La isla más grande del canal de la Mancha se ha convertido en escenario de una batalla diplomática que muestra lo que está por venir en la relación de UK con la UE.
El mismo día en que París conmemoraba esta semana los 200 años de la muerte de Napoleón, Londres mandaba a Jersey dos patrulleras militares para defenderla ante las amenazas de Francia. ¿Nuevo Waterloo? No, de momento. Pero la isla más grande del canal de la Mancha, dependiente de la corona británica, se ha convertido en escenario de una batalla diplomática por la polémica desatada ante los nuevos derechos de explotación pesquera de la era pos Brexit. Aunque el episodio va más allá, porque están en juego los planes energéticos del Reino Unido para las próximas décadas.
En virtud del acuerdo de comercio y cooperación cerrado ‘in extremis’ el pasado mes de diciembre entre Londres y Bruselas, tras el histórico divorcio, los pescadores comunitarios tienen ahora cierto acceso a las aguas británicas durante un periodo de transición. Pero el Gobierno de la isla de Jersey —que es autónoma, salvo para Exterior y Defensa, que depende del Reino Unido— ha activado un nuevo régimen de licencias que obliga a los pescadores a demostrar que anteriormente faenaban regularmente en sus aguas. Y esto deja ahora fuera las embarcaciones francesas más pequeñas, que carecen de la capacidad electrónica para registrar y mantener ese tipo de datos.
¿Qué ha hecho París? Amenazar a la isla de Jersey con cortarle el suministro eléctrico si persisten las restricciones. Una medida muy Emmanuel Macron, ante las presidenciales de 2022. ¿Cómo ha respondido Londres? Mandando dos cañoneras de la Royal Navy, cuyas imágenes han protagonizado todas las portadas, coincidiendo con los mayores comicios locales y regionales, donde los ‘tories’ aspiran a robar a los laboristas los asientos más euroescépticos.
Una medida con el sello de Boris Johnson. Uno de los buques es el HMS Tamar, equipado con ametralladoras y una plataforma de aterrizaje para helicópteros, que entró en servicio en enero y recibió el encargo de proteger las aguas británicas en caso de que hubiera un Brexit sin acuerdo. El otro es el HMS Severn, también armado. Ambos tienen su sede en Portsmouth.
Este jueves, para incrementar la presión, una flotilla de alrededor de 60 barcos galos se manifestó bloqueando el puerto de St. Helier. Tras más de seis horas y una reunión con las autoridades de Jersey, las embarcaciones regresaron a las costas de Normandía. Pero el conflicto continúa. Mientras el ministro de Relaciones Exteriores de Jersey, Ian Gorst, señaló que las discusiones habían sido “positivas”, Hugo Lehuby, portavoz de los pescadores franceses, denunció la falta de avances. “Nos estamos hundiendo en un punto muerto. O esto se resuelve o se tomarán medidas de represalia”, manifestó.
En un principio, Johnson ordenó que los buques de la Royal Navy no se retiraran “como medida de precaución”. Por su parte, Macron también mandó dos pequeños navíos, el Athos y el Themsis, “para garantizar la seguridad de los pescadores”. Pero a última hora del jueves, Downing Street publicaba un comunicado: “Nos complace que los barcos de pesca franceses hayan abandonado las inmediaciones de Jersey. Dado que la situación está resuelta por ahora, las embarcaciones de patrulla marítima de la Royal Navy se prepararán para regresar a puerto en el Reino Unido. Permanecemos en espera para brindar cualquier asistencia adicional que solicite Jersey”.
El comunicado defiende que “las autoridades de Jersey tienen derecho” a regular su pesca en virtud del acuerdo de comercio y cooperación del Brexit. Sin embargo, la Unión Europea apoya las demandas de París y recalca que la imposición de nuevos requisitos para licencias (que han dejado fuera a 17 embarcaciones galas) es una violación del pacto.
No cabe duda de que la salida del Reino Unido del bloque ha iniciado una nueva era. Y los problemas de cualquier periodo de adaptación son irremediables. No obstante, el verdadero motivo de preocupación es la forma en que los políticos de ambos bandos están tratando ahora de sacar provecho de la disputa. Y esto es tan solo el comienzo de las grandes tensiones que se avecinan en el canal de la Mancha.
El acuerdo de pesca pos Brexit dura hasta 2026. Después, el Reino Unido puede prohibir a los barcos comunitarios que faenen en sus aguas. Pero ese mismo año, el acuerdo energético entre Londres y París, que mantiene encendidas las luces de la isla de Jersey, también debe renovarse. La dependencia autónoma de la corona británica, que cuenta con 108.000 residentes, recibe el 95% de su electricidad de Francia a través de tres cables submarinos. El 5% restante proviene principalmente de generadores diésel y gas en la isla.
Por su parte, el Reino Unido importa alrededor del 8% de su energía de países extranjeros a través de interconectores submarinos. Pero, debido al creciente uso de energías renovables, Londres está construyendo cada vez más cables de interconexión al continente. La idea es crear flexibilidad para que la electricidad pueda moverse por toda Europa para igualar las subidas y bajadas de suministro causadas por las variaciones climáticas, y para conectar los países con diversas fuentes de energía, como la hidroeléctrica noruega y la nuclear francesa.
Sin embargo, a raíz de la polémica pesquera, Downing Street baraja ahora modificar sus estrategia energética para excluir a París. Entre otros, esto pondría en peligro un controvertido proyecto, liderado por el donante conservador Alexander Temerko, para construir un cable de alimentación de 1,1 millones de libras entre Hampshire y Le Havre, que, según su compañía Aquind, podrá proporcionar suficiente electricidad para unos cinco millones de hogares.
‘A priori’, cambiar los planes energéticos de todo un país por unos filetes de lenguado de Dover podría no ser la idea más brillante. Pero recordemos que fue precisamente el sector pesquero (que representa tan solo el 0,12% del producto interior bruto del Reino Unido) lo que estuvo a punto de impedir que se firmara el acuerdo de comercio y cooperación entre Londres y Bruselas. Es más, Londres siempre descartó cualquier pacto que otorgara a los barcos europeos acceso a las aguas británicas a cambio de mejores condiciones para los servicios financieros británicos en el mercado único, cuando el sector servicios representa un 80% de la economía británica.
En definitiva, lo que está pasando ahora en Jersey tan solo es un recordatorio útil de que en la era pos Brexit, las relaciones entre el Reino Unido y la UE se basarán en una serie interminable de negociaciones y disputas.