¿Alguna vez te has preguntado qué sucede con tu ropa cuando la tiras?.
En los países occidentales, cuando donas prendas a entidades caritativas, estas se regalan a gente necesitada o se venden en tiendas de segunda mano para recaudar fondos.
Pero, ¿qué pasa cuando se trata de ropa que está rota, dañada o que nadie quiere comprar?
Lo más común es que vaya a parar a India, donde acabará alimentando un negocio en el que miles de millones de prendas se comercializan cada año. Para ser más específicos, en la ciudad de Panipat, al norte del país. Una zona conocida por ser “la capital de la ropa usada”.
Ropa mutilada
Cada día, cientos de toneladas de ropa llegan a esta localidad desde distintos puntos de planeta. En las afueras del municipio, se pueden ver grandes colas de camiones esperando para entrar y descargar.
Proceden del puerto de Kandla, en la costa oeste, donde desembarcan naves con contenedores llenos de vestimentas y textiles. Los empresarios locales la llaman ropa “mutilada”.
India es el mayor importador de ropa usada, superando a Estados como Rusia y Pakistán, según los datos más recientes de la División de Estadística de las Naciones Unidas.
En este país, la ropa de segunda mano se clasifica en dos categorías: la mutilada y la apta para ser usada.
Para proteger la producción textil india, los importadores de vestimenta apta necesitan contar con una licencia gubernamental.
Esta sólo se otorga si el comprador garantiza que la ropa no se venderá dentro de las fronteras indias, sino que se destinará exclusivamente a la exportación. Sin embargo, el grueso de las importaciones corresponden a prendas mutiladas, que no requieren de ningún permiso.
Reciclaje por colores
En Shankar Woollen Mills, uno de los centros de reciclaje, hay que abrirse paso sobre centenares de coloridos botones desperdigados por el suelo.
Es un lugar húmedo y las pilas de ropa de lana parecen exacerbar el calor en verano.
Montañas de chaquetas, faldas, camisetas y hasta uniformes escolares rodean al visitante. Algunas son de cadenas de ropa económicas y otras, de marcas de lujo.
Grandes cantidades de prendas rotas y usadas que, de otra manera, acabarían en un vertedero.
Los empleados se inclinan sobre grandes cuchillas que destrozan la ropa. La hacen pedazos para poder retirar los cierres, botones y etiquetas. Luego, se amontona de acuerdo a su color: rojo, azul, verde y mucho negro. Este es el primer paso: deshilacharla para poder volver a tejerla. Después, se procesa en tandas de colores similares.
Tela “de mala calidad”
“La tratamos en máquinas que hacen lo que las manos humanas no pueden: rasgar la tela hasta hacerla jirones”, le explica a la BBC el responsable de Shankar Woollen Mills, Ashwini Kumar.
“A continuación, estos jirones se introducen en una máquina más grande que mezcla lana, seda, algodón y muchas fibras artificiales como el poliéster. De aquí, pasan a una cardadora que empieza a darle vueltas hasta convertirlos en hilos”.
De tres toneladas de tela se consiguen 1,5 toneladas de hilo, que se teje en un material que ellos mismos llaman “de mala calidad”.
Este se suele destinar a la fabricación de mantas.
“Se distribuyen cuando hay desastres naturales en cualquier parte del mundo”, añadió Kumar. “O se vende la tela como mantas baratas para gente pobre por menos de US$2”.
África es el mayor consumidor de los productos que salen de Panipat. Casi todos los comerciantes locales visitan el continente con frecuencia en busca de nuevos clientes. Existe también un mercado local, pero es muy pequeño.
La industria se encoge
El costo de importar desechos textiles es muy bajo. Pero a Kumar le preocupa que lo que una vez fue un negocio lucrativo, ahora se esté encareciendo.
“Una vez que la ropa llega a India, ha de sumarse la aduana, el transporte, el almacenaje, la electricidad y los costes laborales. Nuestros consumidores africanos quieren mantas económicas, pero nos está costando mantener los precios bajos”.
El sector se ha visto afectado por la creciente competencia de fibras artificiales más baratas, como el poliéster.
El presidente de la asociación comercial All India Woollen & Shoddy Mills Association, Pawan Garg, le aseguró a la BBC que la industria ya se ha reducido de forma dramática.
“Aquí llegó a haber 400 unidades, hoy hay menos de 100. Ha sido un golpe muy duro. A la industria no le está yendo bien. Cada día cierra cierra una unidad o alguna se ve obligada a recortar su producción”, afirmó.
“Antes trabajábamos 24 horas al día, siete días a la semana. Ahora, con las justas hacemos un turno diario”.
Si el sector continúa encogiéndose, no sólo India tendrá un problema, según Kumar, que sugiere que Occidente puede ayudar a la industria.
“Hacemos un trabajo importante. Imagina el impacto medioambiental que habría si no diéramos uso a todas estas montañas de desechos”.
“Nada se desperdicia en India. Le damos nuestra ropa a los que la necesitan e incluso encontramos formas de utilizar la tela. No recuerdo ninguna vez en la que haya tenido que tirar una pieza de tela a la basura”.