Hacía muchos años que no se presentaban en la ciudad tantos puntos de discusión y controversia como los que ahora ocupan el centro de la escena y comienzan a despertar la inquietud acerca de qué hábitat queremos
Todos los proyectos de cambio urbanístico despiertan polémica, tanto en Mar del Plata como en cualquier ciudad del mundo. De la constancia y el talento de los gobernantes depende saber escuchar, persuadir y avanzar, cuando existe el convencimiento de que lo planteado es útil a las necesidades de la gente y factible en su realización.
En Mar del Plata, hoy se habla mucho de estas cosas. Crear una policía comunal, generar polos de desarrollo urbano que “estiren” la ciudad hacia otros confines o reordenar un tránsito caótico, son cuestiones que por fin aparecieron en la agenda cotidiana. Y nos proponen diferentes visiones sobre cómo llegar a lo perfecto o, al menos, al camino conveniente. Algunas de ellas ya despiertan debate, y eso es bueno.
Verdades a medias
La Justicia ha detenido las obras previstas en el espacio conocido como Canchita de los Bomberos. Una vez más, la realidad se judicializa y un espacio que busca desarrollo debe conformarse con un expediente que algún funcionario de los Tribunales apresurará o detendrá, según sea su antojo.
Un grupo de vecinos –mínimo, según se desprende del irrefutable testimonio de las fotos- impone de esta forma su particular visión del progreso por sobre el interés general.
Una visión que estuvo ausente durante décadas y que no se posó sobre un predio “intrusado”, lleno de roedores y convertido en un lunar de marginalidad. Hasta que se hizo presente el viejo prejuicio según el cual cualquier plan de viviendas impulsado desde el Estado es para “llenar el barrio de villeros”. Hoy aparece la compulsión por el espacio verde, los parques, las plazas y la recreación. Y antes, ¿por qué no? ¿Por qué tanta bella idea urbanística no fue sometida a consideración? ¿Por qué ese ofrecimiento de hoy de “hacerlo entre todos los vecinos” no alumbró antes?
No hace muchas semanas, la prensa local publicó las imágenes de los departamentos a construir en el lugar. No son viviendas sociales destinadas a trasladar villas de emergencia. Son espaciosos y muy luminosos departamentos más que apetecibles para una clase media necesitada de este tipo de emprendimientos, acompañados de una financiación accesible. El proyecto respeta las reglas modernas de construcción en todo lo que tiene que ver con la presencia de amplios espacios verdes, pulmones de manzana y todos los servicios. Se convierte, en ese aspecto, en un plan superador de lo que hay hoy en aquél espacio, que será visualmente integrado al entorno de luminosidad y frescura de su localización.
Pero no, los que durante décadas se limitaron a ver crecer el pasto tienen que sacar a relucir el “no porque no”. Como sucedió cuando se urbanizaron las playas de Punta Mogotes y dejaron de ser el basural alterno de la ciudad.
Como cuando se dotó de servicios de primer nivel a los balnearios de La Perla, o cuando se urbanizó el Paseo Jesús de Galindez, o se hicieron la Peatonal o el shopping.
El Estadio Mundialista o el Polideportivo, se suponía, iban a privar a los jóvenes de clase baja de poder disfrutar del Parque Municipal de Deportes. Sin embargo, se han multiplicado por miles los chicos que hoy concurren allí para disfrutar del natatorio, de las pistas, del velódromo y de tantas otros escenarios que antes eran sólo pastizales inhóspitos de los que había que huir apenas caía el sol.
Cada vez que algo se intenta en Mar del Plata, surgen los despavoridos “constructores de la nada” que tratan de impedirlo. ¿Serán los mismos que vaticinaban violaciones masivas por el arribo del Kitty Hawk? ¿Los mismos que sostenían entre gritos que la ciudad sería bombardeada por los ingleses en 1982 para destruir submarinos que ya hacía mucho no estaban en su base?
Basta, dejen que sigamos adelante.
Hay planificaciones que no se hicieron en el momento en que debieron ser tomadas en cuenta, y eso ha hecho crecer a una ciudad con muchos vicios de construcción y un tanto disparatada en su perfil. Pero ya está, no lloremos sobre una leche derramada que no tiene chance alguna de volver a su botella.
