El ruido daña la salud física y la mental.
Nuestros oídos no ”cierran” nunca, como si hacen los ojos con las pestañas. Cuando dormimos, los oídos siguen procesando las señales auditivas, pero estas señales no se procesan hacia el resto del cerebro. Oímos constantemente y por eso podemos despertar en caso de una señal que el cerebro reconozca como urgente.
Pero el cerebro trabaja las señales constantemente. En el caso del silencio, el proceso disminuye casi a cero, en el caso del ruido el cerebro trabaja para interpretar y buscar alguna señal y en su caso descartar lo que oye. Puesto que sabemos que el ”cansancio” es la señal que envían unas partes del cerebro a otras para dejar de procesar señales y empezar el proceso de memorización selectiva, la existencia de ruido durante la noche produce un cansancio exagerado que no se compensa con el sueño.
De la misma manera, el ruido durante el trabajo hace desaparecer la capacidad de concentración, de sincronización de neuronas en un proceso común, exigiendo al cerebro un trabajo extra de análisis y supresión de las señales auditivas inconexas que, como he dicho arriba, son el ruido.
La vida con ruido es, de esta manera, una vida miserable, en vez de una vida feliz y productiva.
En las ciudades españolas -y no sólo en las españolas-, y también en los campos con el paso de los aviones e incluso en las montañas, hay salvajes cuya mejor diversión es lanzar gases malolientes y ruido mediante unas motos sin reducción de ruido, la plaga se extiende día a día y los niveles sonoros aumentan de año en año alrededor de 1.5 decibelios (dB) por año. Así, la Organización Mundial de la Salud propuso en 1995 un nivel de ruido de 35 dB en los hospitales, y hoy ese nivel es de unos 75 dB durante el día y 60 dB durante la noche: Insoportable.
Como en muchos aspectos de la vida, el ruido en ciudades, campos y montañas deriva, por un lado, de la inacción de unas autoridades que cobran sus salarios de los impuestos a los ciudadanos para no devolver nada a los mismos. Por otro lado, el aumento del ruido es un aspecto más del funcionamiento no lineal de la sociedad, un funcionamiento ignorado por las personas que la forman.
Así, por ejemplo, en un bar, una persona empieza a hablar más alto que otras, y éstas, para comunicar elevan sus niveles sonoros en un proceso de realimentación positiva, hasta que se alcanza un nivel tal que las personas racionales abandonan el recinto para no enfermar.
Un aspecto de coches y motos es el ansia animal de destacar en la tribu. Una forma de que les miren es hacer ruido que se introduce en la esfera personal de los individuos forzándolos a enterarse de la existencia de otros, una información que estos ni desean ni necesitan.
¿Se puede eliminar el ruido?
Al menos es posible reducirlo a niveles que el cerebro puede descartar en las primeras etapas del proceso, directamente en las neuronas conectadas a los oídos. Esto ocurre con sonidos de no más de 35dB, que es el nivel al que deberíamos aspirar en nuestros lugares de permanencia o visita.
Una buena parte del ruido que sufrimos deriva del tráfico a través de dos fuentes: El ruido de los motores y neumáticos y el ruido de la circulación sobre unos pavimentos absolutamente deteriorados debido a la desidia de los ayuntamientos españoles.
El primero de estos ruidos surge de los motores de los vehículos y de sus tubos de escape. Un motor encerrado en una carcasa con aislantes acústicos puede reducir sus decibelios a niveles tolerables incluso a distancias de 1 metro. Es evidente que los fabricantes de vehículos de combustión (Diésel) o de explosión (Gasolina) prefieren aumentar sus ganancias despreciando la salud de los ciudadanos. Pero las autoridades que viven del dinero de estos ciudadanos pueden, si cumplen con su función, obligar a esos fabricantes a reducir sus ganancias para mejorar la salud de quienes les pagan. Sólo se necesita responsabilidad y decisión.
Exactamente lo mismo se puede hacer con los tubos de escape. Hoy la técnica puede reducir el ruido de salida de gases a 35 dB a un metro de distancia sin mayor problema. Falta decisión por parte de las autoridades para imponerlo.
En las ciudades, los Ayuntamientos deben mantener las calles como calles, y no como hoy, caminos de cabras con baches y agujeros, y pavimentarlas con asfaltos que reducen el ruido en, al menos, 20 dB.
Ocurre lo mismo con la limitación de velocidad en calles y carreteras. La obligación de llevar un chip de 10 euros en los motores puede imponerse a los fabricantes y ese chip puede conseguir que los vehículos no superen las velocidades autorizadas en cada tramo a pesar de las salvajadas de los conductores insolidarios.
Otra fuente de ruido intenso en las ciudades son las maquinarias de la obra de construcción y obra pública, incluida la limpieza de las calles y el cuidado de los jardines. Se han impuesto últimamente máquinas con motores de explosión para lanzar chorros de aire para mover hojas secas y papeles de las calles. Estas mismas máquinas pueden funcionar con baterías eléctricas, reduciendo su nivel de ruido en 20 dB. En las obras de construcción, si se precisa utilizar sierras mecánicas (las ”radiales”) se puede hace dentro de cámaras acústicas que aíslan del ruido a los ciudadanos. No cuestan más de 100 euros lo que es una cantidad despreciable comparada con el coste de la construcción. No se hace por falta de cultura ciudadana y falta de autoridad de los administradores públicos.
Exactamente lo mismo se puede hacer con las obras públicas. Las taladradoras, por ejemplo, deben funcionar dentro de cámaras acústicas aisladas.
Y lo mismo con otra fuente de ruido: Los aparatos de aire acondicionado, que bien construidos pueden reducir sus niveles de ruido en 30 dB.
Con respecto a los receptores de ruido, es decir las habitaciones de los edificios residenciales, escuelas y oficinas, es posible y barato reducir el ruido que les entra mediante ventanas de vidrio doble, pero de espesores distintos en cada uno de los dos vidrios, y pantallas de pladur con aislantes acústicos. No se hace, pero se puede hacer y no resulta gravoso si se hace a lo largo de varios años.
El código técnico de la edificación impone ya niveles de ruido transmitido entre viviendas razonablemente bajos. Los problemas surgen siempre, ¡cómo no! en el cumplimiento de las leyes y la inspección, y evidentemente, en los edificios antiguos construidos antes de la aprobación de ese código. En estos, como digo, por unas cantidades modestas de dinero, puede reducirse el ruido, tanto de las calles como de los vecinos.
Hoy, la tecnología ofrece soluciones para casi todos los problemas vitales. Pero no se usa esa tecnología. Se suele asignar a la carestía la falta de aplicación de soluciones tecnológicas.
Esto, como con la energía solar, es totalmente falso. Deriva la no aplicación de la tecnología a los problemas sociales mucho más de la inercia cultural, de la falta de ganas de enfrentarse a los problemas, de la pereza mental humana que tiende a rechazar la innovación frente a las soluciones existentes que de los costes de hacerlo.
Somos animales curiosos, los seres humanos. Planteamos gastar miles de millones de riqueza en enviar naves a Marte, en enviar chips a Alfa Centauri, dos iniciativas totalmente inútiles incluso desde el punto de vista de la ciencia pura, pero rechazamos por ”caro” el hacer nuestras vidas mucho más vivibles, sanas y felices.