Incluso sin procesiones de Semana Santa, el país se blinda en vísperas de las vacaciones de Pascua y cierra sus aeropuertos.
Mientras España se va acercando a los más de 13.000 muertos por coronavirus que registra Italia, en Portugal la cifra se sitúa en 246 porque comenzaron a atajar antes la espiral de propagación. Y la estrategia de aprender de los errores de sus vecinos continúa, como demuestra el hecho de que el primer ministro socialista, Antonio Costa, y el presidente conservador Marcelo Rebelo de Sousa han dado luz verde sin demora a la ampliación y al endurecimiento del estado de emergencia hasta el 17 de abril (porque la Constitución limita su vigencia a periodos renovables de 15 días).
El objetivo no es otro que mantener el confinamiento de los ciudadanos para frenar la cadena de contagios y evitar un escenario tan dantesco como en Milán, Bérgamo y Madrid.
La extensión del virus es inevitable, pero las medidas estrictas han desembarcado para asentarse (de momento) entre los portugueses. Mucho más a las puertas de la Semana Santa. De modo que Antonio Costa pisa el acelerador y cumple su promesa de no implantar todo el paquete restrictivo a la vez, sino en fases progresivas.
Aunque todos los países han cancelado las procesiones y demás celebraciones, miles de ciudadanos disfrutarán de unos días de vacaciones y, en previsión de posibles desplazamientos a Lisboa, Oporto, Madeira, el Algarve o el Alentejo, el Gobierno luso ha blindado el país cerrando completamente los aeropuertos al tráfico de pasajeros entre el 9 y el 13 de abril. Fuera de esa franja temporal, las aerolíneas deberán reducir en un tercio la venta del número de billetes de los vuelos que se mantengan para preservar la distancia de seguridad.
El estado de emergencia también contempla limitar los despidos, reorganizar el calendario escolar y modificar la estructura sanitaria, mientras que quedan prohibidas las reuniones de más de cinco personas, a excepción de las familias numerosas.
Con esta severidad, Portugal espera sobrellevar con una moderada cautela el «mes decisivo», es decir, abril, según reconoce Marcelo Rebelo de Sousa. Un periodo clave para bloquear la difusión del virus, aunque las autoridades lusas ya advirtieron que lo peor puede llegar en mayo.
«Solo ganaremos si no bajamos la guardia»
Dos frases contundentes del primer ministro Costa reflejan su forma de proceder, que al menos no ha caído en las equivocaciones ni del Ejecutivo español ni del italiano. Así, resuenan ideas y palabras como «solo ganaremos si no bajamos la guardia» o «es el mayor desafío de nuestra historia democrática».
Una serie de inspectores vigilará que no se produzcan despidos con «indicios de ilegalidad» y, en cuanto a las prisiones, el Gobierno estudia una especie de indulto a unos 1.200 reclusos (culpables de delitos «leves») con el fin de aliviar las altas concentraciones humanas intramuros.
La primera declaración del estado de emergencia se adoptó el pasado 16 de marzo y estuvo en vigor hasta el 2 de abril. Entonces, como ahora, se garantiza que «la democracia no va a quedar suspendida» y que «Portugal va a continuar siendo una sociedad abierta, con instituciones democráticas en funcionamiento y con ciudadanos libres y responsables por sí mismos y por los demás».