Clarín visitó el área de simulacros, la única de un hospital pediátrico en el país. Aseguran que la tecnología les permite tener un realismo casi del 100%.
Federico tiene 7 años. Habla, llora, e interactúa con los mayores. Puede estar en óptimas condiciones, y en caso contario puede morir. Tiene muchas cualidades de un niño, pero es un muñeco que forma parte del centro de simulación del hospital de pediatría Garrahan. “Nos permite tener un realismo casi del 100%”, asegura una médica que convive a diario con él.
Como todos los hospitales públicos del país, el Garrahan no está exento de problemáticas, como paros de trabajadores, recortes presupuestarios y falta de insumos. Pero en esta área se respira un microclima. “Lo que vas a ver es exactamente igual a la terapia intensiva”, adelanta un experto. Abre una puerta y nos presenta el único centro de simulación que existe en un hospital pediátrico del país.
¿Para qué simular? Para que la primera experiencia nunca sea en los niños. Antes de realizar cualquier tipo de procedimiento, los médicos deben practicarlo sobre muñecos, maquetas y pantallas. Y lo hacen con frecuencia. En promedio se realizan dos o tres simulacros por día, que involucran de 10 a 15 profesionales en forma simultánea. Entre enero y agosto de este año hubo 300 actividades de simulación, con más de 893 horas simuladas en prácticas médicas y 3.497 capacitaciones.
El área funciona desde hace tres años y cuenta con tres salas. La primera es la de simulación clínica, donde está Federico junto a monitores, drenajes y equipos para tomar la presión. Hay “bebés” que se entregan a los padres para que aprendan a cuidarlos. Impresiona verlos “respirar” y seguir el latido de sus corazones. “Un equipo de tres enfermeros se dedican a fabricar simuladores. Nos ayudan a enseñar con muy bajo costo”, cuenta Carla Prudencio, coordinadora de educación continua de enfermería.
En la segunda sala se simulan las cirugías mínimamente invasivas, de abdomen y tórax, en bebés. “Los movimientos pequeños, con instrumental delicado, merecen un entrenamiento específico”, cuenta la cirujana María Marcela Bailez. “Festejamos el error, pero en los modelos, no en los pacientes. Además, evitamos el uso de animales, que es muy cuestionado”, subraya. Las prácticas se realizan con muñecos creados con silicona, pero también con celulares y tablets.
La tercer sala se dedica a la simulación de neurocirugía endoscópica. En otras palabras, allí se practican las operaciones de cerebros. “Tenemos cuatro torres de simulación y en cada una trabajan tres o cuatro neurocirujanos. Reciben un entrenamiento y después una evaluación. Podemos hacer una simulación como si fuera un sangrado o como si fuera sacar distintos tipos de tumores”, explica Roberto Jaimovich, jefe del servicio de neurocirugía.
Las simulaciones se hacen en estas salas, pero también “in situ”, en cualquier sector del hospital. Ya se realizaron 54 de este tipo, donde participaron 283 profesionales. “Por ejemplo, queremos reproducir a un niño que después de una cirugía tiene convulsiones. Entonces vamos al servicio de recuperación anestésica con un muñeco, que parece un niño porque respira, late y tose. Allí reproducimos el escenario”, precisa Juan Carlos Vassallo, coordinador de docencia.
“Hoy es imposible pensar que un cirujano, un pediatra, un enfermero se evalúan mediante un examen escrito. No es eso lo que va a pedir la sociedad, sino que va a pedir que se desempeñe con sus habilidades, sus técnicas y sus destrezas”, proyecta Susana Rodríguez, directora de docencia e investigación. Y concluye: “La simulación es el futuro de la medicina”.