El presidente de Estados Unidos presenta un presupuesto que plantea más gasto público y subida de impuestos para los más ricos.
El Congreso de Estados Unidos se ha resistido casi por norma a aprobar los presupuestos presentados por el presidente Barack Obama y todo apunta a que este no será la excepción. En Washington se escenifica la misma comedia presupuestaria desde que el mandatario demócrata llegó a la Casa Blanca, llegándose al colmo de lo grotesco cuando en 2011 se firmó el famoso secuestro como una medida de presión para obligar a los republicanos a negociar y alcanzar un acuerdo sobre las cuentas de la nación o de lo contrario se producirían recortes automáticos por valor de 1,2 billones de dólares. Se rompieron las negociaciones y hubo secuestro.
En los dos últimos años de su mandato, con la economía floreciendo y el paro pudiendo alcanzar este año el 5,2% -lo que estaría en la línea del pleno empleo-, Barack Obama se ha marcado prioridades y nada tienen que ver con la austeridad ni con equilibrar el déficit. El presidente, como ya anticipó en su discurso sobre el estado de la Unión de finales del mes pasado, pretende atajar lo que de lo contrario puede definir una era: la cada vez mayor brecha entre los ricos y el resto de los ciudadanos.
“Tenemos que ser inteligentes sobre cómo paguemos nuestras prioridades”, declaró Obama esta mañana de lunes para añadir que eso era lo que hacía su presupuesto, revitalizar las caducas infraestructuras de la nación, apostar por la educación de los jóvenes, invertir en sanidad y fortalecer una clase media que en opinión del mandatario ha esperado ya mucho tiempo.
Atrás quedan los años de recortar el gasto público y no cargar impositivamente a los más ricos ni los beneficios que logran las empresas en el extranjero. Adiós a la austeridad que no deja respirar a la clase media, al igual que ha ahogado a la sociedad europea, en concreto a la griega, como expresó el presidente en una entrevista con CNN el pasado fin de semana en un guiño de simpatía hacia el nuevo Gobierno antiausteridad de Alexis Tsipras, que sin duda ha dado a este alas ante Berlín y Bruselas.
Obama cree que ha llegado el momento de pasar página y poner fin a la austeridad, ya que es difícil restructurar la economía y lograr ser competitivos “si los estándares de vida de los ciudadanos caen un 25%”. “Sencillamente, la sociedad no puede soportarlo”, dijo. “No se puede seguir estrujando a países que están en medio de una depresión. Hay un punto en el que tiene que haber una estrategia de crecimiento para que puedan pagar sus deudas y eliminar así parte de sus déficits”, finalizó el mandatario en CNN, analizando la crisis europea.
El presupuesto de Obama para 2016 pretende dos grandes asaltos, ambos con muy pocas posibilidades de llegar intactos al final de la pelea, que se espera encarnizada. Uno: Los republicanos del Congreso no aprobarán el impuesto obligatorio del 14% sobre los beneficios que las compañías estadounidenses obtienen en el extranjero ni permitirán la subida de impuestos a los más ricos. Y dos: no darán vía libre a la ley que regulariza a millones de indocumentados y aportaría millones a la economía estadounidense.
El justo medio para la Casa Blanca y el Capitolio se encontrará en Defensa, ya que se asume que los republicanos no van a poner “en riesgo”, como dijo Obama, la seguridad nacional.
“Desde mi llegada a la Casa Blanca hemos reducido nuestros déficit en dos tercios, la reducción mayor en menos tiempo desde la Segunda Guerra Mundial”, dijo Obama. “Tenemos que dejar la política a un lado y aprobar un presupuesto”, urgió el presidente en un discurso que puede bien quedarse, una vez más, en una mera declaración de intenciones.