Comienzan a producirse algunos dispositivos que emiten fragancias en función de lo que aparece en la pantalla; también sirven para evitar sonidos y llamar la atención.
Con la nariz sobre el plato humeante, más de un cocinero de la televisión incurre en un cliché al clamar “¡qué bueno sería que ustedes en casa puedan sentir el aroma que hay aquí en el estudio!”, culpando así a los televisores por el bache en la experiencia sensorial.
Ocurre que el olfato no goza de gran protagonismo en los productos tecnológicos, un sector donde abundan estímulos para otros sentidos, como la vista, el oído y el tacto.
Pantallas con resoluciones brutales, como el 8K visto en ferias recientes, sistemas de audio cada vez más robustos, y novedades como 3D Touch en el iPhone 6S o el clásico lápiz utilizado hace años en las tabletas digitalizadoras, capaz de reconocer el nivel de presión ejercido por el dedo sobre la pantalla son algunos ejemplos de cómo la tecnología elige y privilegia ciertos sentidos.
No obstante, una serie de novedades colocan al olfato en el mismísimo centro de la oferta tecnológica. Por ejemplo, teléfonos que reproducen aromas en vez de ringtones y smartTV que liberan en el living de casa los olores del mar cuando una trama transcurre en un paraje playero.
A priori, la promesa podría resultar intrascendente, sin embargo ciertos desarrollos trascienden la mera curiosidad e irradian su alcance al mundo de los videojuegos, al creciente sector de la realidad virtual, y alteran los estándares de creatividad de los grandes estudios de Hollywood.
¿Se imaginan un título de acción en una consola o una PC que cambie por completo la sala con el aroma de la pólvora o del napalm por la mañana?
Pochoclos y narices
“Nuestro sistema E-Motion incorpora movimiento de butacas y sorprendentes efectos especiales como viento, agua, vibración, impacto de aire y aromas en perfecto sincronismo con la película o contenido audiovisual”, explican desde Lumma, una empresa argentina fundada en 2014 que proyecta inaugurar este año las dos primeras salas 4D en el país. En el mundo ya existen salas con estos encantos, con pruebas que se remontan cinco años atrás en un cine de Los Ángeles, cuando se proyectó en 4D The Nightmare Before Christmas, de Tim Burton.
En esta modalidad también son usuales efectos como niebla, juegos de luz e incluso calor y frío extremo. En estos casos no habrá que culpar al sistema de climatización de la sala (¡cuántos somos los que nos quejamos por el excesivo aire acondicionado!), sino a la búsqueda de una experiencia totalmente inmersiva.
Gabriel Castares, director ejecutivo de Lumma, cuenta a la nacion: “Nosotros no nos enfocamos en un solo sentido, sino en la combinación artística de todos para generar una experiencia diferente en el espectador. Lo que podemos asegurar es que si a la visualización le agregamos algunas sensaciones muy bien combinadas, la experiencia es muy linda. Por eso somos muy cuidadosos al incorporar en una película los efectos especiales y en particular, el olor”. El ejecutivo explica que estos efectos complementarios son programados con anterioridad para que aparezcan en momentos precisos de una película, con un paciente trabajo para determinar cuándo conviene que el sistema brinde un efecto especial o una sensación de olor, en adición a lo visual. La firma cuenta con un departamento de contenido que, según explican, trabaja juntamente con los principales estudios hollywoodenses. Consultado acerca de eventuales vínculos de estos avances con el área de la realidad virtual, Castares explica: “Estamos haciendo las primeras pruebas con simuladores y visualizadores Oculus Rift. Es una linda combinación que podrá generar diferentes experiencias en las personas”.
Antes de las vacaciones de invierno de este año se espera que Lumma inaugure dos salas 4D con tecnología E-Motion, en conjunto con la firma Multiplex en Pilar y Village Cines en Avellaneda.
Cuatro dimensiones, en casa
Raúl Porcar, un ingeniero valenciano que fundó la firma Olorama, asegura que “el olfato es el sentido más importante del ser humano”, ya que es capaz de “despertar recuerdos, transportarnos a la infancia e incluso cambiar nuestro estado de ánimo”.
