Dado que su marido falleció sin descendencia masculina, Tsiweyenki se convertirá en la líder de los maká.
Tsiweyenki tiene piel morena, sonrisa cálida y cabellos negros y largos. A sus 68 años ha hecho historia entre los suyos porque tras la muerte de su marido hace tres meses se convirtió en la primera mujer en heredar el liderazgo de la tribu indígena maká, en Paraguay.
Este legado de poder es un desafío para Tsiweyenki. Primero, porque su país aún padece costumbres machistas. Segundo, porque su esposo era un líder muy querido. Un día en que el equipo de The Associated Press la visitó en el pueblo Mariano Roque Alonso, a unos 20 kilómetros al norte de Asunción, una solitaria flor amarilla sin marchitarse aún adornaba la tumba del difunto Andrés Chemei.
A pesar de todo, Tsiweyenki –cuyo nombre ante el gobierno según su cédula de identidad es Gloria Elizeche– se muestra feliz.
“Me siento muy bien, muy animada porque toda la comunidad me demuestra su respeto”, dijo a través de un intérprete mientras exhibía las páginas de un álbum de fotografías de su esposo en diferentes actos políticos y sociales.
En su entorno cercano la apoyan, pero en Paraguay no es común que exista esta equidad de género. “Los maká somos respetuosos de las mujeres y en este caso depositamos nuestra confianza en la viuda de Chemei”, aseguró Yelukín, director del ballet maká del barrio Qenkuké, que organiza eventos de danzas ancestrales.
En contraste, la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas Conamuri aseguró en un comunicado en marzo pasado que “nuestra sociedad está inmersa en un sistema capitalista, patriarcal, colonial y extractivista que oprime y explota, estableciendo relaciones desiguales y discriminatorias de clase y género, que fundamentan la opresión de las mujeres”. Según la ONG, “las decisiones que se toman en los espacios de poder político y social continúan estando bajo dominio masculino, y son tomadas sin nuestra participación real”.
El antropólogo Ramón Corvalán coincide: “Parece ser que al hombre le cuesta mucho asimilar que las mujeres ya no tienen conductas como en el pasado, de obediencia ciega. Hoy ellas quieren liderar y ocupar espacios en toda la sociedad, quieren que se las consulte sobre cualquier tema, y que se escuchen sus opiniones”.
En la comunidad maká nunca han reportado un feminicidio, sin embargo, no ocurre lo mismo en el resto de Paraguay: según el Ministerio Público en 2017 fueron asesinadas 50 mujeres, en 2018 la cifra aumentó a 59 y hasta el 15 de mayo de 2019 sumaban 20. La mayoría de estas paraguayas murieron a manos de sus parejas o exparejas.
En el territorio de 14 hectáreas que comparte con los 2000 miembros de su comunidad, Tsiweyenki aún cocina caldo de verduras con trozos de carne vacuna sobre un fogón y cuida a sus nietos y bisnietos. No será la primera vez que un cacique de los maká cumpla varias funciones a la vez. Antes de que falleciera Chemei, a los 81 años, también era pastor bautista de su tribu. La silla que ocupaba en su templo sigue vacía y la iglesia no ha designado a un nuevo sacerdote porque el grupo sigue en duelo.
En Paraguay sobreviven 20 etnias con una población estimada de tan sólo 120 mil personas, según la Dirección Nacional de Estadísticas y Censo. La mayoría se encuentra en la extrema pobreza.
La tribu de Tsiweyenki habla y escribe en maká y sus miembros se dedican a la venta de artesanías tanto en la capital como en ciudades del interior, una actividad que les permite habitar una zona urbana y poseer algunos electrodomésticos e incluso antenas parabólicas. Otras etnias prefieren mantener sus costumbres en la selva o en ranchos de propietarios paraguayos y extranjeros.
En Mariano Roque Alonso, los ancianos maká preparan el terreno para la toma de poder de su nueva cacique. Las próximas responsabilidades de Tsiweyenki estarán relacionadas con el manejo de instituciones municipales, sociales y con agencias gubernamentales.
Entre otras cosas, deberá estar al tanto de la dirección de una escuela de educación primaria y secundaria, de una organización laboral interna, de un equipo de fútbol que compite en una liga regional y hasta del funcionamiento del templo bautista que presidía su marido. Mientras tanto, por decisión de una asamblea de la comunidad, Mateo Martínez, quien fuera por 35 años secretario del fallecido cacique, hace las veces de encargado político de la tribu.
Él está por concluir trámites para lograr la construcción de 150 viviendas en su comunidad pero aclara que aunque él maneja las cuestiones oficiales, “a la viuda de Chemei se le consulta todos los asuntos; ella debe dar su aprobación o rechazo”.
Hasta el momento, Tsiweyenki pareciera manejar la transición sin dificultares y sigue disfrutando de la cocina en su hogar. “Me gusta comer pescado… me gusta cocinar para mi familia”, aseguró.
Convertirse en líder en un país dominado por varones no le perturba. “Estoy al tanto de lo que ocurre en el mundo con la incorporación de las mujeres en la administración de los asuntos de la población”, explicó. “Hace muchos años conocí a una mujer extranjera que dirigía muy bien a su pueblo; no recuerdo su nombre, pero me dijo que las mujeres somos muy capaces”.
Como en esta etnia paraguaya, otros grupos de países cercanos han dado algunos pasos en cuanto a igualdad femenina se refiere. En Colombia, en la tribu Wayú de La Guajira no son inusuales las líderes femeninas, y en Brasil la cultura indígena tradicionalmente excluía a las mujeres de los roles de liderazgo, pero eso se está modificando, y en la actualidad están liderando una lucha por los defender sus tierras ancestrales.
Antes de morir, el cacique Chemei dijo a la agencia AP que cuando falleciera su pueblo tendría que elegir a un nuevo líder porque la costumbre maká dicta que el poder pasa de un padre a un hijo varón y él sólo tuvo tres hijas. Chemei heredó el liderazgo de su padre en 1979, quien a su vez lo recibió de su abuelo, y por ello la decisión de los maká de dejar el poder en manos de Tsiweyenki podría parecer sorprendente.
“En general todos los indígenas respetan mucho a las mujeres porque toman decisiones”, explicó Marilin Rehnfeld, directora de la oficina de Antropología de la Universidad Católica de Asunción. “Ellas son las administradoras de la comunidad, educan a los niños y resuelven asuntos importantes. El título de cacique es un invento de nuestra sociedad, y no de las etnias”.
Margarita Mywangi fue la primera mujer convertida en líder de uno de varios asentamientos en este país de la etnia aché. Ejerció el poder de entre 1992 y 2014 y, paralelamente durante el gobierno del ex presidente Fernando Lugo (2008-2012), fue directora del Instituto del Indigenismo con rango de ministra.
Tsiweyenki, en cambio, hizo historia porque antes de ella ninguna mujer había sido cacique de todo un pueblo, en este caso, los maká.