Si la tarea maternal es tomada como una actividad económica, el número de 1.080.682 descendería a cerca de 320.000; el 30% de estas mujeres deja el colegio o su trabajo para ser amas de casa.
“Mi prioridad es cuidar a mis hijos, que coman, se bañen, descansen, que no les falten pañales, comida ni leche”, dice Analía Correa, mamá de Romeo (3) y Liz (2). A eso dedica sus días esta joven de 21 años, que vive en La Cava, una villa de San Isidro, y por ello no puede estudiar ni trabajar.
Según el informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) titulado Jóvenes que cuidan: impactos en su inclusión social, la realidad de Analía, como la de tantas otras madres adolescentes, pone en duda el término ni-ni (jóvenes que ni estudian ni trabajan) que las engloba.
Para ellos, si bien estas mujeres no llevan adelante ninguna de esas dos actividades, sí se ocupan de cuidar a sus hijos, una tarea no remunerada, esencial para el sostenimiento de la sociedad.
La investigación muestra que de los 1.080.682 jóvenes que están catalogados como ni-ni, el 67% son madres adolescentes que cuidan de sus hijos, hermanos o adultos mayores. Si se considera al cuidado como una actividad económica, el número de ni-ni se reduciría entonces a 324.205.
“Este debate viene de los años 90, cuando se instaló la idea de que existían jóvenes excluidos que no estudiaban ni trabajaban, según las encuestas de hogares. Esa construcción ponía en valor la idea de que había jóvenes que debían estar estudiando o trabajando, y ni siquiera buscaban trabajo”, explica Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). Y agrega: “Después vinieron estudios que empezaron a mostrar que muchos ni-ni en realidad eran mujeres con tareas reproductivas, que se ocupaban de todo lo doméstico para que el esposo pudiese trabajar y los chicos tuviesen manutención. No era que no estudiaban ni trabajaban, sino que hacían trabajo doméstico intensivo”.
Desde el Gobierno, Gabriel Castelli, viceministro de Desarrollo Social de la Nación, advierte: “El concepto ni-ni nunca me gustó, me parece demasiado despectivo. Y más cuando constatás que gran parte de este universo corresponde a madres jóvenes, chicas que no tienen otra que quedarse al cuidado de sus hijos y ver cómo pueden sobrevivir”.
Para el funcionario, la idea que más les interesa impulsar desde el ministerio es que “hay esperanza de una vida mejor”. “Que frente a esta realidad de una maternidad temprana puedan sentir que no se acaba el mundo“, agrega.
Pero lo cierto, según Salvia, es que estas son mujeres que, por tener que cuidar de sus hijos, no tienen la posibilidad de aspirar a otra vida. Y ahí entra en discusión la falta de oportunidades para los estratos más pobres.
“Son ni-ni distintas a las de los varones que están en la esquina tomando cerveza o pidiendo. Pero incluso, con el tiempo, también se descubrió que este grupo no es que no trabajaba, sino que lo hacía en actividades ilegales. Ellos también buscan garantizar su subsistencia, sólo que lo hacen en situaciones de marginalidad y en condiciones extralegales. En ambos casos, los jóvenes no eligen esto por voluntad, sino por su situación y construcción social. Dentro de su mundo se reproduce este modo de vivir”, resume Salvia.
En conclusión, para el director de la UCA, la categoría ni-ni sigue siendo estadística, y al englobar jóvenes con diferencias económicas y socioculturales tiene un valor cuestionable y debe ser relativizada.
Lo mismo sostiene Gimena de León, autora del informe de Cippec, para quien “el ni-ni está mal configurado en el imaginario general, porque está más vinculado al chico tomando cerveza en la esquina que al trabajo de cuidado”.
“Hay países que lo han calculado en relación con lo que representa en el PBI y en algunos casos llega hasta el 20%, como Colombia y México. Es un trabajo socialmente útil.”
En lo que todos coinciden es en que el cuidado de los hijos es una actividad en sí misma, y que esto tiene que ser tenido en cuenta y valorado. Pero no están de acuerdo en qué se entiende por ni-ni ni de cuántos jóvenes estamos hablando.
“A mí me da miedo decir que si incluimos a estas mujeres, entonces baja el número de ni-ni, porque no es que los jóvenes no quieren trabajar, sino que no hay oferta de trabajo. Lo mismo pasa con la educación. Existe una diferencia entre los jóvenes ni-ni y los ni-ni-ni [los que no estudian ni trabajan ni buscan trabajo]. El concepto ni-ni no me parece estigmatizante porque interpela más al sistema educativo y al mercado laboral que no generan las condiciones para que se puedan incluir”, afirma Daniel Arroyo, ex ministro de Desarrollo Social y hoy integrante del directorio del Banco Provincia.