Dejemos que el progreso, cuando está sustentado en proyectos serios y útiles, como es el caso, siga adelante. Dejemos que nos otorgue un perfil de modernidad que nunca se logrará confundiendo pastizales con espacios públicos, o urbanismo con el privilegio de poder apropiarme de la vista al mar aunque viva a cuatro cuadras de la costa.
Y por favor: si los vecinos del lugar son algo más que la veintena que aparece en todas las fotos, les aconsejaría que se expresen, que hablen, que participen.
Porque me parece que, una vez más, las mayorías son silenciosas. Y en tanto sigan calladas, no sirven para nada.
Un camino que merece recorrerse
Es muy común que cuando los argentinos hablamos de ciudades ordenadas, con un tránsito ágil y cómodo y con un transporte público adecuado a las necesidades de los grandes conglomerados urbanos, hablemos de Madrid, de Nueva York (hasta hace no tantos años, un verdadero caos y hoy un verdadero placer para transitar), o de París.
La capital francesa ha logrado convertir los traslados por su ejido en un ejemplo de cómo hacer las cosas para facilitar la vida de sus ciudadanos. Estuvo de visita en Argentina su vicealcalde, Pierre Mansat, y dejó conceptos que los marplatenses tenemos que atender especialmente. Sobre todo cuando el “Plan de Acción Mar del Plata Sostenible” que está comenzando a implementarse por estos lares, toma un modelo conceptualmente idéntico para la reorganización de un tránsito que en nuestra ciudad reconoce los mismos problemas que aquejaban a su par francesa.
París se ha convertido en un ejemplo paradigmático sobre cómo una ciudad superpoblada y colapsada por los autos particulares puede ordenar el tránsito y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, con el desarrollo de un sistema integral de transporte colectivo. Fue necesaria una política voluntarista para desarrollar el transporte colectivo. Había que ofrecer medios de transporte eficaces, eficientes y regulares para generar esa voluntad de limitar el auto. De ahí el sistema de corredores exclusivos para autobuses; y el de las bicicletas de uso libre, de las que circulan más de 20 mil en París.
La decisión de dejar el coche y viajar en un transporte público, ¿depende de la voluntad particular de cada ciudadano o de las políticas públicas que llevan a cabo los gobiernos? Creo que ambas son necesarias, tanto la voluntad del ciudadano como la firmeza de las políticas públicas. El encuentro en las aspiraciones de los ciudadanos con las políticas públicas es lo que crea una relación de fuerzas favorable para ejecutar estas medidas. La ciudad de París es un claro ejemplo. Ante el éxito, el alcalde fue reelegido en 2008 y los ciudadanos aprobaron su gestión en materia de movilidad.
¿Qué puede aprender el resto de las ciudades del modelo parisino? La mayoría de las grandes urbes enfrentan los mismos problemas: cómo privilegiar el transporte colectivo, cómo lograr la integración regional y cómo tomar decisiones que mejoren la calidad de la movilidad urbana. En ese sentido está Buenos Aires, que desarrolló un sistema para incentivar el uso de las bicicletas y que está teniendo éxito. Ese tipo de voluntad política es perfectamente aplicable en cualquier ciudad del mundo.
¿Qué sucede cuando no existe esa voluntad política o cuando hay problemas de presupuesto? La voluntad política es fundamental. Pero es cierto, tiene que estar acompañada de los medios presupuestarios. La movilidad requiere que haya decisiones políticas que le asignen un buen presupuesto local. Tal vez observando el ejemplo parisino podamos tomar nota de lo importante del momento que estamos viviendo.
Hay un plan. Y ese plan ha sido probado en las principales capitales del mundo. Nuestra ciudad, aunque no nos demos cuenta por convivir con ella permanentemente, ya es hoy una gran urbe. Y como cualquier otra, requiere soluciones técnicas, específicas y probadas.
Además, y como ocurrió en París, aquí se está teniendo en cuenta el cuidado medioambiental como base de inicio, lo que se acomoda a los estándares del urbanismo más moderno y sustentable. Ahora falta conocer cuál es el nivel de capacidad operativa para implementarlo.