Con Vladimir Putin operando para ganar influencia en Europa del este, con conflictos en Asia y Medio Oriente provocando una ola de migración hacia Europa y con Donald Trump cuestionando el compromiso de Estados Unidos con la OTAN, Alemania tiene buenas razones para sentirse insegura.
“Debemos luchar por nuestro futuro nosotros mismos como europeos”, dijo la canciller Angela Mekel en mayo.
Tropas alemanas están desplegadas en sitios que van desde Lituania hasta Afganistán y Mali. Y Merkel ha prometido incrementar el gasto de defensa del país.
Pero Alemania y su canciller enfrentan un problema fundamental: la mayoría de los alemanes se muestran muy renuentes de seguir por ese camino.
Miran con sospecha a su propio ejército. Es una actitud reforzada por un escándalo reciente que involucró a la Bundeswehr (las Fuerzas Armadas alemanas).
Los despliegues en el extranjero están estrictamente restringidos por las leyes y por el Parlamento.
Pero sobre todo, esta actitud ha adquirido forma por la sombra de la historia.
Los extranjeros han sido tan exitosos al desmilitarizar Alemania —y los alemanes son tan sensibles por su pasado belicoso— que es probable que hoy la mayor potencia europea continúe siendo un “debilucho” de los campos de batalla.
Después de la Segunda Guerra Mundial, surgió un debate sobre si Alemania debería tener algún tipo de fuerza armada.
Se argumentó que se tenía que poner fin a un ciclo que comenzó con el militarismo prusiano y terminó con los crímenes de guerra nazis.
Aunque los comunistas que gobernaron Alemania oriental sí crearon un Ejército Popular siguiendo las tradiciones militares alemanas, en la Alemania occidental, ocupada por Reino Unido, Francia y Estados Unidos, emergió un servicio armado muy distinto.
La Bundeswehr, creada a mediados de los 1950, nació como una fuerza deliberadamente muy modesta que sólo tenía la misión de defender el territorio de Alemania occidental y no de luchar en el extranjero.
Se enseñó a sus reclutas a pensar en sí mismos como “ciudadanos con uniforme”.
“Desconfianza persistente”
De hecho, el propio uniforme, tal como señala el historiador James Sheehan, “realmente se parecía más al de los conductores de autobuses que al de los antiguos regimientos armados”.
La Alemania moderna, dice Sheehan, “piensa en sus fuerzas armadas casi de la misma forma como muchos Estados piensan en su fuerza policial”.
Asegura que lo que llama una “persistente desconfianza en las instituciones militares, sigue siendo muy fuerte y, de alguna forma, cada vez se hace más fuerte”.
El factor subyacente a todo esto es el perdurable recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, no sólo la vergüenza de los crímenes nazis sino también la devastación infligida en los civiles.
Werner Kraetschell, un pastor protestante de una vieja familia prusiana que se convirtió en capellán militar, habla de los muchos miles de alemanes que crecieron después de la guerra “sin padres”.
Esto todavía provoca lo que él llama “reacciones internas” en los alemanes cuando se habla de los asuntos militares.
Tal como afirma Sophia Besch, experta es asuntos militares del Centro para la Reforma Europea: “Si fueras soldado (en Alemania) realmente no podrías subirte a un tren en uniforme. Los pasajeros se te acercarían y te llamarían ‘asesino'”.
Desafíos
Cuando terminó la Guerra Fría y Alemania fue unificada, su gente pensó que la paz era más o menos permanente.
Pero Franz Josef Jung, político demócrata cristiano y antiguo ministro de defensa afirma que ahora el país “se ha dado cuenta de la realidad”.
“Nuestra población ha tenido una actitud más formada por el pacifismo”, agrega.
“Tenemos que dejar en claro”, argumenta, la necesidad de que las nuevas políticas “superen los desafíos de seguridad internos y externos”.
Desde la reunificación, Alemania comenzó por primera vez a desplegar tropas en el extranjero. Pero la susceptibilidad es intensa.
En 2009, hubo alegatos de un encubrimiento después de un ataque militar en Afganistán que involucró a las fuerzas alemanas y que causó muertes de civiles. Jung se vio forzado a renunciar.
La supervisión parlamentaria de cualquier despliegue militar es intensa y el Partido Verde es uno de los más críticos.
Doris Wagner, diputada de los verdes y especialista en seguridad, afirma que desea mantener la idea de que los alemanes son “más mesurados en las acciones militares”.
“Relación torturada”
Mientras tanto, la vieja idea de un ejército de ciudadanos está luchando por sobrevivir. Alemania ya abolió la conscripción obligatoria y se está concentrando, igual que en otros ejércitos modernos, en las fuerzas especializadas más pequeñas.
Una antigua preocupación sobre las fuerzas armadas resurgió el mes pasado cuando un escándalo expuso una infiltración de la extrema derecha en la Bundeswehr, que incluyó una supuesta conspiración terrorista para asesinar a buscadores de asilo y celebrar las tradiciones de la era nazi.
Hay quien dice que el problema fue exagerado en medio de una atmósfera agitada. Pero según Sophia Besh, esto demuestra que “todavía existe una relación torturada entre la Bundeswehr y el público alemán”.
Ahora hay una urgencia real en Alemania de un debate sobre su futuro militar.
Los alegatos de Donald Trump de que la OTAN es “obsoleta” y su cuestionamiento sobre la seguridad colectiva fueron “una gran sorpresa” para los alemanes, dice Berthold Kohler, editor del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
“Nadie podía imaginarse que un presidente de Estados Unidos diría tal cosa”.
Kohler ha hecho lo posible para provocar una reflexión radical, argumentando en su prestigioso periódico para que Alemania considere la adquisición de sus propias armas nucleares.
Pero cree que esas ideas siguen siendo más o menos “impensables e indecibles” para la mayoría de los alemanes.
Aunque algunos se oponen a las armas nucleares en principio, muchos otros han pasado décadas viviendo cómodamente bajo el escudo nuclear de Estados Unidos y la OTAN.
“Nadie esperaba que tendríamos que pensar sobre esto”, dice. Y pocos alemanes quieren hacerlo ahora.
Un experimento histórico
Alemania actualmente gasta sólo 1,2% de su PIB en defensa.
“Tenemos un déficit comercial MASIVO con Alemania, además ellos pagan MUCHOS MENOS de lo que deberían a la OTAN & las fuerzas armadas”, tuiteó el presidente Trump recientemente.
“Muy mal para EE.UU. Esto cambiará”.
Alemania se resistirá a los llamados de Trump para que gaste mucho más en defensa, pero el bajo financiamiento a veces ha sido muy vergonzoso, como cuando se dio a conocer que durante un ejercicio de la OTAN en 2014, los comandantes de tanques de la Bundeswehr cubrieron su falta de ametralladoras con palos de escoba pintados de negro.
Pero ¿hasta dónde avanzará Berlín?
Werner Kraetschell, quien conoce a Angela Merkel y su manera de pensar, afirma que la canciller quiere “un ejército alemán fuerte capaz de enfrentar una responsabilidad internacional”.
Pero su dificultad es que “el pueblo alemán está en contra del ejército”.
Quizás los alemanes continuarán con este experimento histórico único, tratando de convertirse en una creciente potencia internacional sin un esfuerzo militar significativo.
Porque el pasado todavía pesa mucho. Pase lo que pase, no habrá marchas audaces hacia la acción militar extranjera.
Más bien veremos unas fuerzas armadas alemanas caminando de puntillas cautelosamente hacia un futuro sumamente incierto.