En apenas tres días, los hospitales de la ciudad atendieron a 130 personas con sobredosis. “Está hecha por personas desconocidas y en lugares desconocidos”, alertan. Dicen que produce “claridad de pensamiento y euforia”.
Apenas segundos después de que un muchacho agachado en una calle llena de basura de Brooklyn sacara del bolsillo un billete arrugado de un dólar y volcara el contenido de hojas secas en un papel de fumar, recibió compañía. Media docena de jóvenes desarrapados caminó rápido hacia donde el joven enrollaba un cigarrillo de una droga sintética conocida como K2 para ver si podían dar alguna pitada.
Esta droga ha sido fuente de un repentino y alarmante aumento de sobredosis. En tres días, 130 personas de distintos puntos de Nueva York fueron atendidas en salas de emergencia de distintos hospitales por sobredosis de K2, prácticamente igualando el total de todo el mes de junio, según el ministerio de salud de la ciudad. Alrededor de una cuarta parte de esas sobredosis, 33, se produjo el martes de la semana pasada, en los límites de Bedford-Stuyvesant y Bushwick, los mismos barrios donde, pese a la mayor presencia policial, el jueves otra vez había gente fumando esta droga en las calles.
El brote tiene lugar después de que esta pasada primavera nórdica las autoridades celebraran lo que describieron como una campaña exitosa para reprimir severamente la prevalencia de la K2.
El jueves, el gobernador Andrew M. Cuomo anunció que la Policía iba a intensificar las acciones contra la droga y a perseguir agresivamente a quienes la vendieran.
“Me desmayé. Me desperté en Woodhull escuchando las máquinas de mensajes. Decían: ‘Usted perdió el conocimiento; tuvo una sobredosis de K2’”, comenta Ditrell Barnes, de 30 años, un día después de que personal de emergencias lo encontrara inconsciente cerca de Myrtle Avenue, donde ahora se levanta una gaza puesta sobre las marcas que le dejó en el brazo derecho la inserción endovenosa que le hicieron. A cada rato se interrumpe para preguntarle a la gente de la calle si tienen “sticks” (palitos) o cigarrillos de Spice, como a veces se le dice a la droga.
“Prefiero consumirla más, no menos”, dice Barnes. “Es como comida para mí. Como verdura fresca. Es algo para mi cerebro.” Agrega que sin ella siente ahora “este vacío, este hueco, es como que necesito ese alimento.” Las autoridades sanitarias y de seguridad atribuyeron las sobredosis recientes, a una partida defectuosa del producto más que a un incremento generalizado en el consumo de la droga.
La K2 “está totalmente hecha por la mano del hombre, elaborada por personas desconocidas, bajo condiciones desconocidas en lugares desconocidos”, dijo Robert Messner, subcomisario adjunto para derechos civiles del Departamento de Policía.
Messner dijo que un químico como éste por lo general se rocía sobre hojas reales para adquirir la apariencia de la marihuana, pero está más próximo a drogas perniciosas como las denominadas sales de baño, cuyo nombre deriva de que se venden en envases que simulan ser de sales de baño auténticas.
Los consumidores dicen que el efecto de un “buen viaje” con K2 es claridad de pensamiento y euforia, y que un mal viaje puede provocar alucinaciones o furia incontrolable. Algunos quedan atontados, cosa que los hace merecedores del término “zombis”.
“Quienes consumen K2 están literalmente jugando a la ruleta rusa con su cuerpo”, agregó Messner. “No tienen idea de las sustancias químicas que hay en el envase ni de la concentración.” El comisario William J. Bratton, dijo que la mayoría de las ventas se hacen en minimarkets de bebidas, y añadió que la responsabilidad de “envenenar a sus clientes” era inseparable de los propietarios de los comercios.
En julio de 2015 hubo unas 1.200 concurrencias a salas relacionadas con esta droga, de acuerdo con el ministerio de salud pública. Se produjeron 10 muertes asociadas con K2 en 2015, nueve de las cuales involucraban otras sustancias.