En junio, los empleadores norteamericanos incorporaron 224.000 puestos de trabajo.
El Departamento de Trabajo de EE.UU informó la semana pasada que los empleadores norteamericanos habían incorporado 224.000 puestos de trabajo en el mes de junio y que la industria manufacturera —que lidera la nueva revolución tecnológica fundada en el conocimiento y en el “capital humano”— había creado 17.000 empleos en ese periodo, el mayor número desde enero de 2019, y que claramente se orienta hacia la desaparición del trabajo directo, para ser sustituido por la “inteligencia colectiva”.
Hace 100 meses que la economía estadounidense, la mayor del mundo (U$S 21,9 billones/ 25% del PBI global) crea empleos en forma consecutiva, medida mes a mes, y esto ha sucedido con un alza de los salarios reales de +3,1% anual en junio, el nivel más elevado desde 2009.
La tasa aumentó levemente el mes pasado —pasó de 3,6% a 3,7%—debido al auge del nivel de participación laboral (62,9%), con un total de empleados en la franja entre 25 y 54 años de edad que se aproxima a ser la mayor de la historia (81,9% en abril de 2000). En EE.UU. hay hoy 163 millones de trabajadores ocupados, el mayor nivel de la historia norteamericana desde que se llevan registros.
Más del 90% de los 224.000 puestos de trabajo creados en junio fueron ocupados por norteamericanos o extranjeros radicados en EE.UU. ajenos a las filas de los desocupados, provenientes de los 8 millones de trabajadores que abandonaron la fuerza laboral entre 2008 y 2016.
Son operarios que dejaron de buscar empleo, ya sea por la recesión de 2007/2009, la depresión posterior (2009/2016) y la caída sistemática de los salarios reales – estancados y en retroceso en los 20 años previos -, para sumergirse en el consumo de estupefacientes (epidemia opiácea/”pain killers”), el alcoholismo y la desintegración personal y familiar, hasta el extremo de la violencia.
Esta etapa coincidió con una caída invariable del rendimiento de los títulos del Tesoro a 10 años/t-bons 10 (tasas de interés/costo del crédito), que culminó con un nivel de 1,95% anual en junio, por debajo del 2,4% de mayo y 3,2% en noviembre de 2018.
El resultado es que se han reducido significativamente las tasas de los créditos hipotecarios, las que deben enfrentar los bonos corporativos, y la deuda pública, tanto la de EE.UU. como la del mundo emergente.
El déficit fiscal norteamericano asciende a 4,2% del PBI (U$S 3,4 billones); y la estimación del CBO (Congressional Budget Office) en 2017 fue que las tasas de interés que debían afrontar los t-bons 10 serían forzosamente 3,7% anual en 2019 (una diferencia de 1,75 puntos porcentuales con respecto a la realidad de las cosas).
La situación de EE.UU. se puede resumir en estos términos: el crecimiento es récord (6 trimestres consecutivos con un alza de 3% anual o más, a contar desde los últimos 3 meses de 2017); la inflación es cada vez menor (1,6% anual en el primer trimestre de 2019, y tiende a desaparecer); los ingresos reales ascienden a 3,5% anual, el mayor nivel desde 2007; la creación de empleo es un promedio de 230.000 puestos de trabajo m/m en los últimos 12 meses, y la media ocurre en la comunidad negra e hispánica. En la economía estadounidense se han creado 7,5 millones de empleos entre 2017 y 2018.
La conclusión es nítida: si la tasa de interés de corto plazo de la Reserva Federal en vez de aumentar, como ha ocurrido en los últimos 3 años (pasó de 0,25% anual a 2,5%), hubiera disminuido, todos los indicadores de alza del PBI y de creación de empleo necesariamente se elevarían, quizá 1 punto y ½ o 2, con una inflación que virtualmente ha desaparecido.
Esta es la posibilidad orgánica, surgida desde adentro del proceso de acumulación norteamericano. La productividad más que se duplicó en 2018 (3,5% anual), tras haber permanecido estancada en un nivel de 1% por año, o menos, entre 2009 y 2016 (0,6% en los primeros 6 meses de ese último año).
Standard & Poor´s 500 (S&P500) creció más de 20 puntos en los últimos 6 meses y sobrepasó los 3.000 puntos porcentuales, récord histórico. El Dow Jones Industrial alcanzó otro récord de 26.996 puntos, y el Nasdaq (high tech) trepó a 8.170 puntos, también récord histórico.
Continúa así la ola de inversiones que ha recibido EE.UU. en 2017 y 2018 (U$S 7,6 billones), y esto sucede cuando más del 90% de los activos del indicador estrella de Wall Street tienen un carácter “intangible” (patentes, marcas, propiedad intelectual). S&P500 se ha más que cuadruplicado desde 2009.
EE.UU. está sumergido en la segunda fase de la nueva revolución industrial, centrada en el conocimiento y en el “capital humano”, no en lo meramente tecnológico, el hardware.
La situación histórico-estructural de la economía estadounidense es que ahora encabeza la nueva revolución industrial —informatización completa de la manufactura y los servicios—, la cuarta en la historia del capitalismo, al igual que ocurrió con la segunda y la tercera.
EE.UU. —“el único país capitalista sin pasado feudal” (Marx)—, una vez más es “…donde el futuro llega primero” (Tocqueville) y marca el rumbo al resto del mundo. Lo que sucede hoy en EE.UU. es un punto de inflexión en la historia del capitalismo mundial.