El Gobierno proeuropeo de Chisinau busca con sus aliados de la UE soluciones al desabastecimiento mientras negocia con Moscú.
Moldavia ha declarado el estado de emergencia por la crisis energética. El Parlamento moldavo ha refrendado este viernes la petición de la primera ministra, Natalia Gavrilita, para decretar la medida extraordinaria durante un mes ante el desabastecimiento de gas que vive el país de Europa del Este ante la falta de acuerdo para renovar el contrato con la rusa Gazprom, su principal proveedor. El Gobierno prooccidental de Chisinau negocia contra reloj con Moscú, que ha subido el precio del suministro. Mientras, busca fuentes alternativas y ha pedido ayuda a sus aliados europeos en un momento de encaje complejo por la crisis energética global.
El contrato de Moldavia, un país de 2,6 millones de habitantes encajado entre Rumania y Ucrania, con el gigante ruso Gazprom expiró a finales de septiembre. Se prorrogó hasta finales de octubre, pero a un precio muchísimo mayor: 790 dólares (casi 700 euros) el metro cúbico, un coste que el Gobierno moldavo asegura que no puede asumir. El precio medio que pagaba hasta ahora era de unos 200 dólares por metro cúbico.
La declaración de estado de emergencia permite al Gobierno moldavo dotar de fondos extraordinarios a la estatal Energocom para que compre gas de fuentes alternativas. “La situación es crítica”, ha dicho Gavrilita, que ha asegurado en una sesión extraordinaria en el Parlamento que el país afronta un desabastecimiento de 16 millones de metros cúbicos de gas y que Moldavia solo tiene ahora un 67% del que necesita para octubre. Los niveles de presión en la red de gasoductos del país han caído a “niveles críticos” y eso puede dañar el sistema de suministro del país, ha alertado la primera ministra.
Algunos analistas sostienen que Gazprom usa la crisis energética para presionar a Moldavia después de la victoria de la proeuropea Maia Sandu a la presidencia contra el prorruso Igor Dodon el año pasado, y de su partido, Acción y Solidaridad, en las legislativas. “Rusia no estaba contenta y ahora vemos cómo actúa cuando tiene oportunidad, a través de Gazprom”, apunta el analista Radu Magdin, de la consultora Smartlink, con sede en Bucarest, que ve una “clara dimensión política” en la postura del gigante ruso. “Tal como está la situación, ni siquiera se trata del precio del gas, sino de que Rusia busca chantajear políticamente a Moldavia incorporando temas adicionales relacionados con la independencia energética del país y la histórica deuda de gas del Transdniéster [la región prorrusa reconocida por la comunidad internacional como moldava que se autoproclamó independiente en 1990 y en la que Moscú tiene tropas]”, señala Magdin.
Las dificultades en el suministro de gas antes del frío invierno son una prueba para el Gobierno prooccidental de Moldavia. La oposición ya ha cargado contra la presidenta Sandu y la culpa de no involucrarse en la negociación de esta fuente energética con Rusia frente a otros, como el presidente serbio, Aleksandar Vucic, que viajará a Moscú el mes que viene para hablar directamente con el presidente ruso, Vladímir Putin. El Gobierno moldavo puede tener, sin embargo, un balón de oxígeno. El jueves anunció que había obtenido un acuerdo provisional con el FMI para préstamos por valor de unos 564 millones de dólares para los próximos tres años y que recibiría el primer pago a final de 2021.
La crisis moldava es otro capítulo de la emergencia energética global. Varias capitales europeas han acusado a Rusia, que es el principal proveedor de la UE, de no suministrar todo el gas que necesitan y de recortar el bombeo como palanca de presión para que se acelere la aprobación del controvertido gasoducto NordStream 2, que llevará gas ruso directamente a Alemania evitando Polonia y Ucrania y que está solo a falta de la luz verde final tras años de retrasos por la oposición de Estados Unidos —que además quiere colocar su propio gas— y varios países del Este, y las sanciones.
Putin parece tener la llave del gas. Moscú asegura que no hay política tras la crisis, sino un problema de mercado. Aunque este jueves, el presidente ruso volvió a insistir en que si se da la aprobación final al gasoducto Rusia podría comenzar las entregas inmediatamente.
Mientras, una delegación ministerial moldava está en Moscú para negociar con Gazprom un nuevo acuerdo a un precio asumible. Moldovagaz (51% de Gazprom) tiene además una deuda con el gigante ruso del gas de unos 7.200 millones de dólares, según datos de la gasista moldava.
En las últimas semanas, el Gobierno moldavo ha intensificado además los contactos con sus aliados europeos para solicitar ayuda y ya está recibiendo gas de Ucrania, aunque muy por debajo de sus necesidades, advierte el país. La UE tratará la situación de la pequeña república ex soviética en la reunión del consejo UE-Moldavia de la semana que viene. Chisinau busca ampliar sus suministros desde Ucrania y completarlos con envíos desde Eslovaquia. Moldavia también ha pedido ayuda a Rumania, aunque Bucarest no es autosuficiente en sus reservas de gas. El reciente gasoducto entre la rumana Iasi y Chisinau permitiría a Moldavia comprar gas en los mercados internacionales y transportarlo a través de Rumania.