La mentira permanente que produce hartazgo moral. Mal que le pese a la CIDH, a Verbitsky y los reproductores seriales de los delirios de Sala, Jujuy dijo #NUNCA MÁS’.
Por Rosario Agostini @peponila
Desde el año 2003 a la fecha, vengo recorriendo y siguiente el accionar de Milagro Sala y la Tupac Amaru. Desde aquellos años, tal vez por curiosidad periodística o simplemente por intuición, comencé a observar el accionar de Sala y la llamada “vagancia” (los muchachos que la acompañan desde los tiempos en los que vivía en el bajo, es decir Azopardo).
La primer anécdota que se me viene a la memoria es entrando a lo que es hoy la sede de 4 pisos de la Tupac Amaru, que no era más que un galpón de ATE, buscando a Fernando Acosta para una nota periodística y como no estaba, me recibió Milagro Sala que estaba muy lejos de ser quien es hoy, y me llevó hasta un cuartito hecho de bloques en la parte de atrás del galpón donde me mostró orgullosa su “primer” bomba molotov que descansaba sobre un viejo armario tipo escolar.
Esa historia personal, que me pareció una simple anécdota, hoy viene a mostrar de cuerpo entero quién es Milagro Sala en verdad.
Verdad que fue torcida y retorcida por la construcción de un relato fundado en una mentira tras otra y que se fue constituyendo en la máxima expresión de la ausencia de verdad como argumento permanente para convertir a una persona cuyas características son la violencia, el patoterismo y la insensibilidad, en una falaz víctima que desde el Vaticano, pasando por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la ONU y Anmisty Internacional, defienden como si se tratara de la heredera simbólica de la Madre Teresa de Calcuta.
Por aquellos tiempos difíciles para el país y la provincia, Sala se fue enseñoreando en Jujuy a partir de un ejército de desocupados que fueron cooptados con recursos del Estado y que, con la inteligencia al servicio de la construcción de un movimiento revolucionario encarado por el esposo de Sala y sus viejos amigos siloístas, que ya creían perdida la causa, se fue transformando en herramienta de poder a través del apriete.
Descreídos del sistema, todos seudos progres derrotados por el sistema, aportaron sustento y justificación a los hechos de violencia que la Tupac Amaru organizaba y llevaba adelante para obtener beneficios justamente de ese sistema que sostiene al Estado.
Las tomas recurrentes a la Legislatura se hicieron parte del paisaje para los jujeños. Días y días la Legislatura y todas las calles aledañas tomadas por banderas y carpas que desplazaban a la bandera Argentina para subir la de la Tupac Amaru.
No importa quién quedaba adentro cuando venía la turba atropellando, con muchachotes que hacían de custodios de la violencia, la Legislatura era de ellos y nadie podía interponerse ante semejante atropello. Los gobiernos de Eduardo Fellner y Walter Barrionuevo, en tanto, permanecían inertes, sin reacción y hasta cómplices de la situación.
Pero un día nos acostumbramos a que nos digan que Milagro Sala y la Tupac Amaru no eran violentos, que la violencia en realidad era del Estado, que jamás ejerció su fuerza represiva sobre el ejército de Sala, porque mantenía en la marginalidad y la pobreza a la gente.
Así, llegó a “apretar” a diputados de la provincia, obligándolos a aprobar bajo coacción, sin dejarlos salir de la Cámara de Diputados, una ley que obligaba al Ministerio de Educación a otorgar las obras de refacciones de las escuelas de la provincia a la Tupac Amaru.
Las marchas ya por reclamos desconocidos se multiplicaban día a día. Los cortes de calles, rutas y puentes de toda la provincia con banderas hasta de Venezuela, eran cotidianos en Jujuy. No dejaban pasar a nadie. Y si se te ocurría pronunciarte en contra, se te venía la turba y quedabas solo, porque nadie en Jujuy se animaba a enfrentar ese poder que no era paralelo al Estado, sino que era el Estado porque se constituía con fondos del Estado y la connivencia de la policía de la provincia, jueces que miraban para otro lado y fiscales que aceptaban la situación per se.
Marchaban con palos, las caras tapadas, con un sistema de seguridad propio, imponiendo frente a cualquiera la fuerza, más allá de las leyes.
Después vino la mentira de un supuesto intento de asesinato contra la mujer que ya dominaba Jujuy. Parece que una comadre que estaba “vedada” por Sala, decidió volver a ser amiga de la poderosa, y le contó que una amiga le había contado que una comadre había escuchado que la querían matar.
Fueron a Salta a buscar al supuesto sicario y hasta tuvieron problemas con un juez de esa provincia. Hasta que logró que detuvieran a dos pobres tipos que no tenían idea de lo que los acusaban. Las familias lloraban en el hombro de esta periodista que nada podía hacer contra el poder absoluto que ejercía Sala sobre la justicia y la policía.
Para tener ese poder, con la excusa del supuesto atentado, logró que le pusieran a disposición 15 policías para su custodia personal. Si, Milagro Sala, que no ocupaba ningún cargo ni electivo ni ejecutivo, tuvo hasta el 2015 custodia personal de policías que además respondían a diversos espacios de poder de la institución: brigada de investigaciones, la primera (donde se hacen las denuncias), robos y hurtos, etc.
