“Mi vida terminará después de este tuit”: un activista iraní se suicida para protestar por la represión en su país

El periodista Kianoosh Sanjari se quita la vida con una apelación a que “algún día los iraníes despierten y superen la esclavitud”.

“Nadie debería ser encarcelado por expresar sus opiniones. La protesta es el derecho de todo ciudadano iraní. Mi vida terminará después de este tuit pero no olvidemos que morimos y morimos por amor a la vida, no a la muerte. Deseo que algún día los iraníes despierten y superen la esclavitud”. Este mensaje subido poco antes de las 7 de la tarde de ayer hora local a la red social X (antes Twitter), y que ha tenido ya más de dos millones de reproducciones, marca el dramático final del activista iraní Kianoosh Sanjari.

Poco antes, Sanjari había subido una inquietante imagen desde una ventana con el texto “Puente Hafez, Chaharso”, en Irán. Ya no habría más mensajes: el activista había decidido suicidarse para protestar por lo que denominó la “dictadura de (líder supremo) Jameneí”, en un acto que anunció en redes sociales en unos mensajes en los que llamó a los iraníes a “superar la esclavitud”.

Otros activistas como Hossein Ronaghi o el cantante Mehdi Yarrahi confirmaron en redes sociales el suicidio de Sanjari, que fue también periodista, según informa Efe.

“Hicimos todo lo que pudimos, anoche y hoy, pero Kianoosh se ha ido”, escribió en X Ronaghi. Las autoridades iraníes no se han pronunciado acerca de su muerte.

Los activistas para los que pidió la liberación son Fateme Sepehari, Nasrin Shakrami, Arsham Rezaei y Tomaj Salehi, todos ellos condenados por su participación en las protestas desatadas por la muerte de Mahsa Amini tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico en 2022.

Sanjari abandonó Irán en 2007 tras años de arrestos y se exilió en Estados Unidos, donde trabajó para medios opositores a la República Islámica.

Pero regresó a su país en 2016 después de que su madre enfermara y fue detenido y condenado a 11 años de cárcel. Tres años más tarde fue ingresado en un hospital psiquiátrico, donde denunció que sufrió torturas como electrochoques y le ataban a la cama.