El politólogo y doctor en Filosofía, Héctor Leis, dio su opinión sobre la situación actual del país, comparándola con lo vivido en los años ’70. “La degradación abismal de la cultura política es una muestra del rumbo de la degradación general que lleva nuestro país”, indicó. Y agregó: “la memoria actual es mentirosa porque es anticatártica”.
Héctor Leis, politólogo y Doctor en filosofía, fue montonero durante los ’70 pero ahora, distanciado de la militancia crítica, realizó un llamado para no repetir lo que ya sucedió en nuestro país. “No existe libertad para la crítica. Nuestro país es hoy un lugar triste donde insultar, agredir y escarchar a un ciudadano o a un funcionario público pasó a ser una forma de comunicarse. La cultura cívica o ciudadana que se pone a disposición de nuestros jóvenes por medio de esos ejemplos, es triste, y bordea la ilegalidad. La degradación abismal de la cultura política es una muestra del rumbo de degradación en general que lleva nuestro país”, expresó a modo de resumen de la situación.
Por otro lado, identificó dos caras del mismo problema: la adulación y la violencia, que deben ser igualmente combatidas. Los ataques hacia quien no piensa igual son proporcionales a las adulaciones para el que se identifica como semejante. Los debates de fondo tampoco son tratados como debieran serlo: “la ESMA puede ser transformada en churrasquería, pero ni los políticos ni los intelectuales ni los que defienden ni los que atacan al Gobierno ven la necesidad de reabrir el debate sobre los Derechos Humanos en el país. Es una pena. Abrir este debate puede permitirnos combatir la presente degradación de la cultura política”.
La tendencia a mezclar todo en el contexto de los Derechos Humanos también es algo común. Pero, ofreciendo una mirada diferente, Reis indicó que “había muchos más demonios en la Argentina. En política, los demonios son actores públicos, no individuos. Estos últimos nunca llegan a demonios; su máxima jerarquía es ser criminales y sus penas son establecidas por tribunales de Justicia, de acuerdo con la legislación nacional e internacional vigente. Llamo ‘demonios’ a los principales actores que en los años ’70 victimizaron con la violencia y el terror a la comunidad política argentina como un todo. En este sentido, no tengo dudas de que el accionar de la Triple A, de los gobiernos de Perón, Isabel Perón, Videla, Viola y Galtieri, sumados al accionar de Montoneros, el ERP y otras organizaciones guerrilleras menores, son todos culpables. Todos contribuyeron solidariamente a una ascensión a los extremos del terror y la violencia que sufrió la Argentina”, destacó. A lo que luego agregó: “ninguno de esos actores pidió tregua u ofreció paz. Luchaban hasta el aniquilamiento total de los combatientes enemigos o hasta el agotamiento de sus propias fuerzas. Todos querían la muerte del prójimo. Se diferenciaron apenas en el modus operandi y en la cantidad de muertos. Todos estaban cegados por el resentimiento que emanaba de la dinámica de un conflicto armado asumido sin reservas. Pero los tribunales de Justicia y de la historia no llegaron a todos por igual”.
El reclutamiento de menores de edad es un tema que también fue abordado por el analista y que, en cierto punto, se condice con lo que sucede en la actualidad: “soy de la generación del ’60, como la mayoría de los revolucionarios que asumieron la lucha armada en la Argentina. Me pregunto qué derecho teníamos de reclutar y organizar a jóvenes menores de edad dentro de estructuras subordinadas a organizaciones guerrilleras, como era el caso de la Juventud Guevarista o la UES. En el inicio de la década del ’70, el promedio de edad de los principales líderes revolucionarios era de 30 años. ¿Qué derecho tuvimos de reclutar a jóvenes quinceañeros? Jóvenes que, como Ícaro, una vez que probasen las dulces alas de la revolución no descansarían hasta quemarlas volando en dirección al fuego del sol. Pienso hoy que una organización guerrillera no tiene siquiera el derecho a reclutar y conducir menores para actividades no militares. En la época, esos reclutamientos me parecían normales; creo que todos los compañeros los consideraban igual. Pero no lo eran, eran profundamente irresponsables y criminales. Me consta que, en general, los menores no eran aceptados como combatientes. Pero en algunos casos lo fueron, tanto en el ERP como en Montoneros”, explicó Leis. Luego sentenció: “el reclutamiento y utilización de menores de 18 años por parte de grupos armados es un crimen de guerra y está prohibido por el Derecho Internacional, llegando a constituir un crimen contra la humanidad si los reclutados son menores de 15 años”.
