Cientos de miles de jóvenes han huido de Siria desde el estallido de la guerra para no combatir por un régimen dictatorial o con las milicias yihadistas. Esta es la historia de uno de ellos.
El final de la guerra de Siria aún está lejos y Bashar Al Assad es consciente de ello. El dictador sirio está desesperado por encontrar nuevos reclutas y reservistas dispuestos a luchar. Antes de que estallara el conflicto, en 2011, las fuerzas armadas sirias sumaban unos 250.000 soldados; ahora, casi ocho años después, no se sabe cuántos militares se mantienen aún con el ánimo y la fuerza de seguir combatiendo. Las deserciones masivas y los cientos de miles de insumisos al servicio militar son el talón de Aquiles del ejército sirio, que ha tenido que recurrir a las milicias chiíes de Irán e Irak y a los combatientes de Hezbollah del Líbano, sin olvidar la ayuda militar rusa.
Por ello, la retirada de Siria de los efectivos iraníes o milicianos chiíes de Hezbollah “es innegociable”, declaró recientemente el viceministro de Relaciones Exteriores sirio, Faisal Mekdad, en relación a la exigencia de Estados Unidos de que Irán y sus aliados se retiren del país árabe.
El año 2010 contempló la última promoción de jóvenes sirios que hicieron el servicio militar obligatorio de dos años y medio, ya que el estallido de la revolución en marzo de 2011 lo cambió todo.
La acuciante necesidad de efectivos militares, primero para acabar con las protestas y después para luchar contra los insurrectos suníes, redujo la ‘mili’ a prácticamente “unos meses de entrenamiento”. “Después te obligan a quedarte en tu regimiento como si fueras un soldado regular porque estamos en guerra”, explica a El Confidencial Ali, un universitario que como muchos otros jóvenes sirios huyó del país para no tener que incorporarse al servicio militar obligatorio.
Las calles de Beirut están llenas de universitarios sirios como Ali que, cuando estaban en el último año de carrera, huyeron al Líbano o Turquía porque no querían luchar por el régimen. Una generación de jóvenes que no podrá regresar a Siria porque “la deserción se paga como mínimo con cinco años de cárcel, trabajos forzosos y te reclutan para el ejército, pero si eres desertor y opositor te condenan a pena de muerte”, asegura Ali.
“Con estas condiciones y sin una amnistía refrendada por Naciones Unidas, además de las falsas promesas que el régimen ha hecho en el pasado, ¿cómo vamos a poder volver a Siria?”, se pregunta el joven. “No creo en las amnistías del régimen. No es la primera vez que el Gobierno autoriza algo y cuando regresas no tienes garantías ni seguridad. En el Líbano hay al menos 400.000 varones sirios entre 18 y 40 años que están obligados a ir a filas. ¿Crees que el régimen va a perdonarnos a todos si no ven como a traidores?”, sentencia.
Ali llegó a Beirut a finales de 2013 e intenta sobrevivir trabajando como traductor para ONGs internacionales o dando clases de árabe. “Los sirios no tenemos derecho a trabajar en el Líbano. Si eres refugiado únicamente puedes encontrar trabajo en la construcción, en el campo o servicios de limpieza. Muchos jóvenes refugiados somos universitarios y la única opción que tenemos es trabajar en la vendimia”, se queja.
Únicamente están exentos del servicio militar aquellos que tienen una enfermedad que los exima o si es el único varón en la familia. Otra manera de librarse del servicio militar “es pagar 8.000 euros y comprometerte a vivir cinco años fuera de Siria para que quiten tu nombre de la lista”, revela Ali. Aún así, asegura, “no hay garantías de que puedas librarte de ser llamado a filas”.
El universitario explica que dentro de Siria hay miles de reservistas escondidos: “Las autoridades van como locas a la busca y captura de reservistas, haciendo redadas en barrios y viviendas”.
90.000 entrenados por “asesores” iraníes
Ser desertor se paga caro en Siria, pero más aún si encima eres alauí, la secta a la que pertenece Al Assad. Essa tuvo que huir de Siria hace seis años y en todo este tiempo ha estado entre Turquía, El Líbano, México y, ahora, de nuevo en el Líbano. El joven abandonó Damasco 10 días antes de que terminase su prorroga por estudios universitarios. “Para mi es impensable regresar. Para la comunidad alauí, para mi familia, soy un traidor”, lamenta. “Como alauíes debemos defender al régimen y proteger a nuestra comunidad religiosa, eso nos enseñan desde muy jóvenes. Nos hacen creer que estamos en peligro, que los suníes quieren masacrarnos, y si tú no matas, ellos te matarán a ti”.
Ante las deserciones, el régimen ha tenido que recurrir a voluntarios a los que paga más del doble que un soldado regular, que cobra 5 euros al día. Alrededor de 90.000 varones entrenados por “asesores” iraníes integran las denominadas “Brigadas de Defensa Local”. La mayoría de los reclutados para estas milicias locales o han evadido el servicio militar obligatorio o no se presentaron a sus responsabilidades en la reserva.
Mientras cientos de miles de hombres eluden su obligación de defender al país, un puñado de mujeres voluntarias intenta llenar el vacío que han dejado los desertores, aunque se trate únicamente de propaganda del régimen. Recientemente, la primera dama, Asma Al Assad, se dirigió en un vídeo a los jóvenes sirios, a los que reprende por haber desertado mientras, detrás de ella, un grupo de mujeres toma las armas para defender Siria. Estas “amazonas” forman parte del primer y único batallón de 800 mujeres dentro del ejército sirio. Estas mujeres están entrenadas como fuerzas de élite que luchan contra los “terroristas”, ya sean rebeldes salafistas o yihadistas del Estado Islámico o de Al Qaeda.
Este batallón femenino se formó para contrarrestar la escasez de efectivos militares, aunque el régimen sirio nunca reconocerá que está escaso de soldados por las deserciones o por las decenas de miles de militares o milicianos chiíes de Irak, Irán o Hezbollah que han caído en batalla.