¿Por qué son tan cívicos los japoneses?

Los buenos modales, la tolerancia, la limpieza o el respeto por las personas y la naturaleza son valores fundamentales en el sistema de formación nipón.

Educación-JapónEn el Mundial celebrado en Brasil el año pasado, la hinchada japonesa protagonizó una de las estampas más sorprendentes de todo el campeonato. Después de cada partido, con bolsas de basura que ellos mismos habían llevado, los pulcros seguidores de los ‘samuráis azules’ recogían los desechos de las gradas que habían ocupado, una actitud que fue saludada en todo el mundo como un ejemplo a imitar de civismo y buena educación.
No obstante, lo que para la mayor parte del mundo suponía un acto extraordinario de buenas maneras, para los nipones era algo completamente natural. “Los japoneses hacemos eso en cualquier sitio, nunca dejamos desperdicios tirados en un lugar público”, declaró un aficionado a DPA. “Se nos inculca desde que somos niños, es algo cultural” remató.
En verdad, una gran parte de este cívico comportamiento es achacable a la educación recibida en los colegios del país. “La escuela no es sólo estudiar lo que viene en los libros”, declaró a este diario la veterana profesora Ritsuko Nishino. “También es aprender a cuidar de ti mismo y de tu entorno, y convertirte así en un miembro valioso para la sociedad”.
El sistema escolar japonés actual hunde sus raíces en el periodo Meiji, un momento en el que la isla intentaba lograr la paridad económica y militar con Occidente. Se consideró que una educación centralizada era crucial para la modernización del país, y más tarde Japón logró su milagro económico de posguerra con el actual sistema.
Aunque siempre ha sido criticado por mantener un enfoque basado más en la memorización que en la reflexión, su sistema educativo ha sido y es un pilar básico para lograr convertir a Japón en el país que es hoy, una nación que puede presumir de contar con una proporción de adultos jóvenes con educación superior de las más altas de entre los países de la OCDE y de que sus alumnos obtengan puntuaciones superiores a la de estudiantes de otros muchos territorios en las pruebas PISA.
Desde el principio, la formación escolar hace hincapié en inculcar unos valores que se consideran fundamentales, tales como los buenos modales, la tolerancia, la limpieza o el respeto por las personas y la naturaleza, de tal manera que el alumno va asumiendo esos códigos de conducta como algo natural. Si ya en la guardería los niños tienen que descalzarse solos en la puerta y se lavan las manos al entrar en clase, una vez llegan a primaria van adquiriendo nuevas responsabilidades.
“Se les permite y anima a desarrollar su autonomía, ya que las escuelas japonesas enseñan a los niños a ser independientes de una manera organizada y cuidadosa” destacó Alice Gordenker, columnista del diario ‘The Japan Times’ que durante años narró la experiencia de sus dos hijos dentro de este sistema. “Este proceso incluye instrucciones explícitas de cómo ir solos de casa al colegio de una manera segura, cómo empacar por sí mismos sus enseres para una excursión o cómo cuidar de sus cosas”.
Según relataba, los profesores van delegando en sus estudiantes tareas cotidianas que les ayudan a enfrentarse con más independencia a su futuro. Si bien algunas son comunes a las que puedan tener los estudiantes de cualquier centro occidental -limpiar la pizarra, ir a por un material que necesita el tutor-, otras son bastante más difíciles de imaginar en nuestras escuelas.
“Cuatro veces a la semana, los niños dedicaban 20 minutos al o-soji”, una tarea que consiste en adecentar la escuela e incluye pasar el polvo, barrer y fregar suelos de pasillos, clases y escaleras e incluso limpiar los baños. “En este colegio, los alumnos de sexto grado ayudaban a los de primero, ya que en Japón hay muchos hijos únicos, y los profesores creen que los mayores necesitan experimentar lo que es ayudar a un niño pequeño mientras que los menores necesitan un modelo al que seguir” explicó Gordenker.
Aunque el hecho de que los niños japoneses tengan que limpiar ha suscitado alguna crítica en Brasil o Estados Unidos, para los japoneses es algo tan natural que nadie se lo cuestiona. “Es parte de la rutina, no es un castigo. Lo hacen todos juntos y nadie se queja por ello. Así aprenden a cuidar el espacio en el que habitan y a no manchar, y se preparan para el futuro”, comentó una Nishino que también tuvo que limpiar su aula cuando era pequeña.
Además, en las escuelas niponas tampoco hay cafeterías o comedores, y son los propios estudiantes los que, por grupos, organizan todo y sirven a sus compañeros. “Esto les enseña a coordinarse y a ser limpios, responsables y ordenados”, apuntó Nishino. Otras tareas que en algunas escuelas están a cargo de sus alumnos son el cuidado de las plantas y flores del centro, el alimentar y criar animales (sobre todo en zonas rurales) o la de, periódicamente, limpiar de basuras playas y bosques colindantes al centro educativo.
Muchos reconocen que, aunque la sociedad japonesa no es perfecta, hay hechos como los bajos índices de criminalidad o la limpieza de sus grandes ciudades que son atribuibles en gran parte a su sistema educativo. “Uno espera que le devuelvan la cartera si la pierde en el metro o que un restaurante le deje un paraguas si llueve al salir, porque saben que se lo devolverá en uno o dos días” escribió en una columna Nicholas Kristof, quien fuera delegado jefe de ‘The New York Times’ en Japón durante cinco años, a su salida del país. “Desde luego, aquí existe una especie de código de honor nacional”, y la educación que reciben es parte fundamental para preservarlo.