En otra entrevista, hizo alusión a la agrupación Montoneros y sus líderes, que nunca hicieron una autocrítica pública: “el hecho más extraño de la Argentina contemporánea es el limbo en el cual permanecen los dirigentes de la conducción de Montoneros. Nadie les cobra nada, ni crímenes ni cuentas bancarias. Y cuando alguien se anima a hacerlo, ellos no responden. Se puede pensar dos cosas sobre ese silencio. La primera es que no saben qué decir porque todavía están tratando de entender lo que pasó. La segunda, que es la más probable, es que por el momento creen conveniente no decir nada. La conducción interna de Montoneros siempre tuvo un estilo centralista y militarista, a un grado tanto o más alto que las FFAA. Después de todo, las FFAA no ejecutaban a sus miembros por motivos banales, como ocurrió algunas veces con Montoneros. Esa dirigencia debe pensar que la historia habrá de reconocerle sus méritos algún día; y hasta entonces, mejor no abrir la boca, porque tampoco saben para dónde va la historia. Todo esto tampoco explica por qué los ex montoneros no les piden una explicación a sus ex comandantes. En cuanto a la conducción, continúa sin rendir cuentas del dinero que estaba en su poder, que no era poco”.
Teniendo en cuenta eso, se refirió a La Cámpora: “la militancia de los ’60 y ’70 fue tan heroica y altruista como voluntarista e ignorante de la realidad de las cosas. Primero fue víctima de la ideología, después de la metodología militarista-leninista-terrorista de sus organizaciones; y por último, de Perón y los militares. Usamos ideas y métodos errados para combatir a todos al mismo tiempo. Pero fuimos originales, no reivindicamos la herencia de nadie, inventamos nuestros valores y nos sacrificamos por ellos. Las generaciones que nos siguieron son copias mal hechas de la nuestra. Adoptaron nuestra tradición de forma oportunista, desde el poder. No lucharon sino que fueron cooptados por los Kirchner. No existían antes de que ellos llegaran y fueron un invento del poder. No son ciegos, como fuimos nosotros, sino algo peor: son lacayos del poder del Estado. La Cámpora sería más coherente si se llamase ‘La Cayos’. Su lealtad con el amo dura mientras esté en el poder”.
Por último, habló sobre el uso de la memoria que hacen hoy los argentinos y destacó que es peor en estos tiempos: “esa memoria mentirosa y cínica es tolerada por la gran mayoría de la sociedad argentina, porque le permite olvidar la verdad de aquellos años y, sobre todo, ocultar sus responsabilidades. La violencia y el terror practicado por los principales actores en conflicto de aquellos años fueron deseados de forma abierta o silenciosa por la mayoría. De todas las memorias posibles, la actual es la mejor para ocultar la verdad, ya que la culpa es únicamente de los militares. La sociedad argentina tiene miedo de abrir la caja de Pandora de su pasado: el rechazo que eventualmente les produce la mentira e instrumentación de la memoria histórica es infinitamente menor que el horror que les produciría confrontarse con su participación en ese pasado. Para que la Argentina supere las divisiones y enfrentamientos que hoy la aquejan, es forzoso hacer la catarsis de los ’70. La memoria actual es mentirosa porque es anti catártica. Es el alter ego de la sociedad argentina, que prefiere la mentira a descubrir sus responsabilidades, tanto con la violencia de la guerrilla como de la dictadura y de las consecuencias de ambas. Y digo ‘sociedad argentina’ porque aún muchos de aquellos que padecieron la locura de la época permaneciendo neutrales, hoy también callan, esperando que la verdad sea producida por otros”.