Su empresa ha desarrollado un sistema que inyecta olores en formatos audiovisuales de cualquier tipo. Según explica, un dispositivo reproduce hasta una docena de fragancias por película, incorporadas en dosificadores dotados de un ventilador que regula el alcance y la intensidad, mientras que un software especial se encarga de la sincronización inalámbrica entre los difusores y lo que ocurre en pantalla. El desarrollo, que será exhibido en marzo en el South by Southwest Interactive 2016, un reputado festival de la industria audiovisual, ya fue utilizado en cines, museos y eventos, y ahora se ofrece una versión de uso doméstico.
Al momento, la firma Olorama sólo opera en España y Estados Unidos.
“Incorporar el sentido del olfato a programas, películas, experiencias, videojuegos, etcétera, abre un mundo de posibilidades a creativos de todo el mundo para ofrecer una sensación única: sentir lo que quiere transmitir su desarrollador de una forma completamente inmersiva”, agrega Porcar y explica que, respecto de intentos anteriores, el dispositivo de su compañía ha mejorado variables como el costo y la sensación de realidad, esto último cortesía de la utilización de esencias naturales.
Por “intentos anteriores”, Porcar refiere principalmente a Smell-o-Vision, un sistema que, aunque pionero en este ámbito, fue un fracaso en la década del sesenta en una única exhibición de Scent of Mystery. Por entonces, las narices de los espectadores no llegaron a percibir los prometidos aromas durante la proyección.
Hacia 1982, el cineasta John Waters presentó una versión “olorosa” de su filme Polyester, entregando a los espectadores tarjetas que emanaban perfumes raspando la superficie del papel. El experimento se replicó en algunas ocasiones, aunque no fue suficiente para convertir el olfato en un estándar a la hora de pensar el cine.
Una curiosidad antes de avanzar. El 1° de abril de 1965, la cadena BBC emitió una entrevista a un inventor que prometía que los televidentes podrían oler desde sus casas el aroma de una cebolla que cortaba frente a cámara y también de un humeante café. Cientos de televidentes llamaron al canal diciendo que, efectivamente, los hedores llegaron hasta sus narices desde la pantalla. En verdad se trató de una broma del Día de los Inocentes (o April Fools’ Day), en tiempos en los cuales estos sistemas no alcanzaban los resultados esperados.
El olfato de la movilidad
La industria de los smartphones también tiene sus exponentes en la viña perfumada. ¿Qué tal un teléfono que alerta la entrada de una llamada o un mensaje con un perfume, en reemplazo del clásico ringtone o vibración? ¿O despertar gracias al aroma del café en vez de hacerlo por los alaridos de una alarma? Aquella es la propuesta de Scentee, un accesorio plástico que se encastra al cuerpo del smartphone, se conecta a la entrada para auriculares, y funciona en dispositivos iOS y Android mediante una aplicación que configura el funcionamiento de estos cartuchos. En el sitio Web de la compañía promocionan alternativas de lavanda, rosas y frutilla, además del mentado café. “Este potente e innovador complemento se anota en la nueva ola de celulares donde todos los sentidos pueden ser encendidos”, dicen. Y en sintonía con aquello que se respira en los cines, hablan de una “comunicación 4D”.
oPhone Duo avanza en una dirección similar, aunque se trata de un teléfono, no de un accesorio. También funciona gracias a una aplicación, en este caso denominada oSnap, que le indica al dispositivo en qué momento expulsar los perfumes contenidos en cartuchos extraíbles que contienen más de treinta aromas esenciales.
Acaso no muy necesario, uno de los usos posibles de este dispositivo es compartir a distancia el aroma de un plato de comida.
Eso sí: todos los integrantes de este círculo deben ser dueños de un oPhone.
Mientras la tecnología comienza a usar el olfato, para el futuro quedará la reivindicación del gusto, otro de los sentidos que las herramientas digitales todavía han postergado.