Roberto Saviano. Autor de “Gomorra” y “Cero, Cero, Cero”
Cuando entre los agradecimientos de Cero, Cero, Cero aparece el nombre de Bono y el de Salman Rushdie es lícito dudar: ¿no será Roberto Saviano otro bluff de la buena conciencia occidental? ¿Alguien como el líder de U2, preso de un discurso que acabó por devorarle el talento y lo llevó a las tapas de las revistas con estrellas politizadas y presidentes? Pero resulta que el autor de Gomorra, el libro que le ha costado ocho años de una vida bajo escolta policial es contundente. Como un golpe de knock out. Su prosa es directa, segura, precisa, ágil pero profunda. Y ambiciosa. En Gomorra y –más aún– en Cero, Cero, Cero.
Así suena también cuando habla vía Skype. La ambición –ha dicho en el pasado– le costó caro. ¿Qué busca ahora con este libro de más de 400 páginas? “Quería contar el mundo a través de la coca y no contarle al mundo sobre la coca. En la contratapa del libro, en la edición italiana escribo: ‘si mirás la coca verás polvo, si miras a través de la coca verás el mundo’. No cuento historias del ghetto, de gangsters, sino el corazón de la economía pujante contemporánea”, explica Saviano, como si fuera poca cosa. Esa voluntad, hermana a su libro más reciente con el que le dio fama, prestigio. “Ambos son una mirada sobre la criminalidad armada capitalista. Con Gomorra no quería contarle Nápoles al mundo, sino contar el mundo a través de Nápoles. Ahora elegí la coca”, precisa. En efecto, Cero Cero Cero enseña el mundo de la cocaína, no como un negocio ajeno al capitalismo, sino como uno de sus pilares.
-¿Qué ocurriría con el capitalismo así como lo entendemos si no existiera el blanqueo de capitales?
–El narcotráfico en el mundo factura más que la compañía Shell, más que la firma Samsung. Si se eliminara, el capitalismo podría sobrevivir, pero la crisis de liquidez sería enorme. Las instituciones de crédito y el mundo que usa efectivo pasan por el cash de las organizaciones criminales. En el libro relato la denuncia del subsecretario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que dice que muchos bancos europeos se salvaron por el efectivo de las organizaciones narco. Esto es lo principal. No es sólo una riqueza, es una riqueza líquida e inmediata.
–Para usted, el mercado de la droga se mueve regido por las leyes de cualquier mercado capitalista del mundo. El distribuidor, por ejemplo, es el jugador más importante.
–El verdadero patrón no es más el productor sino quien distribuye. El poderoso es el distribuidor. Lo mismo ocurre en el narcotráfico; es más, sucedió antes en el narcotráfico y luego en la economía legal. La economía ilegal parte de este presupuesto: la coca no está más en manos de los productores sino de los distribuidores. Antes los colombianos –es decir los productores– manejaban el negocio. Ahora son más potentes los distribuidores: los mexicanos. Y el productor es fuertemente influido por el distribuidor. Sin estación de servicio no hay petróleo que pueda venderse.
–El camino para usted es la legalización…
–Es la única opción para sacarles el dinero a las organizaciones. Me doy cuenta de que el problema moral es muy grande, pero hoy no tenemos mucho para hacer. No quiero llegar a la legalización porque fumar porro es un derecho de todos los hombres. Yo no consumo, me da asco, también la droga ligera. La legalizacion es fundamental para sacarle el dinero al narco. La experiencia de Uruguay puede enseñar esto. Mujica no legalizó en nombre de la libertad, lo hizo para sacarles el poder a los narcos mexicanos y paraguayos.
Acto seguido. Sin que el cronista se lo pida, Roberto Saviano habla de la Argentina.
–No entiendo la política del Gobierno argentino de ignorar el narcotráfico. La policía lo sabe, la sociedad civil también. Los diarios, que en alguna medida hablan, pero por algún motivo el Gobierno no lo siente como un problema principal, me choca mucho. Para darse cuenta de lo que está pasando, la Argentina deberá ser totalmente invadida por los carteles mexicanos o tener un conflicto militar entre clanes tan fuerte que obligue al Gobierno a tomar una posición.
Así reflexiona Saviano, que tampoco encuentra una respuesta adecuada para saber por qué entre los cientos de miles de inmigrantes italianos no se coló la mafia. “Hoy la cultura argentina, como la española, no produce reglas mafiosas. Produce criminalidad, narcos, pero no produce la regla mafiosa, que es más compleja”, analiza. Al mismo tiempo, cree que en los Estados occidentales la corrupción policial no es comparable con la de los países latinos y africanos. “La policía estadounidense, francesa, alemana, italiana son menos corruptas que la argentina, la brasileña, la mexicana, la hondureña y la guatemalteca”, grafica.
–Usted sugiere que las familias italianas exportaron una ética mafiosa a México ¿Esto ha sido consciente?
–Creo que sucedió naturalmente. El marketing de su poder lo hizo vencedor. Si vence un grupo criminal, sus reglas se convierten en reglas vencedoras. Los grupos italianos tienden a establecer relaciones con quienes tienen reglas y huyen de los que no tienen reglas. Los grupos afroamericanos siempre fueron gangsters puros, no le gustan a los italianos. Los rusos tienen reglas, les gustan a los italianos, pero compiten con ellos. Los grupos mexicanos son grandes aliados. Lo quise contar como un sistema de orden, no como un sistema de desorden. Esto es lo fundamental: poder mostrar a mis lectores que no construyo un mundo lejano de él. No quiero que el argentino blanco de los barrios acomodados de Buenos Aires, el blanco neoyorquino o el romano piensen en que son historias fascinantes de gangsters. Quiero que digan: “Acá dentro estoy yo”.
–¿Le cabe alguna responsabilidad al consumidor?
–El consumidor de drogas tiene responsabilidades. Este libro se dirige a quien consume también. Pero no es una responsabilidad diferente a la de los consumidores de nafta o plástico. O a la de nosotros, que hablamos desde una computadoras ensambladas en China por operarios a los que pagaron poquísimo. Tengo la sensación de que hay una responsabilidad moral y que detrás de esa cosa que se están metiendo los argentinos y todo el mundo hay un poder violento. Pero también sería hipócrita endilgarles toda la responsabilidad. Conocer es importante, me basta eso, que después cada quien haga lo que quiera.