Es un trastorno alimentario que creció un 40 %. Las mujeres de entre 15 y 23 años, entre las más afectadas. Problemas físicos y psicológicos.
Cada vez más platenses llegan a los consultorios de los nutricionistas de la Ciudad con síntomas de ortorexia, un trastorno alimentario con características propias: quienes lo padecen, en general chicas de entre 15 y 23 años, viven obsesionadas por comer sano.
Y esa obsesión condiciona su vida social y les genera problemas tanto psicológicos como físicos. Según indica el nutricionista platense Norberto Russo, en los últimos tres años se incrementó entre un 30 y un 40% la cantidad de consultas relacionadas con este trastorno.
Las chicas que lo padecen reciben tratamientos integrales, con psicólogos y nutricionistas, que demandan por lo menos seis meses para su recuperación. El crecimiento del número de casos de ortorexia se da en todo el mundo y se asocia a una mayor circulación de información relacionada con los alimentos, sus contenidos calóricos y sus características nutricionales.
“El ortoréxico es una persona que quiere tener un control absoluto sobre todo lo que come. Usa la información que circula, sobre todo por Internet. Y la usa mal. Cree que come sano, pero en realidad padece un trastorno alimentario. Vive obsesionado por lo que come, pero termina comiendo mal”, dice Russo. Uno de los síntomas que llevan a los ortoréxicos a identificar su problema y buscar ayuda es el condicionamiento de la vida social que deriva de su trastorno.
El ortoréxico quiere controlar cada caloría que ingiere, saber quién manipuló sus alimentos y cómo. Y por eso no puede comer afuera ni en ningún sitio donde no tenga todo el control sobre la comida. Detrás de la conducta del ortoréxico aparece el mismo problema que el que motiva la anorexia o la bulimia: el miedo a engordar y la presión por verse bien. El ortoréxico no sólo evita las grasas saturadas, las carnes rojas y otros alimentos que se asocian a la obesidad. También indaga en los orígenes de esos comestibles con la intención, en ocasiones, de eludir los transgénicos, los alimentos tratados con fertilizantes, los alimentos artificiales o los que contienen conservantes.
Estas obsesiones llevan a que un ortoréxico desarrolle conductas fuera de lo normal, como la de pasar períodos de entre dos y tres horas decidiendo una comida. “El ortoréxico pierde el placer de comer. No disfruta de la comida y suele comer mal”, dice el nutricionista Norberto Russo. Como en el caso de otros trastornos alimentarios, también la ortorexia aparece en determinadas personas que son más vulnerables. Son aquellas cuya estructura de personalidad los hace más proclives a padecer algún trastorno alimentario.
A diferencia del bulímico o el anoréxico, el ortoréxico suele desarrollar, además, una falsa autoestima; como maneja información -aunque la maneje mal- se muestra convencido de que se alimenta mejor que los demás y que vive una vida más sana. Y usa argumentos racionales para justificar su obsesión. “Al cabo de un tratamiento integral lo que se logra es un reordenamiento que repercute favorablemente en su vida social y en su nutrición”, dice el nutricionista Russo.