El líder religioso pidió que haya un diálogo para encontrar “las bases para una convivencia respetuosa y pacífica”, sin mencionar la reciente detención de un obispo.
El papa Francisco expresó este domingo su preocupación y dolor por la situación en Nicaragua y pidió “un diálogo abierto y sincero” para que “se puedan encontrar las bases para una convivencia respetuosa y pacífica” en el país centroamericano, donde se vive una crisis política que ha salpicado a la Iglesia católica, tras ser arrestados altos funcionarios eclesiásticos por orden del presidente Daniel Ortega.
Al finalizar el rezo del ángelus en la Plaza San Pedro, el argentino Jorge Mario Bergoglio no mencionó directamente la detención, el viernes, del obispo de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, Rolando Álvarez, un abierto opositor al régimen orteguista, pero sí habló sobre la situación en Nicaragua, asunto al que no se había referido hasta la fecha.
“Sigo con cercanía con preocupación y dolor la situación que se ha creado en Nicaragua que afecta a personas e instituciones, quisiera expresar mi convicción y mi deseo de que por medio de un dialogo abierto y sincero se pueden encontrar la bases para una convivencia respetuosa y pacífica”, dijo Francisco, que también pidió “por la intercesión que la Purísima (como se conoce a la Virgen en Nicaragua) inspire en los corazones de todas las partes tal concreta voluntad”.
Quince días asediados
Álvarez fue detenido junto con cinco sacerdotes, dos seminaristas y un camarógrafo, y trasladado a su residencia familiar en Managua, donde permanece privado de libertad, en el último episodio del enfrentamiento entre el gobierno y la Iglesia católica. La Policía precisó que tomó la decisión de trasladar a Álvarez debido a que persistía en sus actividades “desestabilizadoras y provocadoras”.
El religioso, de 55 años, estuvo 15 días sitiado en la curia de Matagalpa por las fuerzas de seguridad, en el marco de una pesquisa por “organizar grupos violentos” e incitar al “odio” para “desestabilizar al Estado de Nicaragua”. El obispo había denunciado el cierre por parte de las autoridades de cinco emisoras católicas y había reclamado al gobierno de Ortega respeto a la “libertad” religiosa.