Los ataques han golpeado especialmente el sistema de salud de la Franja. El levantamiento del alto el fuego ha complicado aún más la situación sanitaria.
Hace ya casi dos meses que empezó el enésimo ataque sobre la Franja de Gaza. Desde que el pasado 7 de julio Israel desplegara la operación “Margen protector”, se han contabilizado más de 10.000 heridos y 2.000 muertos, de los que 1.417 son civiles. La ofensiva golpea todos los pilares de Gaza, siendo uno de los más perjudicados el sanitario, un sector ya de por sí débil en su día a día bajo el bloqueo israelí.
Como explica a EL MUNDO Belal Dabour , un cirujano palestino que trabaja en el hospital más importante de la Franja (el de Shifa), antes de los ataques la Sanidad en Gaza estaba ya en la cuerda floja. “Estas nuevas agresiones no han hecho sino añadir tensión a un sistema que ya era frágil”, relata.
“Justo después de los primeros ataques estábamos funcionando con lo mínimo, pero al tiempo empezamos a recibir un poco de aire de varios países y organizaciones”, cuenta Dabour. Javier Fernández, cirujano plástico por la Universidad del País Vasco, que trabaja como jefe de servicio en el hospital Doctor Negrín de las Palmas de Gran Canaria, y está actualmente operando en Gaza con la organización Médicos del Mundo, es un poco de ese “aire” al que se refiere Belal.
Desde el 12 de agosto, fecha en la que logró entrar en la Franja, él y su equipo -un total de cuatro personas- han conseguido operar a más de 30 pacientes a pesar del levantamiento del alto al fuego. “Hasta hace poco nos quedábamos operando hasta las seis de la tarde, pero ahora que ha vuelto la guerra la gente tiene que irse pronto a casa”, cuenta a este periódico Fernández, explicando que lo más peligroso son los desplazamientos, por lo que su camino de casa al hospital es de sólo dos minutos.
Como cirujano plástico, Fernández está en Gaza operando amputaciones, quemados o heridas de metralla. “Todo lo que lleva consigo una explosión”, explica el canario, que ya había estado previamente en la Franja en 2008, con la operación “Plomo fundido”, además de en Mauritania, Bosnia, Irak, o Congo. “Desde el punto de vista médico, el escenario quirúrgico es el mismo de todas las guerras”, cuenta.
Preguntado por si tienen todo lo que necesitan para tratar a sus pacientes -anestesias, medicamentos, material- Fernández dice que por el momento no echan en falta nada vital. Dabour, por su parte, señala que en los departamentos no quirúrgicos faltan muchas medicinas. Además, el personal médico está agotado, explica el palestino: “Al estrés del trabajo hay que sumarle el estrés de la vida diaria y la inseguridad, y si a eso le añades que llevamos 10 meses sin cobrar, puedes hacerte una idea de la situación”.
Pero Fernández, que opera en el mismo hospital que Dabour, quiere poner en valor la entereza de los gazatíes, especialmente en la parte que él más ve, la médica. “Esta gente ha sido capaz de tratar a 7.000 heridos en un plazo de dos semanas sin que se les colapse el sistema. Es algo que tiene mucho mérito, no creo que ningún otro sistema de salud lo aguantase”, explica el cirujano, que recuerda que cuando empezó “lo gordo” aún no habían llegado la mayoría de ONG para darles un descanso a los médicos palestinos.
“Para mí lo más importante es que la vida sigue a pesar de lo que están sufriendo, la gente de Gaza tiene esperanza y es capaz de organizarse con lo poco que tienen”, explica el español. Dabour añade: “lidiamos con todo porque es nuestro deber como seres humanos y como palestinos”.