Dijeron que la manifestación del 1 de abril movilizaría tan poca gente que alcanzaría una cabina telefónica para acogerlos. Chiste viejo, antiguo: ya no hay cabinas telefónicas, lo cual habla también de la obsolescencia del pensamiento. Hay redes sociales e independencia activa, que en todos los casos siempre decide qué hacer, cuándo hacer, y cómo hacerlo.
La idea de que quien domina la calle es quien ostenta el poder, está fuertemente enraizada en toda sociedad. En Argentina, es icónica. Ganar la calle es ostentar el poder. En su mayoría, los analistas o columnistas metropolitanos que a diario agitan la mass media denominada nacional –y que en rigor sólo es de CABA-, se ahogan en los vapores de sus propios miedos y sacuden los cimientos sociales, aun cuando la intención originaria sea la de desmenuzar el entresijo de la minuta del poder.
De ahí la sorpresa al respecto de lo ocurrido en este 1 de abril de 2017, jornada en la que sin dirigentes, sin aparato, sin dinero a percibir por concurrir, miles, cientos de miles se unieron en un acto cívico político de inmensa trascendencia. Equipados de una suficiencia que es de preguntarse a qué análisis inconmovible de la realidad se debe, los analistas sólo hablan de “la sorpresa” de la dirigencia, del Presidente hacia abajo. Son tan soberbios que no pueden mirarse al espejo y preguntarse en voz alta por su propia sorpresa, que es todo lo que hay.
Nadie hasta hoy se atreve a decir cuántos fueron. Cuántos miles o millones se reunieron por su propia y exclusiva voluntad. Tan poco creyeron los medios dominantes, que Crónica, Canal 26 y C5N, entre otros, trasmitían su programación habitual, como si nada extraordinario aconteciera ese sábado por la tarde. Mientras tanto, la sociedad apagaba la tele y sintonizaba y se sintonizaba a sí misma a través de Twitter, Facebook e Instagram.
El presentador de TN, único canal que trasmitió este momento de la sociedad argentina, repetía como un mantra: “qué raro, un sábado…”, para culminar con “extraño todo esto…”. La trasmisión no se hizo con móviles propios, sino que se empleó el sistema de cámaras públicas, y los cronistas estaban conectados por celular, ya que el Grupo Clarín tampoco, al parecer, pudo anticipar a los fines de la organización de la cobertura, lo que iba a ocurrir cuando el sábado 1 de abril languidecía.
Era un momento “no comment”, tal como ha designado inteligentemente la cadena europea de noticias Euronews para esa información que se describe a sí misma, que no necesita de un texto que la explique. No comprende el concepto el periodista Marcelo Bonelli, que le reclama abiertamente al Gobierno que haga kirchnerismo -eso a lo que llaman hacer política, que consiste en pasar por encima el estado de derecho- y nada más, que no es lo que la sociedad claramente pidió ayer en las plazas de la república .
Mauricio Macri, dicen, no despierta pasión; su discurso no tiene magia ni impregna a las multitudes, como sí lo hicieron Perón, Alfonsín o Cristina. Creo que no es relevante hoy esa característica, porque en la era de la instantaneidad, el Presidente se explica por el propósito de construir la República como un efector de la voluntad ciudadana y no un artificiero de la palabra que encanta ratas con una melodía boba de su flauta mágica.
Los autoconvocados piden república, no circo.