Durante dos meses, tres de los siete tripulantes de la ISS no han tenido un vehículo para volver a la Tierra.
Aunque Roscosmos ya ha enviado una nueva sonda, alargará la misión de la tripulación seis meses más para investigar cómo se ha podido dar el mismo fallo en dos sondas rusas.
Todo empezó el 14 de diciembre, mientras los cosmonautas Serguéi Prokopyev y Dmitri Petelin se preparaban para una caminata espacial rutinaria a 400 kilómetros sobre nuestras cabezas. En ese momento, las cámaras de la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés) captaban un espectacular chorro blanco que salía de la Soyuz MS-22, la nave rusa acoplada en la estación en la que Prokopyev y Petelin habían llegado desde Kazajstán junto con el americano Frank Rubio en septiembre y en la que estaba previsto que regresaran a la Tierra en marzo.
Aquel material parecido a copos de nieve era, en realidad, líquido del sistema de refrigeración de la sonda, vital para mantener la temperatura en la cápsula cuando los astronautas vuelven a casa y se tienen que enfrentar a la reentrada en la atmósfera, en donde su vehículo soporta temperaturas de más de 1.600 grados.
A partir de ese momento –retransmitido, por cierto, en directo por la NASA–, el regreso de Prokopyev, Petelin y Rubio quedó flotando, como ellos, y se desencadenó una situación inédita en la estación espacial: tres de las siete personas que formaban la tripulación no tenían cómo volver a casa porque una de las naves era inservible. Y este solo fue el comienzo de un culebrón espacial que involucra otro agujero similar en otra nave de carga rusa tan solo dos meses después, dudosas coincidencias y tres astronautas que posiblemente batan el récord de estancia en la ISS.
La fuga implicó la suspensión inmediata de la caminata espacial y que comenzase una investigación en torno al hecho. De forma paralela, Roscosmos, la agencia espacial rusa, buscaba la forma de solucionar el problema de los astronautas atrapados, que si bien no estaban en una situación de peligro inminente, sí tendrían serios problemas en caso de tener que evacuar de emergencia la ISS.
Los controladores en tierra consiguieron mantener la temperatura estable ventilando la cápsula gracias a una escotilla abierta hacia la estación espacial. Sin embargo, usarla de vuelta sin acometer ningún arreglo no era una opción ya que «la temperatura aumentaría rápidamente» si se cerrara la mencionada escotilla, según explicó en rueda de prensa Sergei Krikalev, jefe de programas espaciales tripulados de Rusia. Paradójicamente, Krikalev excosmonauta soviético, tuvo que soportar un episodio parecido en la desaparecida estación espacial MIR, en la que quedó varado en 1992 mientras la Unión Soviética se resquebrajaba y se convertía en Rusia, el nuevo país en el que finalmente, tras una crisis espacial, acabó aterrizando en marzo de ese año.
Entre todas las opciones, Roscosmos se decantó por enviar una nueva nave, la Soyuz MS-23, que se lanzó sin tripulación el pasado viernes y llegó ayer a la ISS. A pesar de que la llegada de esta sonda soluciona el problema de regreso de los astronautas -una situación anómala que ha durado 74 días-, desde la agencia espacial rusa se ha optado por alargar la misión de los tres astronautas, que, salvo emergencia, no volverán a casa hasta septiembre, seis meses más tarde de lo planeado originalmente. El objetivo: investigar qué ha ocurrido para que no una, sino dos naves rusas –se hallaría un segundo agujero en febrero en un carguero espacial– tengan agujeros en el fuselaje exterior.
Algunas dudas flotando en el espacio
«Ha habido otros casos en los que se han alargado las misiones –sin ir más lejos, la misión del cosmonauta ruso Piotr Doubrov y del astronauta estadounidense Mark Vande Hei fue prolongada también de seis meses a un año en 2021 para llevar a cabo un estudio sobre los efectos de la dieta en las personas en el espacio–. Al final, los relevos en la ISS están pensados con antelación de meses y no es barato enviar Soyuz. Si estos tres astronautas bajasen, se perdería un valioso tiempo hasta que llegase su reemplazo», explica a ABC César Arza, responsable de la unidad de análisis de misión del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). «Lo que no es tan común es que se estropeen dos naves en tan poco tiempo».
Porque en febrero, mientras se ultimaban los detalles del rescate, las autoridades rusas informaron de que habían detectado un segundo agujero, esta vez en una nave de carga –no apta para tripulación– bautizada como Progress MS-21. Mientras que para el primer suceso, Roscosmos señaló a un «micrometeorito» como el culpable, en este segundo caso solo adujo «daño externo», según explicó el propio Yuri Borisov, jefe de Roscosmos.
«Dos agujeros tan regulares como esos difícilmente corresponden a marcas de micrometeoritos –señala Arza–. Algo externo ha causado el daño, pero seguramente haya sido en la Tierra, no en el espacio». Tal y como se puede observar en las imágenes publicadas por Roscosmos, ambos agujeros se encuentran en la zona del módulo de servicio de las naves (la parte que provee de energía a la cápsula, que acaba desintegrada en la reentrada de la atmósfera) y apenas llegan al milímetro de diámetro.
Antecedentes de naves rotas
Lo cierto que no es la primera vez que una Soyuz registra un problema similar. «En 2018, encontraron otro agujero en otra nave, si bien en aquella ocasión fue en el interior», recuerda Arza. «Hubo bastante polémica al respecto porque se realizaron acusaciones de sabotaje, deslizando que pudo ser culpa de una astronauta estadounidense, lo que carecía de sentido».
En aquel momento, el por entonces jefe de Roscosmos, el siempre polémico Dmitri Rogozin, explicó que, tras los análisis de las pruebas, la agencia sabía perfectamente qué había pasado, pero que el organismo «lo mantendría en secreto». En abril del año pasado, un importante tabloide ruso, Moskovskij Komsomolets, publicó un artículo que citaba una publicación de un alto cargo militar ruso afirmando que el agujero fue perforado por la astronauta Serena Auñón-Chancellor. La NASA cuestionó tal teoría y la calificó de «absurda».
En cuanto a este nuevo incidente doble, Roscosmos ha afirmado que llevará a cabo más análisis, aunque la Progress MS-21 ya ha sido desenganchada de la ISS y se ha desintegrado en la atmósfera. La agencia no ha dicho nada acerca de qué pasará con la Soyuz averiada, pero posiblemente correrá un destino similar. «La Soyuz consta de tres partes: el módulo orbital (en la parte delantera), el módulo de servicio (en la parte trasera y donde se ubica la fuga) y la cápsula de la tripulación, lo único que sobrevive en la reentrada; pero no han indicado si lo recuperarán», señala Arza. En cualquier caso, parece que este culebrón espacial está aún lejos de tener un final completamente cerrado.