La composición del nuevo Parlamento de Irán abre una (pequeña) esperanza al cambio
El próximo 27 de mayo se inaugura el 10º Parlamento iraní. La Cámara va a contar con el mayor número de diputadas en la historia de Irán. Catorce resultaron elegidas en la primera vuelta, en febrero, y otras cuatro se sumaron en la segunda, dos meses más tarde. Es el doble de las nueve que había en el legislativo anterior y cuatro más que en el quinto (1996-2000), durante el apogeo de los reformistas. Por primera vez, el moderno hemiciclo de la plaza de Baharestan albergará a más mujeres que clérigos.
En 1980, en las primeras elecciones tras la proclamación de la República Islámica, los clérigos ocuparon 164 de los 270 escaños con que contaba entonces el Parlamento. En la nueva legislatura, serán 16 de los 290 elegidos. La novedad es un reflejo de la evolución de la sociedad iraní, donde las mujeres constituyen el 60% de los titulados universitarios y el desprestigio del sistema religioso de gobierno ha revalorizado la preparación profesional.
Las feministas iraníes se muestran cautas. El resultado queda lejos de la cuota del 30% que habían reclamado, e incluso de los 50 escaños a los que aspiraba la campaña Cambiemos la Cara Masculina del Parlamento de Irán. Ni siquiera es seguro que su presencia pueda traducirse en una reforma del estatuto legal y social de las mujeres que acabe con su discriminación institucionalizada.
Si bien todas las elegidas se identifican como moderadas o reformistas, solo una tiene experiencia parlamentaria, por lo que se desconocen sus posiciones en los asuntos de la mujer o si tienen una perspectiva de género. En cualquier caso, su número resulta insuficiente para marcar la agenda parlamentaria. Podrán impulsar, eso sí, algunos proyectos poco controvertidos, como la ayuda a las cabezas de familia o el apoyo a las emprendedoras. Pero, tal como recordaba Sussan Tahmasebi, una activista iraní que dirige el programa de Oriente Próximo de la International Civil Society Action Network, “la asistencia de las mujeres a los estadios y la imposición del velo son asuntos políticamente cargados que les resultarán difíciles de abordar”.