El encuentro número 43 del exclusivo Foro Económico Mundial, que cada año se celebra en el hermoso pueblo alpino de Davos, mostró poca cosa. No mucho más que caras habituales y trajes caros. Ideas innovadoras, no hubo. Esperanzas de pronta recuperación económica, tampoco.
Hace unos años, nadie dudaba de que Davos fuera el club de los ganadores. Hoy ya son pocos los que afirmarían tal cosa, dadas las consecuencias económicas de las políticas que desde allí aplaudieron por décadas. Tampoco se puede decir que sea un grupo de perdedores. Incluso en medio de la depresión, a estas 2.500 personas (entre empresarios, políticos y autoridades financieras) que pagaron hasta 155.000 dólares por tener acceso a las charlas privadas del Foro, les sigue yendo bastante bien. Quizás sea, más bien, el grupo de las ideas fracasadas.
Desde el Fondo Monetario Internacional, en la reunión se habló de una luz al final del túnel, ya que la economía mundial tendería a una leve recuperación después del segundo trimestre de 2013. No sólo suena a una arenga para que no dejen de remar; además, a mí personalmente, la expresión me remite a uno de los últimos discursos de Fernando De la Rúa, por lo que no es una frase que me motive demasiado. En realidad, me suena a que la luz que se ve es un tren que se nos viene encima.
Para el FMI, la economía mundial crecerá un 3.5% este año, una expectativa ligeramente superior al 3.2% registrado en 2012. Sin embargo, consideran que esta mejora no será del todo homogénea. Japón y la eurozona presentan una recesión que no parece estar cerca de terminar en estos meses. Estados Unidos presenta sólo un débil crecimiento. Y únicamente China, junto a algunas economías emergentes como la nuestra, registra leves expansiones.
Muchos economistas se declararon aliviados por el hecho de que no se hayan concretado algunos de los peores temores económicos del planeta. “Estados Unidos no se cayó por el abismo fiscal”, recordó Nariman Behravesh, de la firma de investigación económica IHS Global Insight. Y agregó que “la eurozona no se fundió, Grecia no se separó y China no tuvo un aterrizaje brusco”.
Para el FMI, la economía mundial crecerá un 3.5% este año, una expectativa ligeramente superior al 3.2% registrado en 2012. Sin embargo, consideran que esta mejora no será del todo homogénea.
En el paradisíaco Davos, no se escucharon ideas innovadoras para salir de este estado económico mundial. En la posguerra dominó el keynesianismo. A partir de los años ‘80 prevaleció el modelo neoliberal, que desplazó al Estado de la economía con un programa de privatizaciones, liberalización comercial y desregulación proclamada a inicios de los ‘90 en el famoso Consenso de Washington. Pero en este momento no hay una línea clara a seguir.
La caída del Lehman Brothers y la debacle financiera de 2008 horadaron este último enfoque hegemónico de la economía. A más de cuatro años de la crisis, el mundo sigue buscando un nuevo modelo; y en la cumbre de Davos 2013, no hubo respuestas a esta exploración.
La hegemonía del sector financiero sigue siendo la misma que antes de la caída del Lehman Brothers y el inicio de la crisis en Estados Unidos, que luego emigró a la Unión Europea. Y en tanto ésta no se modifique, resulta difícil hablar de un nuevo modelo.
Se volvieron a escuchar voces contrarias a la postura de Alemania. Angela Merkel insistió nuevamente en la necesidad de implementar las reformas estructurales para garantizar el saneamiento de las economías, como base para el crecimiento futuro y la creación de empleo. “Debemos aplicar hoy reformas estructurales para que podamos vivir mejor mañana”, afirma Merkel, recordando que su país llegó a tener cinco millones de desempleados en 2003 y tuvo que adoptar medidas impopulares para una mayor flexibilidad y competitividad económica.
Frente al mantra alemán de la austeridad y el control del déficit público, hay quienes piden más flexibilidad en los plazos para las economías en dificultades, y no descartan de plano una política monetaria menos rígida. La idea de repensar los plazos fue defendida por gente tan distinta como la directora del FMI o George Soros quien, una vez más, atacó con dureza las políticas del gobierno alemán de los últimos años. El multimillonario cree que la Unión Europea, dominada por Alemania, está “desafinada” con respecto del mundo en cuanto a las medidas necesarias para salir de la crisis.
Un tema en el que no hubo margen para el optimismo fue el de la crisis de empleo que, según datos de la OIT, ya dejó sin trabajo a cuatro millones de personas en 2012 y lo hará con otros cinco millones este año. Su director general, Guy Ryder, denunció que mientras se habla de recuperación económica, la crisis del desempleo es más aguda que nunca y las colas de desocupados siguen alargándose.
Quedó demostrado, como en la reunión del año anterior, que el grupo que se reúne en Davos está intelectualmente en bancarrota. Pero la ideología que enarbola aún tiene mucho poder y no caerá por sí sola. Y desde la otra orilla, tampoco se escuchan voces interesantes.
Davos Man
El término “hombre de Davos” fue acuñado por el politólogo Samuel Huntington. En su opinión, los miembros de ésta élite global se caracterizan por tener poca necesidad de lealtad nacional, contemplan los límites nacionales como obstáculos que de a poco van desapareciendo y tienen a los gobiernos nacionales por residuos del pasado, cuya única función útil consiste en facilitar las operaciones globales de la élite. Sin embargo, en medio del “crac” fueron los gobiernos nacionales quienes dieron un paso al frente, rescataron los sistemas bancarios nacionales y trataron de reactivar sus economías.
Para la mayoría de los líderes que asisten a Davos, el malestar económico es sólo una abstracción. La porción de los beneficios en el PBI de casi todos los países occidentales alcanza cifras récord; lo mismo ocurre con los salarios de los principales ejecutivos. Mientras tanto, los sueldos reales de la mayoría de la población se están estancando, o directamente cayendo. Los líderes de Davos lo justifican como una consecuencia conveniente, si bien triste, del “ajuste estructural”.
Sin embargo, hubo dos ideas debatidas con intensidad este año en el Foro: ¿quién será el líder de mañana? y ¿cómo se ejercerá ese liderazgo?”. El líder del futuro deberá ser una persona capaz de sentir empatía. Sólo así podrá entender las necesidades de aquellos que carecen de poder o influencia.