En las calles de Tailandia, la inestabilidad hacía algún tiempo que era palpable. Con la oposición exigiendo la salida de un gobierno que considera corrupto, el país lleva meses al borde de una rebelión. El resultado: un golpe de Estado militar.
Las Fuerzas Armadas de Tailandia tomaron el poder y suspendieron las garantías constitucionales, dicen, para tratar de restaurar el orden e iniciar reformas políticas.
Eso es algo que no es la primera vez que pasa en Tailandia, que, con el de este jueves, cuenta ya 12 golpes militares desde el final de la monarquía absoluta en 1932, que justamente terminó con uno.
Los 12, junto a otros siete fallidos, le da a Tailandia el dudoso honor de estar en la lista de los países con más golpes.
Y no es extraño, pues el derecho de los militares a intervenir en asuntos políticos está incluso previsto en una ley de 1914.
Esa norma, a la que se acogió el general Prayuth Chan-ocha, otorga al ejército el derecho a declarar la ley marcial en caso de guerra o insurrección, y la medida sólo puede ser derogada por decreto real.
Esa ley prevé además:
• El ejército asume el poder sobre las autoridades civiles.
• Los militares tienen poder de registrar ciudadanos, vehículos y casas. También puede intervenir mensajes, cartas y envíos.
• Puede prohibir reuniones, la libertad de movimientos y de prensa.
• Puede expropiar bienes que pueden ayudar al enemigo.
• Los tribunales siguen vigentes pero la corte militar puede quedarse con los casos.
Así fue que el líder de este último golpe, el general Prayuth Chan-Ocha, citó una norma de 1914 que le da a las fuerzas armadas el derecho de declarar el estado de excepción durante una crisis.
Tailandia es un estado constitucional desde hace más de 80 años, pero mucho de ese tiempo el poder ha estado en manos de militares y no de civiles.
El primer golpe tuvo lugar en 1932, con una sangrienta revuelta que puso fin a la monarquía absoluta y llevó al país a las primeras elecciones parlamentarias.
Seis años después, el líder militar Luang Phibun Songkram se convirtió en primer ministro.
Tras una breve administración civil después de la Segunda Guerra Mundial, los militares dieron un golpe, en 1947, y permanecieron en el poder hasta 1973.
Tan sólo tres años de régimen civil, tras una sangrienta represión de una protesta estudiantil, los uniformados volvieron a tomar el control del país.
El rey Bhumibol Adulyadej hizo su famosa intervención y pidió a los generales y a líderes prodemocracia reconciliar sus diferencias. Lo hicieron y la líder del Partido Democrático, Chuan Leekpai asumió el poder.
En 2006, el flamante primer ministro Thaksin Shinawatra fue derrocado tras ser acusado de corrupción y abuso de poder.
El ejército cedió pronto el mando a un gobierno civil, pero desde entonces ha habido una lucha de poder.
De un lado, los partidarios de Shinawatra, y por extensión de su hermana Yingluck, hasta no hace mucho la jefa del gobierno ahora depuesto.
Del otro lado, los que quieren que llegue el final de la influencia de Shinawatra de una vez por todas.
A principios de este mes, con la escalada de la violencia entre ambos bandos, el ejército advirtió que “podría ser necesario que saliera… a restaurar la paz y el orden”.
El general Prayuth dijo en su momento que las tropas podrían verse obligadas a emplear “toda la fuerza” para detener la violencia.
Y sus palabras se han hecho realidad: están prohibidas las reuniones políticas, hay un toque de queda nocturno, las emisiones de las televisoras interrumpidas y la constitución suspendida.
El ejército está de nuevo jugando un papel fundamental en la política de Tailandia, un país de golpes