Maternidad adolescente
Un dato importante para señalar es que del total de jóvenes que cuidan, el 95% son mujeres y el 5% varones. Y que en la Argentina, una de cada seis mujeres tiene su hijo antes de los 19 años. La maternidad adolescente se da mayormente en contextos de desigualdad: 7 de cada 10 madres jóvenes pertenecen a hogares de bajos ingresos. “En el caso de las mujeres de ingresos bajos, su sueldo puede representar el 40% de los ingresos totales del hogar. Si tiene un hijo, no tiene con quién dejarlo y no puede trabajar, le cuesta salir de la pobreza”, agrega de León.
En los últimos años, las demandas de cuidado se incrementaron, aumentando así la presión hacia las familias. Ante esta situación, las jóvenes de altos ingresos pueden contratar servicios especializados o ayuda doméstica para el cuidado de sus hijos, mientras que las de bajos ingresos tienden a recurrir a familiares u ocuparse ellas mismas. Según el estudio, el 30% de quienes tienen responsabilidad de cuidado tuvo que dejar la escuela o su trabajo.
“El objetivo del estudio fue poner en la agenda lo importante, que es que el Estado intervenga en las cuestiones de cuidado. En especial en la juventud, porque es muy grave que no haya instrumentos de política pública para los que fueron padres. Porque es en esta etapa en la que tenés cuatro pasos que son emancipatorios: tenés tu primer hijo, terminás los estudios secundarios, ingresás al mercado laboral y lográs un hogar propio”, explica de León.
Y agrega: “Es muy importante la secuencia entre estos pasos. Uno desearía que primero terminen la escuela, después consigan un trabajo, tengan su hogar y por último planifiquen un hijo. Si esto se altera va a ser mucho más difícil que puedan alcanzar los otros pasos”.
Mirna Florentín es una de las coordinadoras de la Asociación Civil Padre Pepe de la Sierra y referente de la villa 21-24 de Barracas. Ella conoce de cerca la realidad del embarazo adolescente en el barrio.
“Son chicas que cuidan muy valientemente de sus hijos, que tienen una pareja y que deciden tener un hijo con él. Ellas tuvieron la decisión de concebir”, expresa Florentín.
“Hoy los jóvenes están absolutamente informados de cómo cuidarse, pero buscan tener hijos. Mi hermana fue mamá terminando la secundaria y hoy se está recibiendo de trabajadora social. Hay un montón de chicos que están criando a sus hijos con ayuda de sus padres y de las instituciones”, explica, a la vez que reclama más presencia del Estado para acompañar a estas familias.
Para Florentín es grave que no se valore el trabajo de estas madres. “Deberían tener una protección universal. Muchas son madres, solteras y menores de edad. Entonces tendrían que tener prioridad en el acceso a la vivienda, a la salud y un seguimiento específico. Claramente ellas son las más vulnerables.”
Políticas públicas: propuestas de mejora
Ampliar la oferta de servicios públicos de cuidado
Expandir la infraestructura pública de cuidados, sobre todo para la franja poblacional de hasta 4 años, para quitarle ese peso a las familias, contribuyendo a generar condiciones favorables para la participación plena de los jóvenes en el estudio o el empleo.
Vincular la oferta de servicios de cuidado a las necesidades de los jóvenes vulnerables
Localizar servicios de cuidado próximos a los espacios educativos y los servicios públicos de empleo a los que van los jóvenes para finalizar la educación formal, o para recibir información y prestaciones de empleo y formación profesional.
Modificar el régimen de licencias y su cobertura
Los jóvenes con responsabilidades familiares deben contar con tiempo suficiente para cuidar a sus hijos. Se recomienda avanzar hacia un esquema universal de licencias que incluya a todos los padres y madres sin importar su categoría ocupacional o sector de actividad.
Fortalecer el acceso a información sobre la prevención del embarazo no planificado
En este objetivo juegan un rol clave tanto el ámbito educativo como el de salud.
Garantizar el pleno acceso a métodos anticonceptivos de calidad para los adolescentes
Se debe avanzar en la efectiva disponibilidad de métodos anticonceptivos derribando prejuicios, mitos y concepciones infundadas por parte de los servicios de salud que muchas veces operan como barreras en el acceso a una efectiva prevención del embarazo no planificado.
Expandir la jornada escolar
Más allá de contribuir con objetivos pedagógicos, facilitarían la participación de los jóvenes en el empleo y la educación.
Garantizar una atención pertinente y de calidad a los adolescentes
Es clave el rol que juega el Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia, que presta servicios que sirven como puerta de entrada de los adolescentes a los servicios de salud.