La llegada de antidisturbios dispara la tensión tras las contradicciones policiales. La versión policial reaviva los disturbios en Ferguson.
El gobernador del Estado de Misuri, Jay Nixon, declaró este sábado el estado de emergencia en Ferguson después de que en la madrugada del viernes retornaran los disturbios y las escenas de saqueos que parecían ya superadas en las calles de esta localidad cercana a San Luis (Misuri), donde hace una semana Michael Brown, un negro de 18 años, murió por disparos de un policía.
El toque de queda se estableció para este domingo entre las 12 de la noche hora local y las 5 de la mañana. En una rueda de prensa en Ferguson, junto a Nixon, el encargado desde el jueves de supervisar las protestas, el capitán afroamericano Ronald Johnson, de la policía estatal de autopistas, dio a entender que la prohibición de estar en la calle se limitará a la avenida comercial y sus alrededores, donde se han celebrado las protestas en la última semana.
Johnson sugirió, además, que la policía se mostrará conciliadora en el cumplimiento de dicha prohibición. “No la haremos cumplir con camiones o gases lacrimógenos. La haremos cumplir con comunicación”, afirmó. “Le diremos a la gente: ‘Es tiempo de ir a casa'”.
Por su parte, el gobernador demócrata justificó la medida en el hecho de que no se puede permitir que “unos cuantos saqueadores pongan en peligro al resto de la comunidad”. Y agregó: “Es una prueba, los ojos del mundo están mirando, es una prueba para determinar si esta y cualquier comunidad puede romper el ciclo de miedo, desconfianza y violencia”. Nixon dio a entender que el toque de queda durará varios días al afirmar que dicho ciclo no se rompería en solo “una noche”.
En un posible termómetro de la reacción esta noche a la imposición del estado de emergencia, varios residentes de Ferguson interrumpieron las palabras de Nixon y Johnson para criticar que se establezca un toque de queda cuando no se ha servido “justicia” al no haberse presentado todavía cargos contra el agente que mató a Brown. “Si queremos buscar justicia, primero tenemos que mantener la paz”, replicó incómodo el gobernador.
El efecto apaciguador que tuvo la noche del jueves el traspaso de la supervisión de las protestas a una policía más conciliadora se diluyó al día siguiente. Las emociones volvieron a escalar en la desangelada avenida comercial que se ha convertido en el epicentro de las movilizaciones.
Durante la tarde y noche del viernes las protestas mantuvieron el clima festivo y pacífico del jueves, con cientos de personas —la mayoría negras— congregadas en las aceras de la avenida con pancartas, mientras un reguero de coches hacía sonar sus bocinas. Pero en el ambiente se palpaba una mayor indignación tras el anuncio, a primera hora de la mañana, de que la policía consideraba a Michael Brown sospechoso de participar en un robo, poco antes de ser tiroteado en una calle cercana. Muchos de los congregados consideraban que era una táctica de distracción para alejar el foco del agente que disparó. Más aún cuando la policía reveló que el agente desconocía la implicación de Brown en el supuesto robo.
Pasada la medianoche, el ambiente festivo desapareció con la llegada de antidisturbios a la zona. El jueves no hicieron acto de presencia, lo que ayudó a mantener calmados los ánimos. Algunos manifestantes se enfrentaron a los agentes y les lanzaron botellas. Los policías se replegaron y uno de ellos lanzó un bote de gas lacrimógeno porque “estaba atrapado” entre manifestantes en un párking, según explicó este sábado Johnson.
En paralelo, un grupo de manifestantes empezó a saquear comercios y a romper cristales, como ya hicieron la noche del pasado domingo. Mientras, otro grupo trataba de frenarlos. La policía no intervino durante los saqueos, lo que este sábado fue criticado por el fiscal general de Misuri, Chris Koster, durante una visita a la zona. El fiscal pidió un equilibrio entre el derecho de los residentes a protestar y la protección de la comunidad.
En cambio, Johnson elogió la cautela policial. El capitán admitió también que el viernes estuvo “preocupado” de que la acusación de robo a Brown atizara la tensión en las calles. Era una nueva crítica a la gestión de esta crisis por parte de la policía local y del condado de Ferguson, que han dado información contradictoria y se han enfrentado cinco días con los manifestantes.