Google, el gigante de Internet, quiere usarlos como una suerte de antenas para posibilitar el servicio en cada rincón.
Al alcance de nuestros ojos desnudos, e incluso diez kilómetros por encima de las rutas establecidas para la aviación comercial, una flota de 30 globos aerostáticos superpresurizados baila por estas horas una computarizada coreografía en la porción de la estratosfera que hace las veces de techo celeste de dos pequeños poblados de Nueva Zelanda: Christchurch y Canterbury. Abajo, antenas especiales instaladas en 50 hogares de esas ciudades permiten que los dueños de casa se conecten a Internet de una forma que podría revolucionar la vida digital del planeta, facilitando el acceso de los dos tercios de la población que viven en áreas donde el acceso a la Web está fuera de alcance.
Loon -“alocado” en inglés, pero también fragmento de la palabra “globo”: balloon – es el más reciente proyecto develado de Google [x], el laboratorio de Google en el que bajo el más estricto secreto se han alumbrado productos y dispositivos como el Google Glass, o el auto autónomo, capaz de distinguir y sortear los obstáculos presentes en el camino.
“Google [x] es una fábrica de moonshots [literalmente, “lanzamientos a la Luna”], es un lugar donde tratamos de dar soluciones innovadoras a grandes problemas a partir de tecnologías nuevas y radicales. Lo que lo diferencia de cualquier laboratorio de investigación corporativo es que aquí uno realmente tiene que creer que no sólo se trata de tecnología, sino de algo que represente una solución para millones de personas”, dijo a LA NACION Richard DeVaul, arquitecto técnico en jefe del proyecto Loon, en comunicación telefónica desde Nueva Zelanda.
Loon es una red de globos de 15 metros de diámetro que se desplazan empujados por las corrientes de aire que recorren la estratosfera de Oeste a Este, y que alojan la tecnología necesaría para interconectar bases terrenas de Internet con antenas alojadas en zonas distantes, permitiendo así el acceso a un servicio de Internet con un ancho de banda lo suficientemente grande como para concretar una charla vía Skype. DeVaul ofreció algunos detalles del proyecto.
-¿Cuál es el objetivo de Loon?
-El principal foco es investigar si es posible llevar Internet a dos tercios de la población del mundo que no lo tiene. Es una red que construimos en el cielo, con globos diseñados para volar hasta la estratosfera y que combina características únicas que nos permiten proveer Internet. El gran avance fue lograr que los globos duren mucho tiempo y que sean relativamente baratos. Además, descubrimos una forma en que podemos cambiar su altitud haciendo que suban o bajen para atrapar distintos vientos, utilizando simplemente aire y luz. Y no una o dos veces, sino en forma continua durante todo lo que dure el vuelo, permitiéndonos guiarlos a dónde hay estaciones terrenas de Internet. Se trata de coreografiar el movimiento de toda una flota de globos. Para resolver este problema tuvimos que desarrollar un nuevo sistema computacional y, por supuesto, utilizamos los recursos de Google.
-¿Cómo nació esta idea? ¿Por qué eligieron globos?
-Desde la antigüedad, los globos han sido utilizados para la comunicación; ya en el año 200 a.C., los generales chinos empleaban linternas de papel en globos para la señalización militar. Pero sucede que, recientemente, se ha estado hablando de utilizar plataformas estratosféricas para llevar de allí Internet a la Tierra. Pero esta idea implica construir onerosas y complicadas naves espaciales capaces de volar hasta los 20 kilómetros de altitud para luego transmitir Internet a sólo un área en la superficie terrestre. Nosotros pensamos que podría ser posible resolver el problema de una forma diferente. En vez de utilizar un número reducido de cosas caras y complicadas, utilizar un número mayor de pequeños y menos costosos globos a la deriva en el viento.
-En el marco de este proyecto, ¿qué es lo que están probando este fin de semana?
-Estamos testeando el sistema. El lunes pasado hicimos llegar Internet a algunos de nuestros primeros testers [personas que en sus hogares han instalado antenas para conectarse a los globos] aquí en Nueva Zelanda, y esa fue la primera vez en que alguien que no fuera un ingeniero de Google tuvo Internet a partir de un globo de gran altitud. Mientras hablo con usted tenemos varios globos volando sobre Christchurch, en Nueva Zelanda, y 50 testers dentro y fuera de Christchurch y Canterbury.
-¿Por qué en Nueva Zelanda?
-Porque es una gran ubicación, en parte por estar en el paralelo 42°, al Sur; así, al dar la vuelta al mundo pasaran por otros países que se podrían beneficiar.
-Si todo funciona bien, ¿cuál será el siguiente paso?
-Por ahora estamos sólo demostrando que el concepto básico del proyecto es factible, pero con el tiempo estaremos lanzando más globos aquí en Nueva Zelanda, y quizás en otros lados en el paralelo 42° Sur, como Argentina. Pero para que la gente que se podría beneficiar con este servicio lo haga necesitamos socios en la superficie en todos los lugares en los que vayamos a proveer el servicio.