, contra 900 en clase”.
Ariel Melamud, pediatra, coordinador del grupo de Informática de la Sociedad Argentina de Pediatría, pide no alarmarse con estas transformaciones y entenderlas en el contexto: “Estar más tiempo conectado a la red que en la escuela es parte de sus vidas. Tenemos que evaluar los cambios culturales situándonos en que somos parte de ese cambio. No estamos mirando la historia como observadores, si no como participantes. Aunque claro, eso es muy difícil”.
Esta transformación está sostenida por la invasión contundente de la tecnología en las casas. Morduchowicz aporta datos en su investigación que lo demuestran:
- El 100% de los hogares tiene al menos un celular.
- En 2006, sólo el 15% de las casas tenía conectividad a Internet. En 2011 ya era el 50%.
- 7 de cada 10 adolescentes tienen un celular propio. Entre los 15 y 17 años, son 9 de cada 10.
- Los adolescentes pasan cada vez más tiempo dentro de la habitación. Y la mitad de los cuartos de los adolescentes tiene televisión.Se duplicó el tiempo que los adolescentes permanecen conectados a Internet: el 55% está conectado entre dos y cuatro horas, casi el doble que en 2006.
En definitiva, Morduchowicz considera que la responsabilidad del impacto de la transformación es de los padres. “¿Por qué pasan tanto tiempo con las pantallas? En la Argentina, según estudios de bienes culturales, hay más pantallas que bienes gráficos. Hay más teles, más compus, celulares y aparatos de DVD que libros y revistas. No responde a una cuestión económica, porque es más caro, si no que es por las prioridades que los padres tienen en el tiempo de ocio de los chicos. Y la verdad es que los padres prefieren las pantallas”, explica a Clarín.
Pero sí, advierte Melamud, hay que tener cierto control sobre el grado de uso y contacto que tienen los chicos con estos soportes porque el abuso también genera patologías como obesidad, dolores de cabeza, problemas en las articulaciones de las manos: “El uso está bien. Y el abuso está mal. El punto crucial de esta cuestión es que como adultos tenemos que mirar que no se cruce esa línea, que la vida de relación del chico no se vea resentida”. El médico es claro sobre quiénes deben estar atentos: “Esto es una tarea que se tiene que desarrollar entre el colegio, los padres y el pediatra. Pero sobre todo los dos primeros ”.