Después de más de un año y medio de balanza comercial negativa, en el último trimestre del año la Argentina seguramente volverá a tener superávit comercial.
Esto se debe en parte a un tipo de cambio más competitivo, pero también a una serie de medidas tomadas desde diciembre de 2015 para fomentar la exportación. Este cambio de tendencia se da en el marco de un proceso de transformación económica, que hará que el comercio exterior sea un motor importante del desarrollo argentino.
Cuando llegamos al Gobierno, el comercio exterior estaba deprimido, tanto en las importaciones (que necesitamos para producir, ya que casi 8 de cada 10 dólares de importación forman parte de procesos productivos en la Argentina) como en las exportaciones, que entre 2011 y 2015 cayeron nada menos que 32%. Ese fue, en gran medida, el resultado de un conjunto de políticas públicas antiexportadoras, ante las cuales el sector privado reaccionó reduciendo sus exportaciones o dejando de exportar: de cada tres empresas que exportaban en 2006, solamente una seguía haciéndolo en 2015. Así, perdimos capacidades exportadoras y mercados que había costado años conseguir.
Para revertir esta situación, primero normalizamos el comercio exterior (terminamos con el cepo y las restricciones a la exportación, unificamos el tipo de cambio y eliminamos la obligación de liquidar divisas, entre otras cosas). En segundo lugar, trazamos una importante agenda de mejora de la competitividad sistémica de la economía. Para reducir el costo fiscal aprobamos la reforma tributaria y el pacto fiscal; para reducir el costo financiero sancionamos la Ley de Financiamiento Productivo (aunque obviamente no alcanza para enfrentar las dificultades actuales); para reducir los costos logísticos lanzamos un gran plan de infraestructura que ya muestra avances en autovías, puertos, aeropuertos y ferrocarriles. Y y hay avances y una agenda clara, además, en temas de competitividad laboral, simplificación y desburocratización.
Sobre esta base llevamos adelante una estrategia de inserción internacional con tres ejes. Por un lado, buscamos facilitar el comercio con proyectos como la Ventanilla Única de Comercio Exterior y con Exporta Simple. En segundo lugar, estamos abriendo mercados y negociando acuerdos comerciales, entre los cuales se destacan uno con Colombia, que permitirá exportar 42.000 autos por año, y el que logra evitar la doble tributación en la exportación de servicios con Brasil. Además, se abrió una gran cantidad de mercados para productos agroindustriales. Finalmente, desde la Agencia de Inversión y Comercio Exterior, desde el BICE y desde el Ministerio de Producción y Trabajo acompañamos a las empresas en el difícil proceso de internacionalización, con eje en la mejora de la calidad y de las certificaciones y en desarrollar una mejor oferta exportable.
Los resultados comenzaron a verse. Las exportaciones crecieron en 2016 y 2017 y subieron 5% en los primeros siete meses de 2018 a pesar de la sequía. El nuevo tipo de cambio nos encuentra en este proceso de transformación que tenemos que hacer juntos el sector público, el privado y los trabajadores. En el pasado, muchas veces confiamos en que una devaluación arreglaba los desequilibrios; así, por décadas dejamos de trabajar en las cuestiones de fondo. Esta vez es diferente: estamos frente a algo mucho más importante que una devaluación competitiva, estamos haciendo las reformas necesarias para crecer de manera sostenible. En el corto plazo, el comercio exterior va a ser parte de la solución a la actual coyuntura económica. Más importante aún, se va a convertir en un motor importante de nuestro desarrollo sostenible.