Torreón, Gómez Palacio y Lerdo, principales municipios de la Comarca Lagunera, en el norte de México, sobreviven hace seis años al fuego cruzado entre el cártel de Sinaloa y los Zetas. La zona ya se ha convertido en la más peligrosa del país.Desde que asumió el presidente Enrique Peña Nieto el pasado 1 de diciembre, se han registrado más de 160 homicidios en la zona norte de México, la zona roja más violentas del país.
Torreón ha sido durante más de un siglo centro de distribución hacia la frontera con Estados Unidos. Con el eslogan de “la ciudad que venció al desierto”, hoy se ha convertido en un lugar controlado por narcos.
En el año 2007, los Zetas comenzaron a disputar la plaza a los hombres de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, jefe del cartel de Sinaloa. A partir de ahí comenzó una serie de balaceras indiscriminadas, que derivaron en la aparición de cadáveres decapitados y descuartizados en cualquier calle o colgados de los puentes. También es muy común la corrupción policial, la extorsión y los secuestros, así como el robo de vehículos. En cuestión de cinco años, los asesinatos pasaron de 33 a 761 sólo en Torreón.
La aplicación del Plan Laguna Segura, creado hace menos de dos años con la superposición de soldados, marinos y policías federales, estatales y municipales, resultó un fracaso; fundamentalmente, por el escaso número de agentes de seguridad: unos 1.500 efectivos para los más de 650.000 habitantes de Torreón.
Hace unos años ya, los Zetas parecen estar perdiendo la guerra. Fueron expulsados por los llamados “M” o “Gente Nueva”, un grupo criminal al servicio del cártel de Sinaloa. Sin embargo, las autoridades no ocultan su temor de que llegue el día en que desafíen al propio Chapo y se hagan los nuevos amos de la región.
Los heridos y fallecidos van a parar al Hospital Universitario. “Hace cinco meses vino un hombre interesándose por un herido al que, después de pasar por el quirófano, habíamos bajado a planta. Entró a la habitación y fue preguntando a los enfermos por sus heridas, hasta que dio con quien buscaba y lo remató de ocho balazos. Era mediodía. El asesino salió caminando tranquilamente por la puerta. Ahora ya tenemos cámaras”, comentó su director, Enrique Serna.
La morgue del hospital tiene capacidad para seis cuerpos, sin embargo “hemos llegado a tener 20 cadáveres. Los tenemos que dejar en el piso. Si alguno llega descompuesto, el mal olor se extiende por el hospital y hasta por las cuadras vecinas”.
La funeraria Flores trabaja las 24 horas. Sus seis empleados recogen los cadáveres. “Vamos con miedo, solos en la madrugada, sin protección. Muchas veces están desmembrados o sólo se encuentran las puras cabezas. A algunos les ponen un palo en la espalda y alambre alrededor del cuello y les hacen un torniquete. Ya he visto todo lo que se le puede hacer a un cuerpo humano”, explicó uno de los trabajadores. La incineración es algo que se está poniendo de moda. Ya no hay velatorios públicos, porque pueden ser un gran riesgo.
En Gómez Palacios, la cárcel fue cerrada tras el motín que se produjo el pasado 19 de diciembre y que dejó una veintena de muertos. Unos 400 soldados protegen esta ciudad de más de 300.000 habitantes, donde casi no quedan policías. Su alcaldesa, Rocío Rebollo, se quedó sola. Hace dos semanas, la mayoría de los policías municipales y su secretario de Seguridad fueron detenidos por vínculos con la delincuencia organizada. “Me dieron en la madre. Nunca pensé vivir una situación como esta. Jamás tuve un indicio de que estaban involucrados”, dijo, y agregó “estoy completamente sola en esto”.
Rebollo lamenta la falta de coordinación entre los municipios de la Comarca, que lleva a que se arrojen los muertos en el territorio del vecino para bajar las tasas de homicidios propias. “La última vez que me reuní con los alcaldes de Torreón y Lerdo fue hace más de un año”.
Eduardo Olmos, alcalde de Torreón, exclamó, “es una Torre de Babel. Tenemos dos gobiernos estatales, dos regiones militares, dos destacamentos de policía federal… Los únicos que parecen tener un concepto de región son los cárteles”.
El periódico El Siglo de Torreón, fundado en 1922, ha sufrido también una modificación en su manera de trabajar. Javier Garza, subdirector del diario que tira unos 30.000 ejemplares y cuenta con 160.000 usuarios de promedio en Internet, explica que además de una fuerte inversión en seguridad, la violencia obligó a cambiar las rutinas periodísticas: “no se cubren las balaceras en vivo, no se filma, se han acabado las exclusivas policiales, y sacar las cámaras es una operación de riesgo. Tratamos de no crear escándalo con la violencia, . Parte de la saña de los criminales es su mensaje y no queremos ser sus voceros”.
El profesor Roberto López Franco, ex director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuenta que “no hay toque de queda, pero a partir de las nueve de la noche Torreón es una ciudad fantasma, alarmada por la descomposición del tejido social. Nuestra juventud está siendo aniquilada por la pobreza, la droga y las armas”.