De esta manera, cuando cometía algún atropello o delito y alguien se animaba a denunciarla, ella se enteraba antes que los propios jueces porque el servicio de información de la policía que le era leal le avisaba. Entonces iba con la “vagancia” (muchachos pesados) o directamente con su ejército a increpar a los jueces antes que a éstos les llegara la denuncia de la que se tratara el apriete.
Mientras tanto, por la cocina de su casa, donde había 4 cocineros en forma permanente, durante las 24 horas que cocinaban a la carta, pasaban funcionarios públicos a departir y de paso llevarse algún “recuerdo” de la visita protocolar. Ministros de Desarrollo Social, Ministros de Infraestructura, Jefe de Gabinete de Ministros, etc, etc, etc. Testigos de estas visitas se cuentan de a cientos.
En tanto, frente a tanto poder, la verdad se fue perdiendo, escondiendo, en el miedo, la complicidad y la omisión de parte de los poderes del Estado que estaban cooptados directamente por quien en realidad ejercía el poder en la provincia.
La verdad sobre las muertes ocurridas en accidentes donde participaron familiares de Sala, la verdad sobre la golpiza a Luca Arias, la verdad sobre el intento de homicidio al jefe de la barra brava de Gimnasia donde salió herida una pequeña. La verdad sobre los golpes, la violencia y el incendio perpetrado en la casa de quienes se oponían a su verdad absoluta, que puso en riesgo la vida de 3 pequeños que estaban solitos en la casa incendiada.
La verdad sobre la persecución a la prensa. La verdad sobre el dinero que corría y circulaba. “Nos llovía la plata” llegó a decir alguien por ahí. La verdad de empresarios medio pelo que de la noche a la mañana se hicieron millonarios también yendo a comer a la carta a la casa de Sala.
Todo fue desapareciendo detrás del relato de las viviendas sociales, de las escuelas, de los centros de asistencia y las piletas de natación, que en realidad se construyeron con la sangre y la piel de los trabajadores que recibían apenas una parte del pago que les correspondía porque el resto se iba en autos con bolsos hasta no sé dónde.
Las lágrimas de los golpes que recibieron quienes se rebelaron frente al poder de Sala, que eran encerrados en un cuarto pequeño donde los muchachos y ella misma golpeaban sin piedad a mujeres y hombres hasta el desmayo, y les tiraban agua y los levantaban de los pelos para que sigan recibiendo golpes hasta pedir finalmente el perdón a la reina.
Esa verdad se perdió en el relato que construyó el justificador serial que con la pluma y la palabra inventó que Sala era originaria… si lamentablemente ella no conoce su origen a raíz del abandono que sufrió, entonces, ¿cómo es que sabemos que es originaria? Y los chamanes inventados, y las brujerías, y las bolivianas que venían a “curar” a la mamita por unos cuántos dólares. Y todo fue una gran mentira que construyó un mito, insisto, justificado desde ese lugar por Raúl Noro, que le dio contenido a la violencia. Contenido ancestral.
Y toda esa mentira hoy se ejerce como relato verdadero de una historia que no tiene nada de realidad. Es una gran fantasía, una falacia que viene a sostener por ejemplo la CIDH que desde el lugar de organismo internacional nos impone el abolicionismo de la igualdad ante la ley y la imposición de la ley de sangre para que aquellos que son descendientes o se sientan originarios, hagan casas aunque roben, construyan piletas aunque sea con la sangre de los trabajadores, tengan privilegios que los que tienen ADN gringo en su sangre no podrán tener.
Se acabó la república a manos de la CIDH y la ONU, y el relato ahora producido por un tal Verbitsky que hasta Lanata lo trató de asesino. La República feneció en manos de organismos internacionales y un grupo de nostálgicos revolucionarios que frente al silencio de los inocentes, impiden, maltratan y reprimen discursivamente la decisión de los jueces.
Porque ellos no creen en la democracia ni en la república. Y ella tampoco, claro está cuando le dice a un juez “vos no sos patrón de Estancia, apenas sos un juez”, entonces, para ella, Noro, Verbitsky y periodistas y opinólogos que la defienden, un patrón de estancia tiene más poder que un juez de la república. O ella reconoce más poder en un patrón de estancia que en un juez de la república. El patrón de estancia tiene poder por la riqueza y la propiedad privada, entonces ella, que tiene propiedad privada y dinero es más que el juez.
Milagro Sala se rebela contra el juez, la policía, la Gendarmería, le pegó a ministros, a los pobres, compró todo lo comprable en términos de conciencia, incendió la Casa de Gobierno, bajó las banderas argentinas para colgar las suyas, etc. Milagro Sala no cree en el sistema, y como no cree en el sistema, no cree en la democracia, en la justicia, en el Estado. Y la hicieron creer que tiene razón por ser originaria y la CIHD la avaló y el Vaticano la avaló y la ONU la avaló y el etnocentrismo porteño de revolucionarios con OSDE la avaló.
Silenciaron a nuestras víctimas. Silenciaron a los jujeños. Silenciaron la verdad con un megáfono que reproduce una a una las falacias antisistemas de quienes no creen en la Constitución y las leyes.
La mentira se ha enseñoreado entre nosotros. Queda una larga batalla cultural contra quienes han hecho de la mentira una postverdad estratégica para convertir a la victimaria de los pobres y la sociedad toda de Jujuy en una víctima hecha remera, como si se tratara del Ché.
La pelea es por la VERDAD, que para muchos es Buenos Aires, pero que para nosotros, los jujeños, está en nuestra conciencia colectiva como un grito callado que dice: “NUNCA MÁS”.