Mel Gibson: “En un mundo de superhéroes, quise homenajear a uno de verdad”

Hoy martes cumple 61 años. Controvertido, volvió a la dirección con “Hasta el último hombre”, que transcurre en la Segunda Guerra Mundial, y por la que ya aspira a tres Globos de Oro. Se basa en la historia de un pacifista que salvó a 75 soldados sin disparar un solo tiro.

La Repubblica y Clarín

Mel Gibson está en el Hotel Danieli, a un paso de Piazza San Marco, en Venecia. Luce una barba de profeta y camisa deportiva, toma café y se prepara para la jornada que habría de señalar su gran retorno a la dirección cinematográfica.

Fuera de concurso, en la Mostra, estuvo Hasta el último hombre, la película que, a diez años de Apocalypto, confirma detrás de la cámara a una de las figuras más controvertidas del cine contemporáneo.

Intemperancias y salidas tremendas han relegado al divo australiano a la lista negra de las grandes corporaciones cinematográficas. No lo han salvado la fama, los Oscars ganados, las recaudaciones estratosféricas de sus filmes. Más tarde, a quienes le pregunten qué significa hoy Hollywood para él les responderá: “Supervivencia”.

Es todo menos fortuito que haya elegido la historia de un héroe pacifista de la Segunda Guerra Mundial. Desmond Doss (Andrew Garfield) fue el primer objetor de conciencia que recibió una medalla de honor del Congreso de los Estados Unidos sin haber tocado un fusil. Doss consiguió salvar a 75 soldados durante la batalla de Okinawa.

“En un mundo de superhéroes con trajes de poliuretano elástico, me pareció necesario homenajear a un héroe de verdad”, bromea Gibson con expresión gentil e intensa. (La película estrena este jueves en la Argentina.)

-Vuelve a la Mostra de Venecia veintiún años después de “Corazón valiente”.

-Considero un honor estar aquí y me parece que el Lido ha permanecido igual respecto de 1995. Recuerdo que después de la proyección, el filme fue muy bien recibido, vine a pasear a Piazza San Marco. Estaba desierta. Un momento de quietud perfecta. Me gusta Italia; tengo desde hace años un proyecto sobre la historia de la familia Medici.

-¿Por qué la historia de este héroe humilde?

-Porque era tan extraordinaria como verdadera. La historia de un hombre que en un momento terrible se mantiene firme en sus principios religiosos y eso le da la fuerza para llevar a cabo grandes gestos. Son hombres poco frecuentes, que sin embargo hay en todas las épocas, las culturas, las religiones. Ese heroísmo desinteresado que alimenta los mitos, las leyendas, que nos cuenta qué podemos llegar a ser los hombres con lo mejor de nosotros. Desmond Doss obraba para ayudar a sus semejantes. Puro altruismo. Y nadie, ni el Estado ni los otros héroes de guerra lo convencieron de que diera los derechos para que se contara su historia. Lo hizo la iglesia a la que pertenecía, después de su muerte. Si estuviera vivo hoy, Doss no iría a ver la película. Pero si desde donde está ahora pudiese verla, espero que lo ponga resignadamente contento.

-El mensaje en contra de la guerra llega fuerte y claro. Pero hay escenas de batalla terriblemente cruentas.

-Para hacer que el público comprenda el horror de ciertas situaciones hay que conducirlo en las acciones. Hacer que comprenda el infierno. No son tan largas las escenas, pero entiendo que se puedan recibir así porque son horribles. Aunque necesarias: la realidad es peor todavía. La película también es un homenaje a los veteranos de guerra. Hicimos que la vieran muchos de esos veteranos, combatientes de Corea, de Vietnam, de Irak. Les pareció catártica, un poco difícil, pero terapéutica. Eso me alegró. Y está Damien, un muchacho con quien trabajó Andrew, que perdió las piernas en Afganistán. Vino a hacer las pruebas de casting y estuvo buenísimo en el set. Y si bien estoy de acuerdo con Obama en cuanto al control de las armas en los Estados Unidos y no creo que existan guerras justas, pienso que hay que dar amor a quien combatió y sufrió.

-Uno de los protagonistas de la historia habla del respeto que debe haber por cada credo religioso.

-Las convicciones religiosas se traducen en acciones concretas: las hay que te permiten matarte vos mismo y a los demás. Doss puso en práctica su credo basado en el amor. Lo hizo en las peores condiciones posibles. Arriesgó la vida para salvar a sus hermanos. Eso es lo que cuenta.

Una carrera como director llena de éxitos​

​La carrera de Mel Gibson como cineasta empezó en 1993, con El hombre sin rostro, un drama sobre el vínculo entre un maestro retirado -interpretado por él mismo- y un niño. Después se abocó a películas históricas. Por Corazón valiente (1995), donde interpretó a William Wallace, un rebelde escocés del siglo XIII, ganó el Oscar al mejor director (la película también se llevó el premio). Después de una pausa, volvió a ponerse detrás de cámaras en 2004 con La Pasión de Cristo, su filme más exitoso, hablado en arameo y que levantó polvareda por sus largas y explícitas escenas del martirio de Jesús. Levantó la puntería con Apocalypto (2006), una aventura hablada en náhuatl que transcurría en el ocaso de la civilización maya, justo antes del descubrimiento de América.

Una vida jalonada con escándalos

A lo largo de su vida Mel Gibson protagonizó varios escándalos, la mayoría con el alcohol como denominador común. Según declaró, empezó a tomar a los 13 años. Ya en 1984 fue arrestado en Canadá por conducir borracho, un incidente que se repitió en 2006, en Los Angeles. Pero esta segunda vez, el incidente se agrandó porque al momento de ser detenido, Gibson profirió una serie de frases antisemitas. Pidió disculpas, pero el daño estaba hecho: le costó casi diez años sin filmar en Hollywood y la separación de su mujer, Robyn, después de 26 años de matrimonio. En 2010 su nueva pareja, la pianista rusa Oksana Grigorieva, pidió una orden de restricción para que no pudiera acercarse a ella ni a la hija de ambos, acusándolo de violencia y filtró audios en los que la amenazaba.