La enfermera argentina radicada en Bélgica, habló en la 99.9 sobre su experiencia brindando asistencia a los refugiados ucranianos en la frontera con Polonia: “eran imágenes desgarradoras de madres que llegaban solas con sus hijos en los brazos después de días de caminar”.
El drama que está viviendo el pueblo ucraniano es difícil de relatar porque hay que vivirlo en carne propia. La enfermera argentina radicada en Bruselas, Milca Velázquez, decidió junto a su marido trasladarse hacia la frontera de Ucrania con Polonia para asistir a las personas que están huyendo de la invasión rusa.
En la 99.9, contó su experiencia ya de vuelta en suelo belga y comenzando por el motivo que llevó a trasladarse: “fue una colega argentina de origen ucraniano que viendo que estaba posteando yo muchas cosas de Ucrania me preguntó si tenía una relación familiar o algo con el país. Le contesté que al vivir en Bélgica estamos en la cuna de la Unión Europea y a su vez todos los países estaban muy solidarios y empáticos con los ucranianos. Estábamos dolidos por lo que estaban pasando”.
A partir de ahí, empezó a entablar una relación y a interiorizarse de su principal preocupación: “me cuenta que es jubilada y enfermera, que sus padres llegaron a Argentina de Ucrania en 1937, que hablaba ucraniano y tenía a su prima y sus hijas allá. En su agonía desde Argentina por no poder ayuda, la escuché mal, la escuché llorar, empaticé con ella y lo llamé a mi esposo. Le dijimos que queríamos ir a buscarla, no nos conocíamos y se puso a llorar en frente mío. No es que soy rica ni me sobraba el tiempo, pero tenía una semana de vacaciones y decidimos ir para allá porque el caso me tocó”.
Si bien el objetivo no lo logró porque la familia no tenía intenciones de abandonar suelo ucraniano, había mucha gente que necesitaba de la asistencia: “la prima de la señora nunca se decidió a salir conmigo porque las nenas no querían dejar al papá. En esa imposibilidad, me pidió que viniera por otras familias y que venga a ayudar a otros que quieren salir del país. Nos fuimos hacia allá con donaciones en una camioneta”.
No fue fácil ponerse a disposición de los miles de refugiados que llegaban constantemente a la frontera porque además se encontraron con muchas escenas de dolor: “tuvimos la barrera lingüistica porque se hablaba polaco o ucraniano, pero conocimos justo a una ucraniana que hablaba español y fue a solidarizarse con su pueblo. Ella los dirigía a los que llegaban y les preguntaba adonde querían ir”.
Lo que más le impactó a Milca fueron las madres que llegaba con sus hijos en brazos después de días de caminar: “había muchas mamás solas con sus hijos en los brazos, los veía bajar de los autobuses que llegaban a la frontera misma, llegaban todo el tiempo, de día y noche. Llegaban mamás con bebés de 4 o 5 meses y apenas podían caminar porque habían pasado dos o tres días caminando. La gente llegaba y no quería salir porque no tenían fuerzas. Llegan a unas camas tipo militares y se dormían”.
El relato fue desgarrador porque además, la devolvía a ese lugar inmediatamente donde vivió tantas escenas de dolor como de desesperación: “cada micro que se estaciona, suben militares en el momento y ayudan a todos a bajar. A su vez, es agradable ver tanta gente solidaria, te preguntas porque tiene que pasar esto y cargar con esta guerra gratuitamente sobre sus espaldas. Las mujeres se alejan de sus maridos sin saber si los volverán a ver”.