En la 99.9, después de recibir el alta, Paula eligió contar su historia de superación y remarcó el trabajo de los centros de recuperación: “no pude terminar mi tratamiento porque el juzgado no me dejó hacerlo”, remarcó.
Las historias duras que siempre tienen como protagonistas a la droga, pocas veces tienen un buen final. Paula fue una joven adicta que su mamá, en un acto de desesperación, debió atarla a la cama ante su adicción. Incluso al momento de la judicialización del caso, debió filmarla para que el juez Dominoni le crea y el magistrado la amenazó con procesarla.
Después de un tiempo, hoy Paula ya está mejor y quiso dar a conocer su historia en la 99.9: “estoy bien, me siento bien, me siento otra persona. Ingresé muy mal a Casa del Sur, no sabía ni como me llamaba ni quien era. Ellos me dieron de comer, me bañaron y poco a poco fui entendiendo el tratamiento porque estaba negada. También lo que era la enfermedad, me gustó saber como es mi enfermedad, como se trata y como se cura”.
En su momento, cuando su madre quiso pedir ayuda, no querían internarla y ahí es donde debió interceder la Asociación Antidrogas de la República Argentina presidida por Claudio Izaguirre: “me enteré después que no me querían internar y le tengo que agradecer a Izaguirre por el apoyo que nos ha dado. También a toda la gente de Casa del Sur por toda la contención, trabajé mucho con psiquiatras y psicólogos, era alguien no sociable y hoy por hoy soy una persona abierta. Quiero que no se cierren las sedes porque soy la muestra de que se puede”, dijo sobre lo que indica la Ley de Salud Mental.
Incluso la propia justicia, no le permitió terminar su tratamiento: “me dolió no hacerlo. Me faltaban dos fases y el juzgado indicó que no iban a pagar más mi tratamiento. Me faltaban dos fases para tener mi diploma de alta, me daba miedo ver mucha gente y reinsertame y eso no lo pude completar”.
Como en muchos casos, la relación de Paula con las drogas comenzó en la adolescencia y por un dolor que la atravesaba: “llegué a las drogas a los 15 años cuando mis papás se separaron, eso me afectó mucho y no lo hablé con nadie; lo tapé con consumo de drogas. Me daba cuenta que cuando terminaba el consumo, el dolor seguía. Me aislé y fracasé con mis dos parejas por la droga, dejaba a mis hijos con mi mamá, volvía al año muy consumida y los veía un poco. Pateé mucho la calle, anduve mucho y no está nada bueno”, contó.
Su mensaje es claro, hay que contar lo que sucede para poder recibir asistencia: “hoy por hoy no soy la persona que era antes, tengo herramientas para sostenerme en el afuera, no quiero otra cosa para mi vida. Es feo ser adicto, sentirse sólo, estar tirado en la calle y que nadie te vea. Es una enfermedad que se combate hablando, diciendolo”, finalizó.