Kim Ki-nam sirvió como jefe de la propaganda a las tres generaciones de líderes norcoreanos.
Fue en 2019 cuando dieron la vuelta al mundo varias fotografías de Kim Jong-un cruzando una montaña nevada a lomos de un semental blanco. Las redes sociales de Occidente se llenaron de memes, pero en Corea del Norte, esas imágenes, cargadas de simbolismo, se las tomaron muy enserio: el líder supremo subiendo a caballo al monte Paektu, un lugar sagrado para muchos coreanos, tanto del Norte como del Sur, y cargado de leyendas inventadas por la propaganda de Pyongyang.
El Parktu, un volcán que se extiende por la frontera con China, habría sido el lugar de nacimiento de Kim Il-sung, fundador de Corea del Norte y abuelo del actual líder, además de servir como el campamento militar en el que el padre del régimen forjó la resistencia contra las tropas japonesas. Los libros oficiales norcoreanos dicen que en esa montaña también nació el segundo gobernante de la dinastía, Kim Jong-il, aunque los historiadores aseguran que lo hizo en Rusia.
Muchas de esas historias que ensalzan el culto extremo a la personalidad de los Kim salieron de la cabeza de un funcionario que sirvió como jefe de la propaganda a las tres generaciones de líderes norcoreanos. Él, Kim Ki-nam, murió el martes en Pyongyang a los 94 años a causa de una insuficiencia orgánica múltiple.
La agencia oficial de noticias KNA publicó que, este miércoles por la mañana (hora local), el presidente Kim Jong-un había asistido al funeral de un “veterano revolucionario que había permanecido infinitamente leal al país hasta el final de sus días”. El entierro será mañana, jueves.
Desde Seúl, donde supervisan meticulosamente cada acto que se celebra en su vecino totalitario, también se han acordado del difunto Kim, pero para compararlo, como han hecho otras veces, con Joseph Goebbels, el jefe de propaganda de la Alemania nazi. “Era ampliamente conocido por el mantra de repetir una mentira con suficiente frecuencia hasta convertirla en verdad”, sostiene la agencia surcoreana Yonhap.
“Kim Ki-nam fue un teórico prestigioso y un destacado activista político, veterano de nuestro partido y de la revolución”, le recuerdan los medios norcoreanos. Los estudiosos de la dinastía de dictadores atribuyen a Kim la autoría de toda la narrativa que une a los líderes con el “linaje Paektu” y que ayudó a consolidar la veneración exagerada.
Su carrera comenzó a despegar en 1966 como subdirector del Departamento de Propaganda y Agitación de Pyongyang, que más adelante dirigiría, logrando un control total sobre toda la información que circulaba dentro del país. Los analistas han apuntado a que tenía una relación especialmente estrecha con Kim Jong-il (“compañeros de bebida”, señalaban informes internos).
En la década de 1970, dirigió también el periódico oficial, el Rodong Sinmun. Tras la muerte del fundador del país, Kim Il-sung, en octubre de 1994, este funcionario fue quien cocinó el guion mediático para una limpia sucesión del liderazgo, para que todo el poder pasara sin trifulcas internas a manos del heredero. Lo mismo hizo con la repentina muerte de Kim Jong-il en 2011, acelerando el ascenso de un joven Kim Jong-un, que apenas tenía 20 años.
Kim Ki-nam se jubiló en 2017 y su cargo como jefe de la propaganda lo asumió la hermana del líder supremo, Kim Yo-jong, quien entonces apareció en todas las quinielas como una de las candidatas más fuertes a liderar en un futuro Corea del Norte.