Una encuesta indica que los padres consideran mucho más difícil lidiar con un adolescente que con un bebé en la familia. La respuesta de los especialistas sobre la tarea que realizan los padres en estos tiempos.
Si bien el ingreso de un bebé en la escena hogareña parece ser una bomba que explota y obliga a reacomodarse en ese nuevo terreno, los padres indican en su experiencia que convivir con un adolescente es mucho peor. El denominado cóctel teen es difícil de digerir para los padres poco relajados y de cinturas rígidas; la rebeldía necesaria, la calle, las novedades, el no control, la moda que sea, las nuevas tecnologías y la noche, son los principales problemas.
Una encuesta realizada recientemente indica que la mayoría de los más de 1.200 padres que respondieron afirmó con contundencia que los adolescentes dan mucho más trabajo que los bebés. El sitio británico Netmums fue quien lanzó la idea y la pregunta al aire, y los padres no tardaron en contestar: los adolescentes son vagos, no ayudan para nada en el hogar, no quieren hacer los deberes. La cifra justa es que tres de cada cinco padres también dijeron que sus hijos sufren de ansiedad y la mitad aseguró que lo único que les interesa a sus hijos es ser “cool”, encajar en su grupo de amigos y ser popular en las redes sociales. El momento más difícil de la adolescencia fue señalado como los 13 años y admitieron que a los 17 los problemas empiezan a desaparecer.
Un informe de Clarín pasó la mirada a los especialistas. El caso de Claudia Messing, psicóloga, socióloga y autora del libro ¿Por qué es tan difícil ser padres hoy?, indicó: “Que los adolescentes dan más trabajo que los bebés, coincido ampliamente. Que no colaboran en el hogar, son vagos y no están interesados en hacer los deberes, esos temas se pueden generalizar y aplicar a nuestros adolescentes argentinos, así como la preocupación por la ansiedad y el peso, por ser cool, encajar en el grupo de amigos y ser popular en las redes sociales”.
Por su parte, el psicólogo Miguel Espeche, autor de “Criar sin miedo”, puntualizó que “el temple de los padres se ve puesto a prueba en ambos casos, pero de diferente forma. Mientras la novedad del nuevo integrante, con la fragilidad a cuestas, implica una prueba fuerte para padres que tienen que cambiar dramáticamente su ritmo para cumplir con su función, en el caso de los adolescentes se pone a prueba la autoridad y la sensación de ser tocado emocionalmente por la experiencia del hijo, por haber vivido situaciones sociales similares, algo que moviliza y complejiza la cuestión por la identificación que significa. El adolescente va ampliando terrenos y suele jugar al fleje en lo que a límites se refiere. De allí que a veces los padres se sientan provocados y deban poner en juego su paciencia, a la vez que hacen un duelo respecto de aquel angelito al que cambiaban pañales y que adoraba a sus padres sin reservas”.
La psicoanalista Miriam Mazover, quien se desempeña como directora del Instituto Fernando Ulloa, marca una clara diferencia: el bebé no pide límites, ideales ni escala de valores. Esto puede poner a prueba la función de los padres que hoy se encuentra muy desvirtuada. “Hay muchos padres inmaduros que se ponen en el lugar de pares de sus hijos. Hay que sostener el lugar de padres que nos compete y aceptar la diferencia generacional, entender que nuestros hijos no son a imagen y semejanza de nosotros. Hay que aprender a no proyectar nuestros propios deseos incumplidos sin pretender que sean ahora ellos los que los realicen. Este aprendizaje requiere la elaboración de duelos: los padres nos vamos poniendo mayores”.
El clásico “pobrecito” que muchos padres utilizan hoy, privan a los hijos del aprendizaje de actitudes solidarias y de agradecimiento por los favores recibidos, mientras que también debilitan la tolerancia a las frustraciones inevitables del vivir.
Los tiempos han cambiado y la autoridad parental ya no es tan firme. Los padres no están seguros de lo que está bien y de lo que está mal. Al darle todos los gustos y toda la libertad de todas maneras los jóvenes se enojan y eso tiene una explicación: “ésa es su tarea: diferenciarse de sus padres y esforzarse por ser aceptado por sus pares, pensar que es más fácil criar bebes sólo puede explicarse por la tendencia de los humanos a olvidar los malos momentos”. Contundente.